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El lenguaje como cortina política

Los monólogos de doña Rosario son repetitivos, buscando cómo fijarlos en la mente

Onofre Guevara López

30 de enero 2024

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Es sabido que doña Rosario Murillo utiliza frases-consignas cortas, al estilo de la propaganda comercial para que se peguen en la mente de tanto repetirse, y la mente deje de pensar por tanto escucharla. Por ejemplo: “El buen gobierno”, “Nicaragua vendita”, “Pueblo presidente”. No explican nada, solo suenan.  

El análisis de treinta de sus monólogos que hizo CONFIDENCIAL (16/01//2024) ofrece una interesante selección de los abusos con el lenguaje. Sus adjetivos están destinados a la descalificación de los políticos de la oposición, y son tan groseros como los métodos represivos, pues los más suaves son: terroristas, golpistas, malvados.


Los datos que ofrece CONFIDENCIAL quizás no sorprendan a quienes conocen el estilo de sus monólogos, porque los han escuchado casi todos los días, de quienes solo los han escuchado completos muchas veces y de quienes los escuchamos solo por curiosidad alguna vez.

Los monólogos de doña Rosario son repetitivos, buscando cómo fijarlos en la mente, como ya se dijo, pero también provocan otras reacciones, que a veces molestan y algunas veces hasta divierten por absurdas. Pero, claro, a sus fanáticos todo les habrá de gustar, aunque a los monólogos les faltan valores que pudieran ayudar a reflexionar. El caso es que ella misma no parece reflexionar sobre lo que va a decir, pues se nota que todo lo dice solo con precisión mecánica. Como una lección escolar.

Eso no significa que sus monólogos no provoquen ningún interés, sobre todo por su obvia discordancia con la realidad del país, e incluso con las condiciones económicas, políticas y sociales de la vida de su autora. Por ejemplo, nos parece muy interesante que ni siquiera intenta enhebrar un discurso razonado, con lógica, que intenten justificar la existencia, el estilo de mando y el continuismo del régimen establecido. Cuando habla algo respecto al gobierno, usa frases elogiosas y frases cliché de propaganda política, como las indicada. Tampoco ofrece justificación lógica o analítica de las leyes represivas contra los críticos de la oposición, sino –otra vez— con frases cliché como “traidores a la patria”, sin ninguna explicación de orden jurídico, porque son leyes que riñen con la Constitución Política.  

Suponemos que tampoco analiza nada porque ha de pensar que si lo hiciera haría resaltar la completa contradicción entre cualquier el razonamiento político defensivo con las condiciones de vida de la familia gobernante, y por ello prefiere esquematizar todo de lo que habla, con consignas y la consabida adjetivación.

II

Acerca de ese hecho queremos hacer el intento de explicar por qué ella renuncia a ejercer la defensa de su régimen con razonamientos políticos, teniendo suficiente nivel cultural –por algo es poeta—, como lo hace todo gobernante dictatorial o democrático de cualquier país, y más bien se afana en tender su cortina de adjetivos sobre nuestra realidad política.

Ya sabemos que sus consignas y adjetivos no explican nada, solo defienden, o solo ofenden. Ahora veamos que, detrás esta sorprendente cantidad de abusos con el lenguaje, está la causa por la cual omite hacer la defensa clara y directa de su régimen, y omite todo acerca de los efectos de la represión.

Intentaremos explicar esto. Toda persona tiene conciencia de que no puede vivir solitaria en el mundo, sino solo en sociedad. De ahí, que la conciencia sea también –y principalmente— una conciencia social. Su pensamiento permite a la persona conocer de su existencia y de las condiciones sociales en las cuales transcurre su vida.

Su pensamiento le permite conocer que también tiene una conciencia de clase, o sea, es consciente de su pertenencia a una clase social y esto implica tener y practicar sus propios valores en contraste con los valores de las otras clases sociales. Como es obvio, la sociedad no convive en armonía total, sino entre muchas contradicciones. Esta desarmonía social tiene que ver con las relaciones de las personas respecto a la propiedad de las cosas materiales –tierras, empresas, capital, etcétera—; es decir, la desarmonía entre las personas que lo tienen todo y las personas que tienen muy poco o no tienen nada, que hace la mayoría.

Y aquí comenzamos a ver mejor la contradicción del discurso o el monólogo de la señora Murillo, porque todo lo que dice no tiene concordancia con sus condiciones de vida, de propiedad, de poder económico y demás.

III

Esta contradicción empieza a conocerse con el hecho lógico de que las personas ricas o enriquecidas en la sociedad (sin tomar en cuenta cómo lo lograron) se interesan y asumen la defense del sistema y del gobierno que se los ha permitido. Esta misma clase social dominante, a la cual doña Rosario ha ascendido hace rato, en todo el mundo tiene legiones de economistas y de políticos que justifican, defienden su sistema social y sus argumentos tienen todos los matices ideológicos imaginables.

Hay quienes alegan que las diferencias entre ricos y pobre es “de orden natural” o por voluntad divina (lo dicen los más reaccionarios); otros argumentan que los ricos crean la riqueza con sus empresas (como las gallinas ponen sus huevos); otros más, escriben toneladas de libros sobre economía para convencer de que la riqueza emana de la propiedad privada y del libre comercio (siendo el mejor comercio el empleo de trabajadores con salarios por debajo de los valores que crean), etcétera.

Al sistema de la educación formal y a la propaganda mediática les asignan la función de esconder el origen del capital y las verdaderas causas de las desigualdades sociales. Hay pues, muchas formas de ejercer la defensa del sistema capitalista y al gobierno establecidos que las beneficia.  

¿Por qué, entonces, doña Rosario no ejerce con franqueza y claridad la defensa del sistema y de su gobierno? Es una contracción suya, porque defenderlos –dice Georg Lukács—, está implícito en… “el pensamiento burgués como un punto de partida y su finalidad es siempre [hacer] aunque no en todo conscientemente, la apología del orden existente o, por lo menos, la prueba de su inmutabilidad [porque] tiene que tropezar (…) con una barrera insuperable”. (Georg Lukács) 

Esa barrera a que se refiere el filósofo húngaro (Lukács) son los intereses de       clase.

IV

Este pensamiento, ayuda a descubrir el fonde del conflicto de conciencia que tiene doña Rosario, pues estando consciente de haber ascendido a la condición de clase burguesa –dominante y con mucho capital—, no practica la defensa de manera abierta del sistema social capitalista que impera en Nicaragua. Al contrario, trata de ocultarlo distrayendo y distrayéndose con sus consignas y adjetivos, ajenos o en contra de la realidad. En suma, ella monologa en total desacuerdo con su verdadera condición social.

 Uno de los lados visibles de este conflicto de conciencia, es que doña Rosario no puede defender a su gobierno desde el punto de vista de ninguna otra clase social, porque con la clase trabajadora no tiene ninguna afinidad –ni por origen, ni por orientación ideológica— y de remate su régimen les ha mediatizado a los trabajadores sus organizaciones sindicales para que no asuman su propia defensa.

Al margen de estas cuartillas

*Un problema cultural que provoca sus monólogos, es que, siendo la primera dama, descalifica a todo el que cuestiona a su gobierno con groseros adjetivos…

*Y esto da pie y razón a todas las damas del país –en especial a las damas opositoras— para que ejerzan su derecho a réplica, utilizando también groseros adjetivos descalificativos…

*De este modo, sería una lucha de groserías contra groserías, con la cual reverdecerían las secas ramas de la incultura política tradicional…

*Otra falla de la autora de los monólogos, es que siendo vicepresidenta también es viceprimera magistrada, y la función de todo magisterio es educar al pueblo…

*Y así, de adjetivo y adjetivo ofensivo de sus monólogos, entraría en otra contradicción, pues desde su magisterio… ¡solo deseduca a la población!

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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