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El fin de la pandemia COVID-19 y la negligencia de la dictadura

El mal manejo del Gobierno con la pandemia y la cantidad de muertes por la negligencia de estas autoridades deben ser atendidas ante la justicia

COVID-19

Elthon Rivera Cruz

9 de mayo 2023

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El 5 de mayo de 2023, el mundo recibió la noticia de las autoridades de la Organización Mundial de la Salud sobre el fin de la emergencia sanitaria mundial por la COVID-19. Con este anuncio se cierra un capítulo de tragedia en la historia contemporánea global, en la que --desde el inicio de la pandemia hasta el cierre de la misma-- se contabilizaron a nivel mundial casi quince millones de personas fallecidas por esta causa. Esto, para darnos una idea, es por mucho más del doble de la población nicaragüense.

En Nicaragua, los primeros casos de la pandemia llegaron iniciando 2020, pero ya alrededor del mundo el problema causado por esta enfermedad representaba una magnitud alarmante. Incluso los países con los mejores sistemas de salud se vieron gravemente afectados. Ante esto, el pánico se apoderó de la población mundial y las medidas de contención para frenar la propagación del virus fueron cada vez más severas, excepto para países como Nicaragua, cuyo Gobierno no solo se tomó a la ligera la grave crisis mundial que se estaba desencadenando, sino que además se atrevió a ignorarla.


Mientras a nivel internacional se fortalecían las medidas sanitarias con acciones como distanciamiento social obligatorio, cierre de fronteras y aeropuertos, uso obligatorio de cubrebocas y equipamiento de alto nivel para la protección del personal de salud, por citar algunos, el Gobierno de Nicaragua insistió en hacer todo lo contrario. Algunos ejemplos de las irracionales acciones del autoritario Gobierno sandinista quedaron evidenciadas ante el mundo con asombro. Cuando a nivel global se le pedía a las personas permanecer en casa tanto como fuese posible y procurar el distanciamiento social en espacios públicos, Ortega y su sequito organizaban marchas y ferias, y se llevaron a cabo las manifestaciones bautizadas como “Amor en los tiempos del COVID-19”, en los momentos más críticos de la pandemia.

Las fronteras permanecieron abiertas y sin mayores cuidados sanitarios, reducido a lo elemental como la instalación de cámaras térmicas. El uso de cubrebocas fue más una decisión social que una promoción gubernamental, en un momento se dio a conocer, además, de forma extraoficial, que en los hospitales públicos se pedía a los profesionales de la salud no utilizar tapabocas para no alarmar a la población, varios trabajadores que no atendieron dicha petición recibieron fuertes llamados de atención y amenazas de despido. Por otro lado, los equipos de protección como mascarillas KN-95 no eran proveídas por los hospitales a su personal, cada quien debía comprar los equipos de seguridad con sus propios recursos, incluso esto ocurrió en hospitales privados que, siguiendo el ejemplo del Estado, no se sintieron obligados a garantizar la seguridad de sus trabajadores.

En cuanto a datos oficiales, se conoce muy poco del verdadero impacto de la pandemia en Nicaragua, pues el Ministerio de Salud ocultó y manipuló los datos, insistiendo en disminuir las cifras reales de casos positivos y fallecidos, aunque ya en el país era evidente que la enfermedad circulaba por todo el territorio. En respuesta a esto, se crearon alternativas ciudadanas con el apoyo de los médicos independientes para registrar las cifras reales de la situación, una de las iniciativas más importantes fue el Observatorio Ciudadano COVID-19, este proyecto fue registrando los casos y comparándolos con los datos que el Ministerio de Salud publicaba. El observatorio publicó un informe en noviembre 2021, que aproximaba sus sospechas de muertes relacionadas a la COVID-19 a 5947 casos. Por su lado, el Gobierno reportaba solo 212. Así mismo, en los reportes recibidos por el Observatorio hasta esa fecha se calculaban has 31 222 casos positivos de la enfermedad, el Ministerio sostenía que el número era de 17 550. Esta dinámica de maquillaje de las cifras fue sostenida durante todo el periodo de la pandemia, lo cual fue identificado por la misma OMS, que en su informe demostró que entre 2020 y 2021, la cantidad de muertes por esta enfermedad en Nicaragua fue de al menos 16 517, una diferencia abismal en comparación a los 218 casos que en ese entonces presentó en Ministerio de Salud.

Con en lanzamiento de las vacunas en el mundo, Nicaragua fue uno de los países que las recibió más tarde, por las deficientes gestiones del Gobierno, que además promovía --sin fundamento válido-- la inmunidad de rebaño, pero solo para la ciudadanía porque para los servidores en cargos importantes del Gobierno, si hubo vacunas y distanciamiento. Por si fuera poco, cuando por fin se empezó la vacunación en el país, se utilizaron las que no estaban aprobadas por la OMS, que fueron las producidas en Cuba y Rusia, Soberana y Sputnik respectivamente. Hasta mucho después, y gracias a donaciones internacionales, se empezó la aplicación de las vacunas aprobadas.

El mal manejo la pandemia en Nicaragua, despertó inconformidades en muchos médicos y otros profesionales sanitarios con justa razón, pues mientras en los hospitales el gremio de la salud luchaba por salvar las vidas de los pacientes graves infectados con el virus, el Gobierno llamaba a marchas, no promovía y mucho menos garantizaba el distanciamiento físico y tampoco les proveía de buenos equipos de protección para atender. En respuesta se realizaron reclamos y se interpusieron muchas renuncias.

Muchos profesionales altamente calificados en diversas áreas de la salud, que se quejaron, cuestionaron o criticaron el manejo gubernamental de la crisis, fueron despedidos del sistema de salud público, aun cuando en los hospitales lo que más hacía falta después de los medios de protección, eran recursos humanos. Muchos médicos optaron por ser promotores independientes de cuidados contra la COVID-19, críticos abiertamente del irresponsable proceder del Gobierno ante la emergencia, y proveedores humanitarios de atención médica desde sus prácticas privadas; por esto fueron vistos como enemigos y recibieron represalias y fuertes amenazas contra su libertad, integridad física e incluso su vida.

Es importante reconocer el mal manejo que el Gobierno sandinista desde sus líderes en el poder hasta sus servidores, como las ministras de Salud, hicieron con la pandemia en Nicaragua. La cantidad de muertes que se dieron a raíz de la negligencia de estas autoridades debe ser atendida en su momento ante la justicia. En el contexto actual de Nicaragua, en el cual domina una dictadura, es difícil hacer algo al respecto, no obstante en el futuro cambio democrático del país, se debe retomar este tema que causó tanto daño a la población nicaragüense. Si bien las muertes eran inevitables, el número de estas puedo haber sido mucho menor si se hubiera atendido la crisis responsablemente por el Gobierno, mismo al que se le puede atribuir en el contexto de la pandemia, violaciones a derechos humanos como el derecho a la salud e incluso la vida.

Sin duda a nivel mundial salir de esta crisis es un respiro, los estragos causados tuvieron grandes impactos negativos, pero para países como Nicaragua es un respiro mayor, ya que no es la única crisis que enfrenta, la pandemia vino a “llover sobre mojado” en la tierra de lagos y volcanes, que ya se enfrentaba y se sigue enfrentando a otras crisis, a saber, sociopolítica, ambiental y económica.

Todo el honor para las personas que lucharon contra esta pandemia en beneficio de su población y a quienes encontraron la muerte en esta lucha, pero que dejan un legado histórico de compromiso social y cumplimiento de la labor a favor de la salud y la vida. Que el peso de la justicia caiga sobre todo aquel que se prestó a que la magnitud de esta crisis en el país fuera tan mortal.

Finalmente, si hay algo que nos deja este turbulento periodo en la historia de nuestro planeta, es la conciencia de que todos somos uno solo dentro de este hogar que llamamos Tierra, sin importar que tan lejos estemos. Lo que pasa en un extremo del mundo fácilmente afecta al extremo opuesto, como seres humanos estamos obligados a interesarnos en lo que ocurre en otras regiones de nuestro planeta y no solo en materia de salud, sino en todos los aspectos, de lo contrario y al igual que lo hizo la COVID-19, estamos condenados a recibir el impacto de todas la crisis que se están desarrollando alrededor del mundo.

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Elthon Rivera Cruz

Elthon Rivera Cruz

Estudiante de Ciencias Políticas. Antes estudió Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), de la que fue expulsado por su participación en la Rebelión de Abril de 2018. Se dedica a la investigación social con enfoque en educación superior y derechos humanos a la educación, y derechos de los jóvenes.

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