26 de noviembre 2015
No suena raro halagar al Barcelona tras dos goleadas seguidas. Derroches futbolísticos se han vivido en el Can Barca rozando elogios que solo un tal Pep´ Guardiola se había ganado. Luis Enrique desmanteló al Real Madrid y a la Roma porque sabe a lo que juega y sus dirigidos encuentran solidez en sus palabras.
Es fácil jugar al futbol con tanto talento. Con un Iniesta que cuando juega, revoluciona, Busquets que cuida de la medular y sobre todo un tridente en línea ofensiva que aparece siempre. El cambio de ritmo que propone la media cancha catalana no la tenían en los tiempos del hexacampeonato, ni mucho menos la pegada en última línea. Quizás se ha limitado a los laterales, pero siguen siendo importantes para la ocupación de espacios y equilibrio, cosa que al final el movimiento entre líneas determina si es efectivo o no.
Un Real Madrid que se desmorona fue la víctima más importante de tanta brillantez precisamente por la falta de equilibrio en su zona media. Un onceno sin destructores naturales de juego le brindó mucho espacio a los rompimientos azulgranas ya mencionados. Casemiro si hizo mucha falta, y finalmente Iniesta y Sergi Roberto desde la banda ocuparon el hueco. Lo que hizo Suarez es historia, pero fue el contexto, la paciencia y fijación de defensas lo que le dio al uruguayo la apertura a gol.
Podrá ser solo un detalle, pero la gran diferencia entre Benítez y Luis Enrique parece ser la convicción. Los blancos deben ser un fortín y crear un ambiente entorno a si se cree o no en el entrenador. Ha existido un golpe sobre la mesa en cuanto a palabras, pero será en cancha donde los madrileños demuestren que tanto están casados con la idea que intenta proponer el hoy cuestionado.