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La utopía, el dolor y el duelo de la revolución

Brigadista de la Alfabetización y corresponsal de guerra de Barricada, testigo y protagonista, publica sus memorias: "es el final de mi duelo"

La periodista y escritora Gabriela Selser. Carlos Herrera para Confidencial.

Carlos F. Chamorro

6 de septiembre 2016

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Gabriela Selser llegó a Nicaragua en febrero de 1980 atraída por la revolución sandinista. Se integró a los dieciocho años a las brigadas de Alfabetización que pretendían erradicar en analfabetismo en un país mayoritariamente rural y en Waslala, comunidad donde fue enviada, mantuvo un diario que hoy es la materia prima de una gran obra de periodismo narrativo. “Banderas y harapos” es el relato de la revolución nicaragüense, la utopía creada por aquella gesta, el horror de los combates cubiertos como corresponsal de guerra y la nostalgia de una época. Como parte de estos relatos Selser recoge sus testimonios y el de otros muchos jóvenes en la Alfabetización y su relación con las familias campesinas. Una relación, que en el caso de Selser ha mantenido durante más de 30 años para regresar a Waslala a encontrarse con “sus papas campesinos”, como les llama ella. La mayor parte del libro está dedicado a sus memorias como periodista y corresponsal de guerra en el Diario Barricada, incluyendo historias que hasta ahora se cuentan por primera vez. Se trata de un relato personal, pero que también recoge la vida de muchos jóvenes, de una generación atrapada entre los ideales de cambio de la revolución y la dureza de una guerra implacable, en la que murieron muchos de los protagonistas de este libro. Así fue nuestra conversación en el programa televisivo Esta Semana.

Felicitaciones Gabriela, por habernos entregado este libro que parece ser el resultado de un parto doloroso.


Yo llamo al libro como si es el final de mi duelo, lo escribí hace varios años, nunca me atreví a publicarlo, no porque contiene algo prohibido, sino porque cada vez que lo leía me volvía a dar mucho dolor al recordar aquellos años, tan lindos y maravillosos, pero a la vez dramáticos.

Empecemos por el inicio de la historia, en el libro relatas tu decisión de venirte a Nicaragua a los 18 años, y hay una cierta tensión con tu padre, Gregorio Selser, periodista, historiador, autor de libros fundamentales sobre Sandino, al que Nicaragua le debe muchísimo. Pero él tenía algunas reservas para dejarte venir a Nicaragua.

Yo aclaré eso en el libro porque la gente siempre ha pensado que mi papa me mandó, porque él escribió tanto sobre Sandino y él siempre amó a Nicaragua, aún sin conocerla. Yo decidí contarlo porque cuando yo tenía 18 y decidí venir, mi papa me dijo: “no vas a ir, porque sos la menor de mis hijas, es peligroso, es un país que acaba de salir de la guerra”. Él siempre apoyó la lucha sandinista, pero cuando experimentó en carne propia que yo iba a viajar le dio miedo. Luego, por supuesto, me dejó venir y se puso muy contento que yo viviera en Nicaragua

En una de las páginas más hermosas de este libro se relata el encuentro con tus papas campesinos en Waslala y después el reencuentro que tenés con ellos ya cuando se produce la situación de guerra y luego el último reencuentro en estos años, como lo mencionaste hace poco en una crónica en Confidencial ¿Cómo es esa relación?

La experiencia de la cruzada me marcó la vida, yo cumplí 19 años en San José de las Casquitas al norte de Waslala, una comunidad muy pequeña de unas 40 casas, donde fui a alfabetizar. Y esa familia a mi me dio todo. Ellos dejaban de comer para darme, y en general todos los campesinos en las zonas durante la alfabetización en el campo, se sacrificaban por los brigadistas.

¿Cómo se llaman tus padres campesinos?

Mis papas campesinos se llaman don Juan Ramón González Zeledón y doña Francisca Aráuz. Yo los alfabeticé a ellos dos y cuatro de sus hijos: Juan José, Mirna, Fredy y Ernesto, este último que igual tenía 18 años ahora es ingeniero agrónomo y actualmente vive en León. De igual forma tuve un encuentro con mis hermanos y también fui a la casa a buscar nuevamente a don Juan y doña Francisca  hasta Waslalita, adelante de Waslala, donde están viviendo, para invitarlos a la presentación.

¿Ellos van a estar presentes?

Creo que sí, eso es lo que espero. Hasta hace dos días me dijeron que sí iban a ir.

Para ellos vos no sos Gabriela Selser, sino la “Gravrielita”

Es que así me decían, y así quedó reflejado en el libro. Es una manera cómica, pero a la vez lleva un sentimiento muy entrañable, con mucho cariño.

Las páginas del libro dedicadas a tus memorias de la alfabetización son un relato bastante minucioso .¿Cómo logras reproducir eso? ¿Tenías un diario de lo que iba ocurriendo a cada momento?

Sí, tenía un diario de campo y lo guardé todos estos años. Yo creo que fue ahí que el gen de periodista comenzó a fluir, cuando empecé a escribir las crónicas en mi diario, porque yo escribía un registro minucioso  día por día de como iban las clases, de como estaban ellos -los campesinos- de ánimo. Cuento cosas como niños que se enfermaban en la comunidad, o cuando mis compañeras brigadistas o yo misma nos enfermábamos o algunas que desertaban y decidieron abandonar la cruzada. Cuando se comenzaron a ver las primeros muestras de grupos armados a hostigar la comunidad a mediados de los ochenta, después de la muerte de Georgino Andrade, el primer brigadista que asesinaron en Chinandega. Todo está registrado minuciosamente en el diario de campo. Entonces, cuando yo empecé a escribir los recuerdos, acudí al diario para tener un rigor de la fecha o del nombre de la persona, por ejemplo, un campesino que nos compuso una canción a las brigadistas que se llamaba Germán, yo no recordaba su nombre y en el diario está.

Los relatos sobre la revolución en tus años como periodista se basan principalmente en los reportajes que publicaste en el periódico sandinista Barricada, del que yo fui director, un periódico que desapareció en 1998 y ahora solo existe en los archivos. ¿Cómo te reencontraste con la Gabriela Selser de los años ochenta?

Este libro se formó a través de pesadillas que yo comencé a tener a finales de los años noventa. Yo soñaba con los lugares donde había estado, los combates que había presenciado como corresponsal de guerra, primero de la Agencia Nueva Nicaragua donde trabajé tres años e inicié como periodista, y luego en el diario Barricada. En total fueron siete años como corresponsal de guerra, y obviamente todo eso ha tenido un peso en mi vida. Me comenzaron a aparecer en forma de sueños o pesadillas, por lo tanto yo empecé a escribir esos sueños y fui descubriendo que eran episodios que yo había vivido. Nuevamente para buscar exactitud, acudí a mis archivos en Barricada que están muy bien cuidados en el Instituto de Historia Nicaragüense en la UCA y algunos de ellos están incluidos de alguna u otro manera en el libro.

Y contás algunas historias que no fueron entonces publicadas, que son las historias verdaderas detrás de los combates, donde se narra la valentía y también el miedo de los combatientes y esos segundos donde se decide la diferencia entre la vida y la muerte, el que estabas ahí y como periodista te toca sobrevivir para contar la historia y ahora plasmarla en este libro.

En ese momento como periodista, no podías contar ni que tenías miedo ni que querías salir corriendo, ni que veías morir a 5 combatientes al lado, ni que los soldados del servicio militar desertaban. Cosas que no podíamos contar por razones obvias en ese momento, porque estábamos en una guerra, porque estaba en el diario oficial del Frente Sandinista. Entonces yo trato de humanizar esas crónicas periodísticas poniéndole toda la emoción que yo sentía en ese momento y que sentían también mis compañeros, fotógrafos de guerra como Leonardo Barreto, Carlos Durán, Mario Tapia, Claudia Gordillo, Rudolf Wedel, con los que pude hacer equipo muchas veces.

Este libro es un relato personal, pero también es la historia de esos compañeros periodistas y fotógrafos que has mencionado y de muchas otras personas. Hablas de Ernesto Cabrera (Cabrerita), del escritor 

Julio Cortazár, de los alfabetizadores, de combatientes, de militares, de campesinos de la contra, que han participado de alguna manera en la reconstrucción de este relato personal, que también es colectivo. 

Claro, yo creo que por mi condición de periodista, yo sin querer, puse (digo sin querer porque ese no era el objetivo) los relatos de la gente que yo había entrevistado, y a la gente que recordaba. Entonces centenares de personas salen con nombre y apellido, brigadistas, cortadores de café, alfabetizadores, combatientes, guardadores de fronteras, militares, entre otros. Todos van cobrando vida a lo largo de las páginas de este libro. También una persona que está muy presente es el padre Fernando Cardenal, que para mi fue mi guía, mi maestro desde el momento que llegué a Nicaragua. Me pidió leer el libro en octubre del año pasado y yo le dije que lo estaba corrigiendo, pero se lo iba a dar y ya no me dio tiempo, por su fallecimiento.

El título “Banderas y harapos” en el libro hace referencia una canción llamada “Bandera de harapos”  y se representa a la bandera como algo muy simbólico, como esperanza y por otro lado la desilusión.

Exactamente eso es, las banderas para mi son la utopía, el sueño que tratamos de cumplir, la revolución que fue abortada por la guerra, por errores internos, y los harapos son la realidad donde seguimos viviendo hoy, donde Nicaragua sigue siendo el segundo país más pobre de América Latina, donde la educación es de muy baja calidad. Los harapos no solo están presentes en Nicaragua, sino que el mundo es un harapo, como la corrupción, la tala de bosques, la guerra. Entonces creo que los harapos son un problema internacional.

Este libro no es una reescritura de la historia, es la memoria histórica, son los hechos tal y como ocurrieron. Hay historias de amor, de sacrificio, de nostalgia, hablas del pasado, pero en algunos momentos tenés ciertos guiños para el presente 

Hay cierta reflexión desde el presente, sin embargo la mayor parte de los relatos están ubicados en el momento que ocurrieron, yo me trasladé emocional y mentalmente a ese tiempo. Obviamente hay ocasiones donde yo trato de ubicarme en el presente solamente para observar desde afuera aquella realidad.

Hay humor también, una manera bastante desenfadada de contar las pequeñas miserias de la vida, cómo transcurrían en aquella época las historias de la escasez y el mundo del periodismo.

Yo creo que la gente que ha leído el libro, los amigos a los que se los he mostrado con anterioridad, dicen que el libro está escrito a como yo hablo, así entre risas y bromas. Me parece que en ese sentido el libro es bastante autentico.

Volvamos al inicio, lo que mencionabas como “el duelo y el parto”. El último capitulo se titula “donde está lo que fuimos” y es una mirada a ese duelo, al dolor y a una especie de renacimiento de Gabriela Selser que está terminando de contar esta historia. ¿Cómo lo viviste y qué te deja?

Escribir este libro es como levantar esa loza que yo le había puesto a esos años que han pasado. Yo he expresado que para mucha gente de mi generación, no sufrir en los años posteriores de los ochenta, fue como nuestro proyecto de vida. Mucha gente le puso a esos recuerdos una lápida, y yo creo que es importante recordar para no repetir errores del pasado y también por una sanación emocional. El pasado es parte de la vida de uno, y hay que asimilarlo, reverlo, reencontrarse con él, y decir “esto es lo que hay y sigo adelante”.

A diferencia de otras personas, que cuentan sus memorias, esto también es un gran reportaje periodístico, porque son relatos, crónicas y reportajes de periodismo narrativo. 

Yo creo que hay una mezcla entre la crónica periodística y la literatura, que me salió sin quererlo, y me parece que la crónica periodística se convierte en una crónica literaria al añadirle toda la emoción que uno sentía en ese momento, las cosas que no podías escribir como periodista en ese tiempo, porque el periodista está inmerso en la historia que estás cubriendo, siempre estás viendo desde a fuera, entonces lo que el libro hace es volver a involucrar la periodista como testigo, pero también como protagonista.

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“Banderas y harapos” se presentará el jueves 8 de septiembre a las 6 de la tarde en el aula magna “Cesar Jerez” de la Universidad Centroamericana. El libro se venderá una hora antes del evento y después de haberse finalizado en la librerías Hispamer, Anamá, y Literato . 


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Carlos F. Chamorro

Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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