12 de noviembre 2016
Noviembre del año pasado. Estábamos en la casa del colega Boligán en Ciudad de México, descansando luego de un evento en Puebla, junto a Marilena Nardí, colega italiana. Boligán hace una llamada por teléfono y va y nos dice algo como: "¿Quieren ir a conocer a Naranjo? Vive acá cerca...". Los dos extranjeros nos quedamos por un segundo enllavados... A ver, les explico: Es como que, para usar metáforas mexicanas, a un mariachi local le dijeran "¿Te apetece ir a visitar a Vicente a su casa?".
Pues más tardó en hacer la pregunta que nosotros en estar en la calle. Llegamos, nos recibió su esposa y nos hizo pasar adelante, al ratito de estar ya sentados en el comedor, lo vimos bajar las escaleras. Naranjo era un hombre grande de trayectoria, edad y cuerpo. Un caricaturista que por décadas desnudó la corrupción de la política mexicana en primer lugar, y de la mundial por añadidura. Ya lo había visto antes, en una conferencia, pero, famoso por ser uraño, en cuanto terminó la conferencia desapareció. Es por eso que tener la oportunidad de verlo y platicar a este nivel era especial.
Nos presentamos y pues cuando me tocó hablar, le platiqué que era de Nicaragua. En seguida reaccionó, conocía nuestro país, nuestra historia y recordaba el trabajo de Róger Sánchez. (Cualquiera que vea el trabajo de Naranjo y el de Róger puede notar cuánto el primero influenció al segundo).
Nos mostró también su nuevo libro que estaba por salir en esos días, a dúo con Juan Villoro titulado "Funerales Preventivos". Mientras se recetaba un tequilita hablamos de técnicas, (Naranjo tenía una paciencia de monje con la plumilla) y de todo un poco, y pues, pasamos un bonito rato, nos autografió no solo uno, sino dos de sus libros, cosa que le era ya un poco difícil por su condición.
Noviembre de este año:
Naranjo ya no está entre nosotros físicamente (Cabe recalcar que trabajó literalmente hasta que su cuerpo ya no pudo dar más. El último cartón es una parodia del grito de Edvard Munch protagonizado por Trump), pero su inspiración y ejemplo sin duda perdurarán. Gracias a él por eso y también a mi estimado Boligán por el regalo de este encuentro.