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China después del covid cero

Cuando un Gobierno puede ordenar el cierre de una ciudad completa en cualquier momento, los productores no pueden funcionar

Foto: EFE | Confidencial

Qian Liu

11 de diciembre 2022

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La capacidad de China de ejecutar políticas importantes es siempre sorprendente, y el giro en 180 grados en la estrategia de covid cero que había estado implementando casi religiosamente por casi tres años no es la excepción. Prácticamente de la noche a la mañana, el gobierno comenzó a desmantelar centros de pruebas del covid-19, que antes estaban en todas partes. Los medios de comunicación estatales empezaron a recalcar que la variante Ómicron es muy suave. Repentinamente, los residentes de muchas ciudades fueron liberados de la cuarentena: por ejemplo, la gente en Guangzhou puede ahora ir de una cuarentena residencial a un bar de karaoke en cuestión de dos horas.

La era del pos-covid ha llegado a China. ¿Y ahora, qué?


A medida que las drásticas normas de cuarentena se vuelven cosas del pasado, el pueblo chino podrá reanudar parte de sus vidas prepandémicas. Volverán a sus oficinas, a comprar en tiendas por departamentos, a cenar en restaurantes y a visitar parques y templos, todo sin tomarse pruebas del covid a diario ni temer una estadía obligatoria en un centro de cuarentena.

Pero China no puede simplemente decir adiós a la pandemia. La tasa de vacunación sigue baja, con solo 40% de las personas mayores de 80 años vacunadas con tres dosis (incluido un refuerzo). Y la capacidad de sus hospitales -3,4 camas de cuidados intensivos por cada 100 000 personas, está muy por debajo de los niveles de los países desarrollados. El Reino Unido cuenta con tres veces más, Estados Unidos tiene 7,5 veces eso, y Alemania, 10 veces más.

Esto implica que podemos esperar una enorme alza en la cantidad de infecciones y muertes, y una creciente presión sobre el sistema sanitario. Si bien este es claramente un desafío serio, China debe enfrentarlo para reintegrarse al mundo pos-covid. Es mejor pinchar un forúnculo ahora que dejar que se infecte.

Pero pincharlo será doloroso, especialmente dada la arraigada suspicacia de muchos chinos hacia las vacunas y los medicamentos occidentales, y eso será una difícil prueba política para el gobernante Partido Comunista de China (CPC). La ventaja que ofrece la situación actual es que el gobierno puede afirmar que este paso se da porque la gente lo pide. En efecto, las protestas que estallaron en varias ciudades chinas estas últimas semanas pueden haber dado al gobierno justo la razón que necesitaba -o incluso buscaba- para eliminar una política de cuya eficacia de había jactado demasiado bien (dentro del país, por lo menos) por demasiado tiempo.

A principios de 2020, las estrictas cuarentenas de China, en la práctica, hicieron que el covid-19 quedara bajo control, dando tiempo al resto del mundo para que implementara medidas similares y controlara la propagación del virus. Lamentablemente, el mundo no aprovechó la oportunidad, y en 2020 y 2021, los países sufrieron ola tras ola de brotes de sus variantes. A medida que el recuento de muertes crecía a su alrededor, China, gracias a su estrategia de covid cero, pudo vivir sin el virus.

Entonces llegó la variante Ómicron. Sus particulares características -mucho más transmisible, pero causante de síntomas mucho más leves- deberían haber llevado a China a ajustar su enfoque. Pero ¿lo aceptarían los propios chinos? Una salida del covid cero sería difícil de explicar a todos los ciudadanos que, alentados por un gobierno en el cual confiaban, habían pasado años creyendo que el covid puede ser mortal, y que la decisión de Occidente de alcanzar la inmunidad de rebaño mostraba un cruel desprecio hacia la vida y la humanidad de la gente. También sería complejo de explicar a todos los miembros del CPC que habían trabajado incansablemente para defender al Partido y sus políticas.

Sí, Ómicron fue una variante diferente. Pero en un país que da tanta importancia a la reputación pública, el gobierno necesitaba mucho más que eso. Y “eso” lo proveyeron las protestas anticuarentena, animadas por profundas frustraciones acumuladas. Los casos aumentarán y los sistemas de atención de salud se verán bajo presión, pero las voces del pueblo habrán sido escuchadas.

Esto no significa que el gobierno chino haya abierto las puertas a más protestas. Por el contrario, tomará firmes medidas para que no se repitan. Las autoridades ya han prohibido varias plataformas de redes sociales, temiendo que puedan facilitar un alzamiento como los que barrieron el mundo árabe hace una década. El hecho mismo de que la gente haya podido organizar protestas en tantas ciudades indica que se aplicarán controles todavía más estrictos sobre las redes sociales.

El 20º Congreso del CPC chino, celebrado en octubre, recalcó que “el desarrollo es la máxima prioridad del Partido para gobernar y rejuvenecer China”. Pero la economía se está estancando. El PIB de China creció apenas un 3% en los tres primeros semestres de este año, el índice más bajo (con la excepción de 2020, cuando se inició la pandemia) desde que Deng Xiaoping lanzara su “reforma y apertura” hace más de 40 años.

También han cambiado los impulsores del crecimiento chino. En 2019, el consumo privado fue el factor que más incidió en su aumento, y las exportaciones se redujeron. Hoy, el consumo privado vuelve a estar una trayectoria negativa, no en menor medida por el golpe que significaron las cuarentenas tanto para los ingresos como para la confianza de los consumidores.

Cuando un Gobierno puede ordenar el cierre de una ciudad completa en cualquier momento, los productores no pueden funcionar ni planificar adecuadamente. Las utilidades de las grandes empresas industriales cayeron un 3% en el periodo enero-octubre, en comparación con el año pasado. En Beijing, se desplomaron en un 43,6%. La economía china está cayendo por un precipicio.

Los líderes chinos están muy conscientes de que una economía estancada remecerá la confianza del pueblo en el Gobierno y socavará la legitimidad del CPC. Por consiguiente, ante la opción de reanudar el crecimiento económico o mantener la ahora impopular política de covid cero, gana el crecimiento. La buena noticia es que, gracias a su alta eficiencia de implementación, la economía china puede ser capaz de recuperarse sorprendentemente rápido.


* Qian Liu es una economista que reside en China.

** Texto original publicado por Project Syndicate

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