28 de diciembre 2021

América Latina debe tener una visión a largo plazo de los aranceles

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Ni de izquierda ni de derecha. Los dictadores de hoy son practicantes de un falso ascetismo que pretenden hacer pasar como “idealismo revolucionario”
Daniel Ortega y Rosario Murillo. Foto: Tomada de El 19 Digital
Cuando se afirma que no hay desarrollo sin contradicciones estamos ante una verdad, pero no seríamos consecuentes si la aceptáramos como una verdad absoluta pues, en otro momento y en otras condiciones, las contradicciones pueden frenar el desarrollo.
No se trata de un juego de palabras, sino algo demostrable. Pensamos en algo archiconocido: los términos o conceptos políticos izquierda y derecha surgieron de modo fortuito durante el triunfo de la Revolución francesa (1789) y cuando se instituyó la Convención Nacional (1791), donde los revolucionarios –montañeses— se ubicaron a la izquierda y los de la burguesa ilustrada –girondinos— a la derecha.
Es decir, la derecha y la izquierda, son nombres de dos simples lugares en el espacio, se volvieron símbolos de una contradicción política ideológica, no por sí mismas, sino porque los dos grupos de diputados representaban clases sociales opuestas, una de ideas liberales y la otra de ideas conservadoras.
La Revolución francesa fue seguida por la Revolución industrial (1820 en Francia) así llamada la transformación del modo de la producción feudal, al modo de producción capitalista y, en ese proceso, la burguesía fue una clase revolucionaria contra el orden social feudal. Pero, con el desarrollo del sistema capitalista, y en este otro momento histórico, la burguesía pasó de clase revolucionaria contra el feudalismo a clase dominante interesada en la perpetuidad del capitalismo.
En general, aquel hecho histórico es un ejemplo de cómo la burguesía liberal –de izquierdas en el feudalismo— se volvió una clase conservadora –de derechas— en el capitalismo. De este modo, las nuevas contradicciones económicas, políticas y sociales frenaron el desarrollo ideológico progresista de la clase burguesa.
II
Ese ejemplo de cómo se puede ser una cosa y también otra cosa siendo la misma, según cada momento histórico, nos sirve para demostrar que –desde entonces— ser de izquierdas no es una vacuna que proteja para siempre contra la posibilidad de llegar a ser de derechas, porque cuando cambian las condiciones reales de vida, a cualquiera se le “pega” el “virus” derechista.
Así, tampoco la condición de derecha podría servir como modelo de perpetuidad, pues en el proceso de las luchas sociales y en determinado tiempo, las izquierdas y las derechas dejaron de ser corrientes políticas homogéneas. Ahora hay tantas maneras de comportarse como de la izquierda, como de la derecha, porque, ninguna de estas corrientes políticas ideológicas pudo ser de una vez para siempre. Adquirieron tantos matices ideológicos en los procesos de luchas sociales, que ahora tienen más matices que el arcoíris.
Antes de continuar, es obligado reconocer que este tema lo sugirieron los medios de comunicación que, al respecto de las calificaciones políticas en el mundo –de izquierdas y derechas— confunden a su audiencia. Existe Internet, que facilita asomarse a todos rincones del mundo a ver las cosas como si todos los pobladores del mundo fuéramos vecinos de un mismo barrio.
Pero, a pesar de la posibilidad de saberlo casi todo a través de la Internet, apenas percibimos que también los tergiversadores de los hechos son nuestros vecinos y, que, frecuentemente nos dan gatos por liebres. Y esto, precisamente, es lo que pasa cuando las noticias tienen que ver con los movimientos, partidos y grupos oficialmente llamados o conocidos como de izquierda, o sus contrarios de la derecha.
Estos engaños también son productos de una contradicción: nunca como en estos tiempos se tiene más facilidades para acceder a toda clase de información –sin contar, claro está— con la información secreta secuestrada por los Gobiernos, pero la información que circula libremente, también puede ser libremente manipulada.
Partiendo de esta realidad es que se hace perjudicial el hábito de pensar en la existencia de verdades absolutas, sobre todo si le concedemos el don de la infalibilidad a ciertas opiniones por su procedencia social, por el alto nivel del cargo político de las personas, o por el país de nuestras simpatías y de las personas que lo representan.
Si tal cosa pasa con cualquier persona, digamos, consumidora de noticias tergiversadas, y que luego se convierte en su reproductora, ya podemos imaginar el perjuicio mayor que puede causar la información tergiversada planificada y consciente de sus objetivos políticos.
III
Trayendo ese asunto de la información general al terreno particular de los partidos y Gobiernos calificados como de izquierdas, sin ninguna diferenciación, mucho menos cuando no media un mínimo de sentido crítico de parte de cierta información diaria, vemos que ha surgido un mar de confusiones al respecto.
En ese mar navega el orteguismo como en su charco, con la bandera de izquierda que les izan los medios de comunicación. Es frecuente que también los hacen navegar por la izquierda a la par de Gobiernos como el de López Obrador, por ejemplo.
Con mucha generosidad podemos admitir que los dictadores de hoy, en el ayer fueron oficialmente revolucionarios dentro de un movimiento armado de izquierda, como era el FSLN, pero ahora –y desde hace más de los quince años que llevan gobernando— solo son practicantes de un falso ascetismo (mentirosa práctica de espiritualismo religioso) que pretenden hacerlo pasar como “idealismo revolucionario”.
Veamos esas prácticas:
¿Será necesario decirlo? No. Pero lo digo: nada de estas prácticas “religiosas” tiene que ver con ningún militante de los mil tonos de izquierdas que pudieran existir.
Para eso mandan… ¡jodido! Y si lo hacen “a nombre de Dios”, es porque piensan que así estarán a salvo… de la justicia.
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Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.
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