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Dictaduras de hoy: el segundo asesinato de Alexéi Navalni

En custodia carcelaria, toda muerte no-esclarecida es un crimen de Estado

Alexéi Navalni. Foto: EFE | Confidencial

Héctor Schamis

20 de febrero 2024

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Alexéi Navalni murió en la Colonia Penal IK-3, localizada en la región de Yamalo-Nenets 1,200 millas al nordeste de Moscú y dentro del Círculo Polar. Las “colonias penales” son los Gulags de Putin. Murió por causas naturales, dice el comunicado del servicio penitenciario y del Kremlin. Es toda la información proporcionada, sin informe de autopsia ni entrega del cuerpo a su familia.

Los lideres occidentales responsabilizaron a Putin de inmediato. “Que quede claro, Putin es responsable por la muerte de Navalni”, afirmó Joe Biden. El “Foreign Office” a su vez (cancillería británica) hizo al gobierno ruso “completamente responsable”, pidiéndole explicaciones al embajador. “Muestra que Putin a nada le teme más que al disenso de su propio pueblo”, aseguró la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen. “Fue lentamente asesinado por Putin y su régimen”, concluyó.


De ahí “segundo asesinato” aquí. En agosto de 2020 Navalni había entrado en coma por envenenamiento. Inesperadamente, el Kremlin autorizó su traslado a Berlín para ser tratado en un hospital. Recuperado, regresó a Moscú en enero de 2021, siendo arrestado en la zona de inmigración del aeropuerto “por no presentarse al juzgado a comparecer en su audiencia de libertad condicional”. Fue condenado casi en el acto a 19 años, que cumplía en Yamalo-Nenets.

En junio de 2021, luego de una reunión en Ginebra, Biden declaró que había advertido a Putin que si Navalni muriera en prisión, Rusia enfrentaría consecuencias devastadoras. No fue especificado entonces cuales serían dichas consecuencias, pero sí fue claro que Putin no se sintió afectado. Ocho meses después invadía Ucrania, cometiendo crímenes de guerra y de lesa humanidad.

La muerte de adversarios políticos por “causas naturales” es una costumbre ancestral rusa. Ocurre desde las contiendas palaciegas en las cortes de los zares y luego con operaciones de mayor sofisticación a partir de la revolución de 1917. Lenin creo un laboratorio secreto a tal efecto en 1921. Según Pavel Sudoplatov, jefe de espías de Stalin, la KGB era partidaria del envenenamiento como mejor método para lidiar con enemigos del Estado, rivales y exiliados.

La agencia FSB, sucesora de la KGB, comparte el principio usando el envenenamiento y otros métodos. No son pocos los disidentes, periodistas, dirigentes de derechos humanos, adversarios políticos y oligarcas caídos en desgracia que murieron por supuestas causas naturales jamás esclarecidas. Y debe agregarse el suicidio, dado el número importante de oficiales militares y funcionarios del área de defensa que misteriosamente saltan desde la ventana de algún hotel.

Replicado en el hemisferio americano, la afinidad ideológica ha hecho de Cuba un imitador desde el mismo comienzo del periodo revolucionario. Nótese el caso temprano de Enrique Guiral en 1961, diabético a quien se le privó de la insulina enviada por su familia, el accidente simulado en el que fue asesinado Oswaldo Payá en 2012, y los muertos en prisión después de las protestas de julio de 2021. El 19 de noviembre pasado, Luis Barrios Díaz falleció luego de desarrollar una afección pulmonar en la cárcel. En 65 años, los casos similares son cientos si no miles.

Así como en Venezuela, donde la muerte de Fernando Albán en octubre de 2018, encarcelado en el Helicoide, se atribuyó a un suicidio. Y la del general Raúl Isaías Baduel en octubre de 2021 también en el Helicoide, supuestamente por covid-19, son parte de dicho patrón. Agréguese el caso de la muerte del comandante Hugo Torres en manos de la dictadura de Ortega-Murillo, sin que jamás se diera explicación alguna sobre la misma.

En custodia carcelaria, toda muerte no-esclarecida es un crimen de Estado, mucho más en dictadura. La muerte en la opacidad es su ADN. Ocurre que las dictaduras de hoy simulan ser democracias.

Hablan de derechos, de elecciones libres y justas en sistemas de partido único, y llevan a cabo sofisticados procedimientos judiciales. En ellos reproducen el lenguaje y los rituales jurídicos, pero solo se recrea la ficción del Estado de Derecho. La única certeza, en realidad, es la injusticia y la arbitrariedad. Hay elecciones presidenciales el próximo 16 de marzo en Rusia, un mes después del asesinato de Navalni.

*Texto originalmente publicado en Infobae

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Héctor Schamis

Héctor Schamis

Académico argentino. Actualmente es profesor en el Centro de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Georgetown. Es autor de varios libros y articulista de opinión en diferentes medios.

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