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Balance insospechado de las elecciones municipales

La derrota sufrida en ocho alcaldías no es un tema baladí para un partido de vocación totalitaria

Simpatizantes del FSLN protestan en Niquinohomo por la imposición de candidatos a las elecciones municipales, en agosto de 2017. Carlos Herrera | Confidencial.

Silvio Prado

8 de enero 2018

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A pocos días de que los gobiernos municipales electos en noviembre de 2017 asuman su mandato para un nuevo período, todavía quedan pendientes algunas lecturas de aquellos resultados. Lo obvio ya ha sido tratado con abundancia en estas y otras páginas: la abstención récord, los fraudes denunciados, las alcaldías donde seguirá gobernando el FSLN y aquellas donde lo hará por efecto de la extorsión con las transferencias presupuestarias. Sin embargo, aún quedan hechos políticos apenas mencionados: Las alcaldías que perdió el FSLN y las consecuencias esperables: la tutela y la reversión de los cargos.

Las elecciones municipales arrojaron un saldo inesperado. Por primera vez desde que se restableció la elección de las autoridades locales, el FSLN perdió ocho alcaldías. Antes, en 2008, sólo había perdido una -Boaco-, pero prácticamente la recuperó con la colaboración de los concejales del PLC año y medio después. Si se saca la víspera por este comportamiento del FSLN cuando ha sido desalojado del gobierno local, y por algunas manipulaciones de las transferencias conocidas en los últimos días, es posible sacar cómo será el día para estas ocho alcaldías.


Es cierto que el FSLN ganó ocho alcaldías en las que antes nunca había gobernado, pero la derrota sufrida en otras ocho no es un tema baladí para un partido de vocación totalitaria. Quien conozca un poco al Frente sabe que la pérdida de ocho gobiernos locales es interpretada por sus jerarcas más bien como una afrenta, una vergüenza que va a allá del revés político: es el fracaso de su supuesta superioridad moral ante los demás (partidos) y el mundo (el resto de la sociedad.

Por eso no se puede caer en la facilidad aritmética de decir que al perder tantas alcaldías como ganó, quedó prácticamente en “tablas”. No. La derrota en esas ocho alcaldías significa pérdida de poder para quien quiere todo el poder, el desalojo físico y político de edificios públicos, y con ello el destape del manejo secretista de la administración pública con lo que ello implica: las planillas infladas para dar trabajo a los agentes del partido, los chanchullos con las obras públicas, el desvío de fondos con fines partidistas y personales, y el no menos execrable castigo a los sectores de la población “no afecta” al régimen de Ortega.

Cada alcaldía perdida es menos trabajo para sus operadores, menos ingresos para sus arcas, menos poder de compra y clientelismo, y menos poder para reprimir.

A estos perjuicios directos hay que sumarle los derivados de la incertidumbre que sólo el orteguismo padece con certeza. Sólo el régimen sabe que la abstención fue más alta de la calculada incluso por fuentes independientes, así como el tamaño del fraude que se vieron obligados a ejecutar a pesar de la masiva abstención. La incertidumbre se alimenta de la lógica: si la abstención sólo hubiera ocurrido entre la población opositora, no hubieran tenido que echar mano del fraude. Ergo, también hubo abstención entre los sectores supuestamente afines al gobierno nacional, lo que abre las compuertas de la incertidumbre, de cuya mano vienen las amenazas: las que representa la población y los partidos opositores, y las de dentro del propio FSLN.

A pesar de este estado de ánimo el orteguismo no se resignará a lamerse las heridas en un rincón de la política. Urgido por controlarlo todo, se dispondrá a recuperar el terreno y el poder perdido. Ya que no pudo impedir las derrotas en esas ocho alcaldías empeñará sus esfuerzos en inutilizar los resultados adversos. Tratará de imponer la tutela de los no electos (secretarios y operadores políticos) a los electos, e intentará revertir lo más pronto posible el mandato de las nuevas autoridades que no sean de su predilección.

Ambas, tutela y reversión (Schedler) ya le funcionaron en Boaco entre 2009 y 2010. Ahora tratará de ampliar su escala.

Incapaz de someter las nuevas autoridades a la tutela de los secretarios políticos, recurrirá al control de los Concejos Municipales mediante la compra, presión o chantaje de los concejales de las nuevas mayorías. Es sabido que todos somos susceptibles de ceder ante halagos o amenazas; que todos los concejales tienen familias, hijos que necesitan becas, padres que están enfermos, estrecheces económicas e irregularidades en sus negocios  o en sus vidas privadas.  Un amplio filón para torcer las lealtades de los recién electos. Asimismo, los agentes del orteguismo podrán echar mano de las presiones políticas y económicas del personal supernumerario que los gobiernos salientes hayan contratado. Con todas estas opciones a la vista, el Frente intentará seguir siendo el poder tras el gobierno local.

De no lograr el control del Concejo Municipal, tratará de revertir el encargo de gobernar obstaculizando las decisiones y saboteando los proyectos. Para ello dispone de la manipulación de las transferencias a las municipalidades que ya le dio buenos resultados en Waslala, Río Blanco, Bocay y Villa Sandino, en otros casos. Un ejemplo de lo que será su comportamiento lo encontramos en lo que hace pocos días denunciaba un experto en finanzas municipales. La propuesta inicial de Ley Anual de Presupuesto General de la República enviada por el Ministerio de Hacienda y Crédito Público a la Asamblea Nacional, fue modificada discrecionalmente en el hemiciclo recortando las partidas para los municipios donde perdió el FSLN y multiplicando la destinada a los municipios, como Waslala, arrebatados a la oposición.

Es previsible que las transferencias sigan siendo utilizadas como zanahoria y garrote para poner de rodillas a los gobiernos no orteguistas, como fuera denunciado por la alcaldía de Pantasma en el período anterior. También es esperable que el gobierno central siga utilizando las inversiones nacionales para retorcer las voluntades autónomas de las nuevas municipalidades.

Así, aplicando cuotas de tutela y reversión, el autoritarismo tratará de lavarse la bofetada que se llevó contra todo pronóstico el pasado 5 de noviembre. Quizás logre recuperar alguna alcaldía. Para ello tiene todas las herramientas, ningún escrúpulo y cuatro años por delante. Sin embargo,  nada de lo que haga en ese tiempo podrá borrar la imagen de que su maquinaria de dominación pierde aceite y que el proyecto autócrata ha empezado a dar muestras de agotamiento en los municipios, el mismo lugar donde empezó a acumular su retorno al poder.

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Silvio Prado

Silvio Prado

Politólogo y sociólogo nicaragüense, viviendo en España. Es municipalista e investigador en temas relacionados con participación ciudadana y sociedad civil.

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