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Playa, brisa y pandemia en Semana Santa

La incongruencia en las políticas públicas destinadas al turismo en la región pone en riesgo los esfuerzos contra la pandemia de covid-19

Foto arte: Connectas

Indhira Suero* | Connectas

1 de abril 2021

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En condiciones normales, pocas personas rechazarían pasar unas vacaciones en los destinos de América Latina: disfrutar del sol, el mar, el vaivén de los cocoteros y relajarse a sus anchas. Solo que en los días que corren, hacerlo podría poner sus vidas en peligro.


Ni pensarlo.

Pero la congruencia no es un concepto que defina a América Latina. Con la llegada del covid-19 al continente, el turismo, uno de los sectores más afectados por la pandemia no solo en el nivel regional, sino mundial, sufre esa falta de coordinación con particular fuerza.

Y justo ahora, en plena Semana Santa, la necesidad económica de abrir sitios clave para el turismo hemisférico pone fuerte presión sobre el cierre de las fronteras, el distanciamiento y en fin, las medidas de bioseguridad en la región.

Pero esto va más allá.

América Latina es una de las zonas más golpeadas del mundo tanto en el aspecto sanitario como en el económico. Y en ausencia de políticas coordinadas, los gobiernos buscan distintas y variopintas posibilidades de recuperación.

Por ejemplo Chile, que ha vacunado en mayor porcentaje de sus habitantes en el subcontinente, acaba de confinarlos. Mientras tanto Nicaragua, que va mucho más atrás en ese proceso, anuncia más de mil actividades para promover el turismo. En esos y otros países solo hay un principio en común: que para recuperar el turismo es necesario vacunar a la mayor parte de la gente.

Para el doctor Gerardo Herrera, académico de la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México, esa es la variable más importante. Mientras el nivel de la pandemia no disminuya, no se puede hablar de la recuperación. Pero Herrera pone el dedo en la llaga: “Suena un poco esquizofrénico. Quédate en casa, pero reactivemos el turismo. Están tratando de darle oxígeno al turismo, pero no es crecimiento, eso es sobrevivir”.

Aire para respirar

Al hablar de dar oxígeno al turismo, habría que empezar por México, donde la pandemia ha consumido casi todo el aire. Es una de las naciones con más muertos (unos 200.000), nuevas infecciones y menos pruebas realizadas: 158 tests por millón de habitantes, solo por encima de Haití y Nicaragua.

Aunque fue el primero en LATAM que recibió la vacuna contra el virus —acordó comprar más de 234 millones de dosis— hasta la primera semana de marzo solo había recibido el 1,7 por ciento.

Poco respiro para ese país.

Además de la actitud de su presidente, Manuel Lopez Obrador, de "no usar cubrebocas porque él ya tuvo la enfermedad”, México toma medidas de seguridad muy relajadas en el afán por atraer más turismo. Tanto así, que en sitios como Cancún los hoteleros solicitan más control, ya que creen que esa situación puede afectarles como destino.

Pero es que las cifras lo dicen todo: tal y como lo indica el periodista Alejandro Castro, de Quintana Roo, los ingresos por turismo representan casi el 10 por ciento del Producto Interno Bruto Nacional. Y en el Caribe mexicano las ocupaciones hoteleras se encuentran por debajo del 40 por ciento.

Lo cual se ve agravado porque, al igual que en otros países, esto no es lo único que ha enfrentado el sector. En efecto, en los últimos tiempos sus costas se han visto afectadas por la inseguridad y, como si fuera poco, por la proliferación del sargazo, un alga que afea gravemente el panorama en las playas.

Praia e sol

En Brasil, el covid-19 se convirtió en un nuevo maracanazo para el gigante de Suramérica. Más de un año después de su llegada, Brasil es el lugar del planeta donde más contagios y muertes por coronavirus se registran cada día. Por ejemplo, el 25 de marzo, hubo “más de 100.000 contagios en 24 horas”.

Otra vez, la incongruencia marcó las acciones de sus autoridades. Mientras el alcalde de Río de Janeiro ordenó cerrar las playas, el presidente Jair Bolsonaro siguió negando la gravedad del virus y  criticó esa acción. “La vitamina D es una forma de uno evitar que el virus le alcance de gravedad. ¿Y uno dónde consigue vitamina D? Tomando el sol, caramba. Es una hipocresía”, señaló Bolsonaro a un grupo de seguidores.

Para la doctora Debora Cordeiro Braga, de la Universidad de São Paulo, lo que pasa es grave. No hay vacuna para toda la gente, las políticas de distanciamiento social son ineficientes y no hay ayuda financiera. Cada estado adopta normas, inversiones e incentivos de manera diferente y aislada.  Esta semana Argentina, uno de los países de origen más importantes para el turismo de Brasil, cerró sus fronteras con éste y recomendó a sus ciudadanos no atravesar esa frontera, como tampoco viajar a México y Chile.

Según Braga, las políticas de salud y turismo ya están ampliando el brote de COVID-19 en Brasil. “No hay reglas que protejan a las comunidades indígenas ni a las comunidades rurales. Todas las partes del país están sufriendo por un gran número de personas infectadas y fallecidas”.

Centroamérica

Entre tanto, el Gobierno de Nicaragua anunció que “realizará más de 1.000 actividades de recreación y entretenimiento” durante esta temporada. Resulta explicable, aunque no justificable: un porcentaje importante de su población vive del turismo directa o indirectamente.

Tal y como indica Lucy Valenti, presidente de la Cámara Nacional de Turismo (CANATUR), la actividad en Nicaragua lleva tres años consecutivos en riesgo, desde que estallaron las protestas contra el gobierno de Daniel Ortega. Eso hizo más apremiante la necesidad de abrir a como diera lugar. En CANATUR proyectan un millón y medio de viajeros durante los días de Semana Santa, lo que significará un respiro a empresas que lo necesitan con urgencia. Sin embargo a algunos les preocupa que las medidas de protección queden en un segundo plano.

“Uno de los principales problemas que tenemos para poder reactivar el turismo regional e internacional es que las aerolíneas no han retomado sus vuelos a Nicaragua”, explica Valenti. “También nos impide promover el turismo intrarregional la falta de armonización en Centroamérica de las medidas preventivas adoptadas por los gobiernos y los altos costos de las pruebas”. De nuevo, la incongruencia.

Al otro lado de la frontera — y aunque tomó medidas drásticas para hacerle frente a la crisis sanitaria— el Ministerio de Turismo de Costa Rica anunció que esa nación reabrirá sus fronteras terrestres a los vacacionistas extranjeros a partir del cinco de abril, pese al incremento de las infecciones.

Ese país también estudia, a nivel gubernamental, la posibilidad de presentarse como un destino covid-free: ofrecer vacunas de forma privada a turistas que decidan visitarlo.

El Caribe

En agosto de 2020, República Dominicana buscó reactivar el sector al abrir los aeropuertos, ofrecer seguro médico para visitantes y eliminar el requisito de prueba PCR. También aumentó las exenciones fiscales para las empresas y promovió créditos para que los dominicanos compren los paquetes de los resorts ante la caída de la demanda externa.

En ese momento, tanto la sociedad civil como el estudio Plan de Recuperación Responsable del Turismo plantearon algunos interrogantes. Entre ellos, qué tan pertinente y posible era proteger, incentivar y relanzar el turismo nacional por medio de esas medidas, “dado el contexto de los esfuerzos de contención del covid-19 y el historial de exenciones fiscales recientes que ha gozado el sector turístico, aún durante sus momentos de auge”.

Hace pocos días el presidente, Luis Abinader, también empresario turístico, informó que a partir de julio comenzarán a llegar de nuevo los cruceros. Durante su alocución, destacó el ritmo en el número de visitantes extranjeros, señalando que solo en este pasado fin de semana arribaron 16 mil y que para este mes podrían llegar a los 230 000.

Resulta claro el orden de prioridades del gobierno. Por ejemplo, Joel Santos, asesor estratégico en materia de turismo, desaconseja tomar medidas 100 por ciento estrictas de salud porque el país moriría en términos económicos. También considera injusto achacarle todo el problema al turismo. “Ya ha habido suficientes lecciones hacia las personas de cómo deben comportarse. Los hoteles en los lugares turísticos son los lugares que tienen mayor entrenamiento en mantener a distancia a las personas”, dice.

En Puerto Rico, como en tantos otros países, el punto es sobrevivir a esta coyuntura. En la isla del encanto la pandemia ha golpeado muy duro a una sociedad que ya arrastraba las secuelas de terremotos, huracanes y una fuerte crisis económica.

Allí la coyuntura opera a nivel nacional de Estados Unidos. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés) ubicaron a la isla en nivel cuatro, alerta máxima ante covid-19, junto a otros 160 lugares. Ninguno de los estados de Estados Unidos figura ahí. Pero, sorprendentemente, las políticas federales tampoco permiten a las autoridades puertorriqueñas exigir una prueba a los visitantes. Solo el 30 por ciento, llega a la isla con un resultado negativo, y de ese porcentaje no hay manera de identificar a los turistas, ya que los ciudadanos estadounidenses no requieren pasaporte para visitar la isla.

A cambio, el Departamento de Salud estableció el formato Sara Alert donde la persona se registra antes de llegar al país y luego la monitorean para ver si presenta algún síntoma. Como no hay un rastreo, la gente contesta cualquier cosa. Mientras tanto, la más reciente orden ejecutiva incrementa los espacios de los restaurantes a un máximo 50 por ciento de capacidad, pero los hoteles no caen dentro de esas órdenes.

Daphne Barbeito, portavoz de la Alianza Turística de Puerto Rico, dice que la balanza se inclinó al lado del desarrollo económico. Espera que la vacunación ayude a lograr una apertura completa.  “Aquí está llegando Raymundo y todo el mundo, porque el CDC nos dice ‘no mercadees’. Entonces está viniendo el que le da la gana, no el que queremos que venga”, asegura Barbeito. “Es como que papá te dice una cosa y mamá te dice otra”.

Pocas actividades como el turismo han recibido un impacto tan dramático de la pandemia, con el agravante de que las temporadas que se pierden no regresan. Cada oportunidad de recibir visitantes es irrepetible, y con cada día que pasa las pérdidas se hacen más ostensibles. Ante esa angustiosa espiral, algunos gobiernos toman medidas desesperadas,  que no necesariamente contribuyen a mantener en un nivel bajo el número de contagios. Y por su propia naturaleza, que encierra riesgos intrínsecos, en el turismo el dilema entre salud y economía adquiere dimensiones dramáticas.

Ciertamente, pocas personas rechazarían pasar unas vacaciones en los destinos de América Latina. Disfrutar del sol, el mar, el vaivén de los cocoteros y poder relajarse a sus anchas. Pero al hacerlo se enfrentan con una incongruencia más poderosa que la más temible de las pandemias.

Cada semana, la plataforma latinoamericana de periodismo CONNECTAS publica análisis sobre hechos de coyuntura de las Américas. Si le interesa leer más información como esta puede ingresar a este enlace.

* Miembro de la mesa editorial de CONNECTAS


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