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“Salgo a buscar un empleo y me piden un aval político del FSLN, solo me dicen, ahí lo llamamos”

Un desempleado espera su título académico, un bachiller que anhela trabajar en la Zona Franca, y un emprendedor que logra sobrevivir

Desempleo

Ciudadanos nicaragüenses hacen fila durante una feria de empleo en Managua. Foto: Tomada de Nicaragua Investiga

Iván Olivares

12 de julio 2023

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Las familias que no tienen suficientes ingresos —porque no hay entre los suyos alguien que esté trabajando, ni reciben remesas del extranjero— tienen que buscar alternativas para garantizar que podrán hacer, al menos, dos tiempos de comida, porque para muchos de ellos, comer tres veces al día es un lujo que no pueden darse. Aunque hayan estudiado la mayor parte de una carrera.

Aun cuando las estadísticas oficiales dicen que en el país hay tanta gente trabajando que prácticamente se logró lo que los teóricos denominan ‘pleno empleo’, unos 850 000 hogares —según los cálculos de Manuel Orozco, investigador del Diálogo Interamericano— dependen de las remesas que les envían desde el extranjero.


Para muchos, la desesperación de encontrarse en el desempleo, y de ver que quienes se van del país adquieren la posibilidad de enviar dinero a sus familias, les lleva a seguir considerando la migración -preferiblemente a Estados Unidos o Costa Rica- como la forma más plausible de resolver su situación económica, según una encuesta realizada por CID-Gallup a solicitud de CONFIDENCIAL.

Esa intención se basa en la convicción del 70% de las personas que considera que el país va por el rumbo equivocado; del 42% que piensa que ellos y su familia estarán peor en los próximos meses; del 31% que considera que el desempleo es el principal problema del país, o el 25% que señala a la corrupción en el Gobierno, o el 16% que ve con desesperación cómo aumenta el costo de la vida, y aumenta la pobreza.

CONFIDENCIAL conversó con tres personas que no tienen un trabajo formal, por lo que todas las mañanas salen a las calles a buscar cómo generar un ingreso para cada día. Se trata de “Napoleón”, un estudiante que tuvo que abandonar la carrera de Comunicación cuando estaba en cuarto año; “José”, un bachiller que anhela trabajar en una empresa de Zona Franca, y “Abel”, recién graduado de Enfermería, que espera recibir su título para buscar empleo.

A finales de 2019, a “Napoleón” le resultó evidente que ya no podía seguir haciendo malabares para continuar su carrera universitaria sin tener un empleo, así que comenzó a tocar puertas una, dos, tres, cuatro veces, solo para confirmar con tristeza que todas se le cerraban, hasta que a inicios de enero de 2020, alguien que le debía dinero lo llamó para decirle que le iba a pagar los mil córdobas que le adeudaba.

“Con ese dinero inicié lo que para muchos fue una locura, pero decidí arriesgarme: compré ropa interior de hombre, y comencé a ofrecerla por Facebook”, recuerda ahora este emprendedor capitalino.

Su decisión en ese momento fue que no podía ser cualquier tipo de ropa interior, sino que tenía que ser de algodón, bastante sencilla, porque su público meta es gente de clase media. Al inicio le fue tan bien, que al tercer día necesitaba más dinero, porque los pedidos que recogió superaban el monto de capital que tenía disponible, así que pidió prestado, y una vez más, le fue tan bien, que al tercer día pagó el préstamo.

“No diré que tengo una historia de éxito en estos tres años. Me ha pasado un sinfín de cosas, por lo que creo que la palabra emprendedor no es solo un cliché o un término de moda: es levantarse todos los días, porque todos los días te vas a caer. Todos los meses soy un atleta olímpico que tiene que pagar las deudas de la casa y ayudar a quien se pueda ayudar”, asevera.

Señala que, como emprendedor, resulta difícil convivir con gente “malcriada” o “deshonesta”; así como tener que lidiar con tantos caracteres distintos, pero que ha tenido que hacerlo para mantener su negocio funcionando.

Titulados o no, el resultado es el mismo: desempleo

“Abel” se quedó desempleado en abril pasado, cuando terminó de hacer su servicio social en un hospital del sector público. En cuanto fue liberado de su obligación de servir en el centro de salud, comenzó a gestionar la obtención de su título “pero me lo han tardado mucho. Lo pedí en cuanto terminé de cumplir los requisitos, pero todavía no lo han publicado en La Gaceta”, confirmó.

Casi tres meses después, sigue varado en su casa de una ciudad granadina, y aunque afirma que podría salir a buscar trabajo con el respaldo que le da su carta de egresado, se abstiene de hacerlo, porque sabe que necesita el código que solo puede otorgarle el Ministerio de Salud.

Por lo pronto, se limita a ver pasar las semanas en su ciudad natal, bajo el cuido y la protección material de su madre: una anciana de 76 años que se está comiendo los ahorros que pudo formar durante los años que laboró como doméstica, para poder mantenerlo a él.

“José”, es un hombre de 40 años que reside en un municipio capitalino, que solo alcanzó el grado de bachiller, lo que limita sus oportunidades laborales y la ayuda que puede prestar a las personas que dependen de él: sus padres.

Aunque la última vez que tuvo un empleo fue en una panadería hace seis meses, refiere que su trabajo más habitual “ha sido en maquila. Si no he tenido la oportunidad de que me den un empleo, es porque siempre me piden un aval político, un carné de militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional”, dice remarcando las palabras, para concluir que no le dan el aval ni el carné, “porque no milito en ese partido”.

Si bien sus esfuerzos para encontrar trabajo han sido constantes, y ha probado en muchas empresas, no ha podido conseguir el empleo que añora porque “siempre me piden esos dos documentos. También he ido a hospitales, tiendas, supermercados, pero solo me dicen ahí lo llamamos, y nada”, lamenta.

Ante la imperiosa necesidad de solventar sus gastos del día a día, sale a buscar qué vender. A veces vende pan, pero no siempre logra buena venta, y menos en temporada de lluvias, porque la gente no compra, pero tiene que seguir intentando.

Parte de su esperanza está en hallar empleo en una empresa de maquila de las que están en la zona de Los Brasiles, aunque se queja de lo que considera “una estafa”, en referencia a que “nos aplican el impuesto sobre la renta, aunque solo saquemos cinco mil córdobas de pago, a pesar que hay que esforzarse mucho para lograrlo”.

Por ley, el IR solo se cobra a quienes obtienen un salario de más 8333 córdobas mensuales.

Aunque se sienta víctima de una ilegalidad, mantiene la expectativa de encontrar un trabajo, “aunque sea en una empresa maquiladora”. Todo con la esperanza de hallar un empleo que le permita estar ocupado de siete de la mañana a cinco y cuarenta de la tarde, que es el horario normal de trabajo en una empresa de maquila.

La opción es la misma: irse del país

Aunque las historias de “Napoleón” y “José” sean tan disímiles, ambos coinciden en un deseo que también atesoran miles de nicaragüenses que sienten que su país les ha fallado al no poder ofrecerles la posibilidad de hallar un futuro en el terruño: emigrar. Buscar la vida en otra parte, más allá de los riesgos y los peligros.

La citada encuesta realizada por CID-Gallup, halló que el 48% de los que la respondieron, consideraban algo probable o muy probable buscar cómo emigrar hacia Estados Unidos en los próximos seis meses. Otro 50% lo consideró improbable o poco probable. Al preguntar su intención de emigrar hacia Costa Rica en el mismo período, 37% lo consideró muy o algo probable, con 61% prácticamente descartándolo.

Para “Napoleón”, irse del país es una tentativa de todos los días, pero sus padres son muy mayores, así que prefiere “esperar un poco, ver hasta dónde podemos llegar y poderlos acompañar, pero si un día me tocase irme del país, creo que sería a Estados Unidos, para aprovechar las oportunidades que da el capitalismo: voy a jod… la vida, pero a ganar bien”, dice ilusionado.

Su convicción es que si al inicio tendrá que “trabajar como esclavo”, confía en que podrá invertir las ganancias de su trabajo en algún negocio que le permita multiplicar esas ganancias, confiando en que “nada está escrito sobre piedra. En esta vida te sale de todo, pero se sigue haciendo la lucha”.

“José” por su parte, dice que si no logra hallar el empleo que busca ha pensado en irse a otro país y que tendrá que hacerlo de forma indocumentada, “porque no tengo la plata para sacar el pasaporte y pagar una visa para buscar otros horizontes”, muy posiblemente en Costa Rica. “Estoy viendo qué se hace, porque en Nicaragua ya no se puede vivir. Nos quitaron hasta el queso de la dieta para acompañar nuestro gallo pinto, que ahora tenemos que buscar cómo complementar con cualquier cosa, porque la libra cuesta 120 córdobas”, se quejó.

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Iván Olivares

Iván Olivares

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Durante más de veinte años se ha desempeñado en CONFIDENCIAL como periodista de Economía. Antes trabajó en el semanario La Crónica, el diario La Prensa y El Nuevo Diario. Además, ha publicado en el Diario de Hoy, de El Salvador. Ha ganado en dos ocasiones el Premio a la Excelencia en Periodismo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en Nicaragua.

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