26 de noviembre 2020
Cada noche después del impacto de los huracanes Eta e Iota –el 03 y el 16 de noviembre– en el Caribe Norte de Nicaragua, Taurina Chacón intenta dormir para no sentir el hambre que sufre desde entonces. Algunas veces lo consigue, pero hay noches en que el quejido de los niños tiritando de frío o los ancianos dando vueltas en el piso donde todos intentan descansar no la deja conciliar el sueño.
Chacón, asegura, estar “desesperada”. Fue evacuada desde la comarca Wounta Bar un día antes que Iota destruyera el litoral Caribe y trasladada hasta el albergue ubicado en la sede de la Bluefields Indian and Caribbean University (Bicu). “Aquí nada más nos dejaron como si fuera nada”, dice. En otros albergues localizados en Bilwi “hemos escuchado que les han entregado colchones, pero a nosotros nos dejaron solos aquí y estamos aguantando hambre todos los días”, enfatiza.
En este lugar fueron albergadas más de 2000 personas, quienes –afirman– solo reciben un tiempo de comida por día. Casi siempre solo “arroz blanco”. “Estamos durmiendo en el piso y ustedes pueden ver que está sucio”, señala Jessenia Pictan. Las autoridades regionales “no traen jabón, ni cloro, ni nada para limpiar y los niños están durmiendo en ese piso sin colchón, sin nada, entonces están enfermando mucho”, lamenta la mujer.
Las enfermedades que menciona Pictan son: diarrea, asma, neumonía, y fiebre. Ante la falta de asistencia de las autoridades “queremos ir a nuestras comunidades, pero no tenemos nada, no hay casa, no hay donde dormir… estamos en el aire, nos tienen abandonados”, subraya.
Plan Techo no llega a todos los damnificados
En cada barrio de Bilwi hay iglesias, escuelas o viviendas particulares que sirvieron de albergues durante ambos huracanes. Todas sufrieron daños por los vientos que superaban los 250 kilómetros por hora, pero sus estructuras de concreto permanecen en pie. Sin embargo, las casas de la mayoría de los damnificados sucumbieron ante el ciclón y ahora no tienen un lugar donde volver.
María Williams Clarens es originaria del barrio El Muelle y perdió su vivienda durante el huracán Eta. Usó los pocos recursos que tenía para reconstruir “una champita”, pero el huracán Iota la dejó sin nada. Ella permanece en una iglesia mormona a escasas cuadras de la playa, “pero el albergue ya quiere levantarse y yo tengo seis niños ¿A dónde los voy a llevar?”, lamenta la mujer.
Williams ha visto con tristeza que algunos de sus vecinos fueron beneficiados con el “Plan techo”, el programa gubernamental que distribuye láminas de zinc, a ella “ni eso” le han dado. La mujer denuncia que los encargados de entregar el zinc han priorizado a “los que están durmiendo bien y al que no tiene le dicen que espere”.
En ese mismo albergue Virginia Morazán enfatiza: “estoy con lo que me mirás puesto”. Desde el día que se autoevacuó, dice, que solo recibió una bolsa de arroz y un litro de aceite. Ella fue las oficinas de la Empresa Portuaria Nacional (EPN), donde están distribuyendo el Plan Techo, y “no me quieren ayudar, ahora dicen que ni el zinc me van a dar porque mucho ando saliendo en los medios”, explica.
A Morazán y los demás damnificados en la iglesia mormona “los que nos han ayudado es gente que pasa en camionetas, las mujeres que tienen ventas que nos mandan arroz y la dueña de la casa que nos deja estar aquí”, destaca. Ahora, después del huracán su mayor preocupación, dice, es que “no tengo donde ir”.
Más de 1300 familias en albergues
En el albergue de Bicu, los pobladores de Wounta Bar anhelan regresar a su comunidad porque “aquí estamos sufriendo”, dice Pictan. “Estamos durmiendo en el piso solo con una cobija”, enfatiza. “Necesitamos alimento, agua, medicamento, también estamos pidiendo ropa, trastes, las cocinas, porque hemos perdido todo, no tenemos nada, nada, estamos con las manos vacías”, explica la mujer.
Según declaraciones de la vicepresidenta, Rosario Murillo, hasta el 24 de noviembre permanecían 1365 familias damnificadas tras el paso de los huracanes Iota y Eta, en la zona de Waspán, Bilwi y Prinzapolka, donde ambos ciclones impactaron en las últimas semanas.
“Acordémonos que eran 32 117 las familias albergadas al inicio y ahí vamos caminando con ellos… hacia la restauración de por lo menos la primera etapa de normalización, si acaso se puede llamar así, de nuestras vidas”, precisó Murillo.
Damnificados como Chacón “estamos pensando ya ir devuelta a la comunidad, sabemos que no tenemos nada, la casa está destruida, la comunidad está inundada, pero es el mismo problema que tenemos aquí, porque nos tienen botados, nos tienen olvidados, entonces estamos pensando regresar y vivir ahí como antes”, subrayó la mujer.
Damnificados protestan por alimentos
Ante las condiciones precarias en el albergue de Bicu, un grupo de damnificados realizó el 23 de noviembre una protesta en demanda de alimentos y el zinc que distribuye el Gobierno. Los pobladores caminaron desde el albergue hasta la sede del Gobierno regional para expresar su inconformidad con la forma en que están gestionando la emergencia.
En un video difundido por un canal local una ciudadana denunció: “Ponen censo, pero a la hora llegada se agarran las cosas y no nos dan a los que pusieron en el censo, eso es injusto. Yo tengo una niña chiquita y la casa está destruida, vaya a ver si es mentira, mi hija salió con malaria por lo mismo”.
Sin embargo, la vicepresidenta Murillo aseguró que su Gobierno envió 270 000 láminas de zinc hacia la zona afectada por los huracanes y ya se han entregado 56 000 a las familias afectadas. “Continuamos la entrega en todo el país, particularmente en el Caribe y las minas”, dijo.