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Créemelo, todos nos vamos a morir

He vivido una buena vida. Si ha de venir que venga, hice lo que quise, lo que quise debía hacer, y algunas cosas ni las pensé

Ilustración del libro "Las intermitencias de la Muerte", de José Saramago.

Sylvia Torres

27 de junio 2017

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Les prometo no morirme, tituló Ahmed Campos uno de sus poemas. Y fue mi mantra mucho tiempo, aunque a él lo mataran. Hoy lo sustituí con otro poema, el de Blanca Castellón que dice: "Todos nos vamos a morir".  Y en esta etapa de mi vida la muerte se me insinúa, me ronda en la partida de gente de mi generación, se filtra por la secreta dolencia de alguna amiga, la lenta agonía de gente muy querida y cercana y en mi propia vulnerabilidad, aunque tampoco es que esté por morirme, que yo sepa. Nos vamos a morir algún día sí, no hoy.

Rechazo los eufemismos. Ya que duele tanto, hay que nombrarla, se murió Laura Amanda, Carlos Núñez, Nelba Cecilia, la hermana de mi amiga, Brianna la hija de mi amiga, mi amiga, la ex de mi marido. Y todavía me duelen, y me enoja que se hayan muerto. Me duele mi hija que no llegué a cargar. Las hijas que mis amigas no llegaron a cargar. No les tocaba morirse, estaban llegando a la vida o eran jóvenes. Tendría la vida haber tenido que sonreírles. Pero no. Se murieron, están sus cuerpos ya fundidos con la tierra, o ya se reintegraron a la naturaleza. Viven tercamente en nuestra memoria.


Y ahora, quienes nos salvamos, gracias a las diosas, del interrumpido llamado a la clandestinidad, de las emboscadas, de los camiones sin freno, de los casi accidentes donde colgamos por tiempo indefinido con una rueda en el vacío, más preocupadas por la gente que dormía en el bajo del guindo que por nosotras mismas, o la gracia que nos hizo la suerte, en un camino de montañas, tirar a las suertes: ¿por el puente o por debajo?, y nos fuimos por el río y el puente había sido volado para evitar el cruce de las tropas enemigas. ¡Qué risas!, alaa, nos salvamos.

Hay gente que, con todo su derecho, piensa que, al nombrar la muerte la llaman, y la tratan como a Voldemort, aquella cuyo nombre no se dice. Me niego al eufemismo. La conjuro, le quito fuerza, y la pongo de mi lado. He vivido una buena vida. Si ha de venir que venga, hice lo que quise, lo que quise debía hacer, y algunas cosas ni las pensé. Ahora estoy aquí, estoy con mis memorias de amores perros, amores ruiseñores, amores cavernícolas, brotheres amigas, amigos, con quienes encontramos el sentido de la vida.  Vivido a fondo.

Muerte, ¿dónde tu victoria? Conmigo, Nel pastel. Algún día iré a la tumba fría, ya lo dije, espero que no sea pronto. Total, que del suelo no pasamos, dice Sofía, a quien tanto quiero. Y así es la vida y no de otra manera, como dice la Maga a quien no quiero menos. No me estoy despidiendo, aunque puede que este escrito suene raro. Estoy bien, melancólica tal vez. Pero, bien, repito y comparto, de Los Moridores, de Blanca Castellón:

“Todos nos vamos a morir

Sin orden alfabético,

Sin mayor organización…

los visitantes del facebook

los que viajan en buses

los que duermen desnudos

los que destruyen fuentes

musicales en las plazas

los que comen salteado

los que escriben poemas

los que escuchan su ipod

los que abusan de las flores

de los ríos y del libre albedrio

de los árboles

Te lo digo, lo he venido notando

En la agenda de mi celular,

Nombres que hay que borrar en los álbumes de fotos,

Fotos que hay que enmarcar con especial nostalgia...

Todos nos vamos a morir

Más hondo que como morimos cada día

Más largo que como morimos cada día.

Créemelo, todos nos vamos a morir.

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Sylvia Torres

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