28 de febrero 2024
El nuevo reportaje de la prensa norteamericana sobre el #narcopresidente ha suscitado reacciones delirantes y desbocadas de Andrés Manuel López Obrador, de Morena, de sus aliados y colaboradores. También ha provocado muchas dudas entre los lectores del largo artículo de The New York Times, firmado por la jefa de la corresponsalía aquí en México y por el periodista que cubre los temas jurídicos y de seguridad de México en Nueva York, Alan Feuer.
Entre otros motivos de escepticismo, existe el hecho de que, en primer lugar, el reportaje parece basarse fundamentalmente en documentos de los juicios que se han llevado a cabo en Nueva York y que ha cubierto Feuer, sobre todo el del Chapo y el de García Luna, y en menor medida el de Cienfuegos. Y en segundo lugar, porque rápidamente la Casa Blanca afirmó que López Obrador no estaba bajo investigación, aunque era obligación del Gobierno de Estados Unidos investigar cualquier acusación que se hiciera al respecto, dando a entender tácitamente que en efecto hubo tal investigación en el pasado.
Quienes dudan de la solidez del trabajo del “pasquín inmundo” que le quita el sueño a López Obrador, apuntan en una dirección específica. Piensan, con algo de razón, en vista de que Feuer ha cubierto todos estos juicios en Nueva York y que además escribió un libro sobre el Chapo, ha tenido acceso a todos los documentos de los juicios de los tribunales federales en Nueva York y que la información que publica el reportaje proviene de ahí.
En otras palabras, se trata simplemente de interrogatorios que los fiscales de los Distritos del Sur o del Este de Nueva York, y agentes de la DEA, realizaron con testigos protegidos o con otros acusados en esos juicios, y que respondieron de esa manera por razones propias. No habría, desde esta perspectiva, nada nuevo en el reportaje de The New York Times.
Este escepticismo, sin embargo, no corresponde del todo a la realidad del artículo. En él, en efecto, se afirma que las fuentes consisten en los registros —o records— de las autoridades, refiriéndose a toda la documentación de los juicios del Chapo y de García Luna, principalmente. Pero también se sostiene que tres funcionarios norteamericanos corroboraron esta información como fuentes, que existen intervenciones telefónicas y videos que apoyan las afirmaciones del diario neoyorkino, y que incluso se conoce el nombre del aliado, confidente o amigo de López Obrador que recibió los recursos en uno de los casos citados de la campaña de 2018.
Esta versión ligeramente distinta a la de que Feuer, simplemente, recuperó interrogatorios o denuncias de testigos protegidos en los juicios mencionados, puede dificultar la fácil descalificación del artículo de marras. El desmentido por parte del portavoz de Seguridad Nacional de la Casa Blanca simplemente se inscribe en una serie ya larga de apoyos constantes por parte de las administraciones de Trump y Biden a López Obrador, tal y como lo señala The New York Times, por tratarse de alguien que le hace el trabajo sucio a Estados Unidos en materia migratoria. Nadie quiere poner en peligro esa faena, y saben que un personaje volátil, al final de su mandato y acosado en múltiples frentes, puede responder de manera imprevisible ante acusaciones de este tipo.
Pero a la larga, el Gobierno de Biden, en particular, deberá enfrentar investigaciones, y en su caso demandas y juicios, por haberse hecho de la vista gorda repetidamente ante lo que puede ser, en efecto, el vínculo entre López Obrador y el crimen organizado en México. Lo más probable es que haya más reportajes de más medios norteamericanos, no porque agarren a México de piñata, sino porque ya se sabe que los vínculos entre sucesivos Gobiernos mexicanos y el narco son antiguos, sólidos y susceptibles de ser descubiertos. Ahí está García Luna, por si alguien lo dudara.
*Artículo publicado originalmente en Nexos.