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Ecocidio o la nueva “Doctrina del Descubrimiento”

A propósito de la revolucionaria encíclica socio-ecológica Laudato si’, publicada hace ocho años por el Papa Francisco

Papa Francisco

Imagen de archivo del papa Francisco en el Vaticano. EFE

Citlali Rovirosa-Madrazo

1 de junio 2023

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En el contexto del aniversario de la publicación de la revolucionaria encíclica socio-ecológica Laudato si’ del papa Francisco, el Vaticano dio a conocer recientemente un documento que expresa el sentir de la Iglesia católica sobre la llamada “Doctrina del Descubrimiento” por su papel en la guerra de conquista del continente americano. Se trata de un histórico, importante documento que expresa repudio, y a la vez una disculpa, por las atrocidades cometidas en manos de los conquistadores que partieron “ultramar” por órdenes de los Reyes Católicos con la doble misión de expandir sus dominios y evangelizar al mundo. Cobijados en dicha doctrina, los conquistadores y colonizadores cometieron despojo y exterminio desde el primer momento del desembarco en las costas del Caribe.

No es la primera vez que la Iglesia expresa su mea culpa por los crímenes históricos cometidos en nombre de la evangelización. Tampoco es la primera vez que la Iglesia recuerda las notables acciones y declaraciones de los defensores de los indios, incluyendo la bula Sublimis Deus (1537) que prohibía la esclavitud de los pueblos indígenas y el embargo de sus propiedades; o los emblemáticos casos de Francisco de Vitoria y Fray Bartolomé de las Casas, o, la labor de las históricas misiones jesuitas en las más remotas aldeas del Continente, siendo algunos ignacianos del Virreinato considerados precursores de la Independencia.


Pero en esta nuestra era, cuando actos de despojo y etnocidio siguen cometiéndose impunemente en muchas comunidades, y cuando se cometen más crímenes contra la naturaleza que en ningún otro periodo histórico; el documento citado adquiere gran relevancia. La razón la encontramos en la encíclica Laudato si’ que en mayo cumplió ocho años de su publicación. En ella el magisterio socio-ecológico de la Iglesia católica del Siglo XXI deja claro que no puede haber regeneración ecológica sin reconocer los derechos de los pueblos indígenas. Con fundamento en las enseñanzas sociales de la Iglesia, la teología católica de la creación, y el riguroso enfoque interdisciplinario del magisterio científico de los jesuitas, la encíclica del papa Francisco deja claro, que, para afrontar y mitigar el desastre ambiental que azota al mundo, es fundamental voltear la mirada a los pueblos originarios. Ciertamente, repudiar en nuestro siglo la “Doctrina del Descubrimiento” significa reconocer de una vez por todas, los derechos de los pueblos indígenas. De ahí el beneplácito del Relator Especial de la ONU para los Pueblos Indígenas, Francisco Calí Tzay, al señalar que la “Doctrina del Descubrimiento representa una herida abierta que obstaculiza la reconciliación entre los estados colonialistas y los pueblos indígenas”.

Del Genocidio Colonial al Ecocidio Neocolonial

Pero bien sabe Francisco que el repudio a la aludida doctrina (y otras ideas de la vieja cristiandad europea procedentes de otras bulas papales del Siglo XV, así como la repulsión de los crímenes del pasado, incluyendo la esclavitud, la asimilación forzada y la apropiación de tierras; no tendrían sentido sin señalar y repudiar los crímenes del presente. Sería absurdo condenar el pasado colonial sin condenar el neocolonialismo hoy; sin nombrar a las corporaciones y Gobiernos responsables de la devastación ambiental, la colonización de la atmosfera, la erosión de la tierra, la deforestación y la destrucción de los océanos —por nombrar las más trilladas calamidades ambientales—. Muchos de estos crímenes hoy los cometen empresas españolas frecuentemente responsables de las derramas de petróleo en territorios indígenas, o promotoras de megaproyectos mineros, eólicos, turísticos o hidroeléctricos que generan devastación en poblaciones humanas y ecosistemas por igual. Por ello no parecería ocioso recordar que el Franquismo, que resurge hoy en España con gran fuerza, inculcó la exaltación patriótica de la Conquista. Esta exaltación renace hoy tras la mayor expansión de las multinacionales ibéricas desde el ‘desembarco’ neoliberal del Siglo XX, cuando la apertura comercial abrió la puerta a las firmas españolas que ciertamente no disimularon sus intereses en las viejas colonias. Muchas de ellas operan hoy alentadas por argucias y narrativas historiográficas que ponen en duda las atrocidades de la Conquista.

Al repudiar la “Doctrina del Descubrimiento”, la Iglesia parecería querer evitar el simple relevo de los ejecutores del colonialismo antiguo, por los nuevos gestores del neocolonialismo: las multinacionales actuando asiduamente en contubernio con Gobiernos corruptos y serviles en detrimento de pueblos indígenas y ecosistemas. Ahora bien, en la visión del obispo de Roma, los crímenes contra la naturaleza son un pecado; pero, para el autor de la Encíclica Laudato si’, los crímenes hoy contra la Madre Tierra son tan pecaminosos como fueron los crímenes contra los pueblos indígenas cinco siglos atrás. Esta es, por cierto, razón por la cual ha expresado su apoyo a la iniciativa de renombrados juristas internacionales que proponen enmiendas al Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI) a fin de institucionalizar la criminalización del Ecocidio.

Hoy pocos dudan del estado ruinoso que padece el sistema Tierra, y las causas y factores socioeconómicos del colapso socio-bioclimático que nuestra civilización padece. Los reportes científicos de innumerables instituciones académicas y organismos de Naciones Unidas como el IPCC son irrefutables; han sido reconocidos y aceptados universalmente, adquiriendo un nivel de consenso que pocos estudios científicos han logrado. Entre las comunidades más vulnerables –y menos responsables por la hecatombe se encuentran los pueblos indígenas y tribus del ‘Sur Global’que, a cinco siglos de la imposición de la referida doctrina, siguen padeciendo y resistiendo el legado colonialista, ahora marcado por los estragos del extractivismo, la tala ilegal, la ganadería y agricultura industrial, y el despojo generalizado de sus territorios- a pesar de ser ellos custodios de más del 80% de la biodiversidad del planeta.   

Pero, para que la mea culpa y constricción del Vaticano no queden en retórica es necesario que los gobernantes, empresarios, líderes mundiales y organizaciones religiosa escuchen sin prejuicio el mensaje de la encíclica del papa Francisco que, desde su publicación, ha ido ganando terreno, tanto en los debates públicos internacionales y científicos, como en las organizaciones de la sociedad civil que, sin limitarse a la comunidad católica, ha asumido como propias sus valores y misión. El mensaje de ecología integral del obispo de Roma y su análisis socioeconómico desarrollado con un enfoque interdisciplinario, intersectorial y decolonial, ha trascendido fronteras geográficas, ideológicas y culturales porque logra establecer la relación orgánica entre economía, ciencia, medio ambiente y justicia social, así como la inseparable relación entre derechos humanos y derechos de la naturaleza.

Ecocidio en la casa común de la Laudato si’

Uno de los conceptos básicos de la carta encíclica del papa Francisco dirigida a “todas las personas de buena voluntad” —creyentes y ateos por igual— es el llano concepto de “casa común”. En simple palabras, el papa nos recuerda que el planeta Tierra es la casa común, el hogar de todos, y como tal, debe ser protegido. Su encíclica nos alerta sobre la forma en que el modelo económico predominante en las últimas décadas ha llevado a la destrucción de nuestra casa. Por ello algunos académicos formulamos la importancia de incorporar en nuestra cultura, jurisprudencia y epistemologías, el concepto de ecocidio. Ecocidio significa, a grandes rasgos, daño y destrucción masiva de los ecosistemas; daño extendido, severo, pernicioso, irreversible o sistemático a la naturaleza. El vocablo Eco se deriva del griego oikos que significa hogar o casa, y, cide -del latín caedere, que significa derribar, matar. En otras palabras, ecocidio significa “matar o demoler nuestro hogar”.

Hoy día, proteger la casa común requiere una conversión ecológica, espiritual, cultural, tal como propone Francisco. Pero implica también una conversión jurídica: criminalizar el ecocidio es en muchos sentidos, condición de posibilidad para preservar la casa común, o lo que queda de ella… Cuando los sistemas socioeconómicos predominantes han convertido a todo un planeta en ‘zonas de sacrificio’, es evidente que estamos hablando de suicidio, genocidio y ecocidio simultáneamente.

Hoy vemos cómo la historia se repite al imponerse nuevas doctrinas –sea la doctrina del ‘progreso’, la de ‘seguridad nacional’, la del ‘desarrollo’, o, incluso, la de la ‘transición energética’. En nombre de —por citar un ejemplo— las ‘energías limpias’, el extractivismo de ‘metales raros’ avanza sobre los territorios indígenas causando muchas veces destrucción. Una cosa es clara, si la Iglesia católica y los miles de millones de personas que profesan su religión realmente buscan desterrar de sus almas la llamada “Doctrina del Descubrimiento”, si verdaderamente quieren lavar el yerro y la culpa histórica, es crucial aceptar que no se puede poner fin al genocidio iniciado hace cinco siglos, si no reconocemos cabalmente los derechos de los pueblos indígenas, y si no frenamos el avance del ecocidio en sus territorios.

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Citlali Rovirosa-Madrazo

Citlali Rovirosa-Madrazo

Periodista y socióloga mexicana. Es máster y doctora por la Universidad de Essex, Inglaterra. Actualmente es investigadora visitante del Interdisciplinary Global Development Centre (IGDC) de la Universidad de York, Inglaterra.

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