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El golpe final de la reforma tributaria

Sergio Maltez: Canasta básica aumentará de precio en un 30%, lo cual se suma al incremento de las cotizaciones del INSS.

El régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo espera recaudar unos 300 millones de dólares con la reforma fiscal. // Foto: Confidencial | Carlos Herrera

Iván Olivares

3 de marzo 2019

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La entrada en vigencia de la reforma tributaria, publicada este viernes en La Gaceta, tendrá un impacto muy fuerte para el sector de las pequeñas y medianas empresas, que se dedica a la panificación, porque sus márgenes de utilidad son menores al 3%, “y para poder sobrevivir tenés que tener márgenes del 10%, lo que es muy difícil en cualquier lugar del mundo”, afirma Sergio Maltez, presidente de la Cámara de Industrias de Nicaragua (Cadin).

Con la reforma, “la canasta básica aumentará de 13 000 a 17 000 córdobas, lo que representa un aumento de más del 30% para los consumidores. Sumando el aumento de las cotizaciones al INSS, los trabajadores verán una afectación de más del 30% al poder adquisitivo de su ingreso”, añade.


A su juicio “todo esto generará cierre de empresas, informalidad, desempleo, migración… por esta crisis, las empresas vienen operando con presupuestos mensuales”, explica.

Guillermo Jacoby, de APEN, observa que la aprobación de la reforma tributaria le cambia las reglas del juego a las empresas. Subir las retenciones les quita liquidez, y las empresas quiebran por falta de liquidez. Pueden ser solventes, tener equipos, vehículos, edificios, terrenos, etc. pero si no tienen dinero en efectivo, no hay forma que puedan mantener la empresa”, explica.

Un mensaje sumamente negativo

La aprobación de la reforma tributaria ocurrió el mismo 27 de febrero en que la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo y la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia instalaron una nueva mesa de negociación para reanudar el Diálogo Nacional, suspendido en julio pasado.

Reformar la ley “envió un mensaje sumamente negativo a la economía en general, que hace que se vaya la inversión. Lo grave es que no regresará el año que viene, ni el que sigue. No sé cuántos años tomará recuperar la confianza. Y es por esto, que empresas que ya invirtieron, ahora ya no quieren seguir trabajando. La falta de reglas claras hace que las empresas no gasten”, sentencia Jacoby.

El líder gremial hace notar que “adicionalmente, están gravando tus ventas, no tu renta, lo que es confiscatorio. Si te quitan plata que necesitás, ¿de dónde la sacás para no quebrar? Pues de tu capital, de tu patrimonio, pero eso no garantiza que no vas a quebrar”, recordó.

La fuente de la Cámara de Urbanizadoras (Cadur) explicó que precio del metro cuadrado de la vivienda crecerá en 5%, a causa del aumento en el costo de los insumos y el aumento del pliego tarifario, lo que, una vez más, significa un aumento en la carga que deben soportar los consumidores, siendo que “el poder adquisitivo de la familia disminuye por el aumento del costo en la canasta básica”.

Al sector privado también le preocupa que no se haya publicado el Reglamento de la ley, mismo que “no solo no ha salido, sino que a esta hora nadie lo conoce. El Reglamento hace operativa la ley, así que mientras son se conozca —o si ese reglamento no es adecuado-— las afectaciones al sector pueden ser mayores”, dijo una de las fuentes.

Empresas navegan en un mar de incertidumbre

La incertidumbre en el presente y en el futuro, más la falta de crédito y las bajas ventas, golpean casi con igual intensidad a las grandes empresas, de las que depende buena parte de la producción industrial y para la exportación, así como un alto porcentaje de la recaudación tributaria del país.

“Lo primordial ahorita es el acceso al financiamiento”, clama Sergio Maltez, presidente de la Cámara de Industrias de Nicaragua (Cadin). “Dada la crisis actual, a los proveedores hay que pagarles rápido, y los clientes no te dan adelanto, no hay ningún trato especial, y por lo mismo si se te caen tus fuentes de financiamiento, te desajustás”, declara.

En paralelo, tienen que asumir el hecho de que han subido las tasas de interés que cobra la banca. El efecto es que “ya se empieza a sentir escasez en artículos de repuestos como balineras o bandas, producto de la escasez de dinero”.

Esa ‘escasez de dinero’, explica que se haya desacelerado la importación de bienes intermedios o bienes de capital, en el mismo momento en que las ventas disminuían “producto de la crisis. Todo es una cadena”, dice Maltez.

Con ligeros matices, la situación es bastante similar en las empresas del sector agroindustrial.

Un ejecutivo que trabaja con empresas que producen alimentos para la exportación, explica que las más grandes del sector en que él trabaja, “están al margen de este tipo de problemas, precisamente por su tamaño y por el giro de esa actividad”.

Las que sí enfrentan problemas de financiamiento son las empresas medianas, aunque en ese caso están buscando opciones con los clientes extranjeros, “para analizar posibilidades de financiamiento directo al sector; probablemente pueda haber escasez de recursos para adquirir maquinaria, pero eso no necesariamente implica un problema inmediato”, dijo el ejecutivo.

Un colega suyo, que trabaja para una industria que procesa alimentos para el mercado interno, coincide con él al decir que “parte del crédito no provenía del sistema financiero nacional, sino de proveedores de materias primas”.

La diferencia es que ahora esos proveedores les están limitando el crédito, “al ver que se elevó el riesgo país de Nicaragua, más aún si se trata de clientes de los que se considera que tienen mayor exposición al riesgo, por causa de la situación financiera”, por lo que “ya son pocos los que hablan de planes de inversión”, explica.

Al riesgo externo se suma el descalabro interior, cuya manifestación principal son las menores ventas, a las que las empresas responden con estrategias, cuya principal condicionante es la cantidad de tiempo que el producto puede estar en inventario antes que se eche a perder.

En el caso de las empresas que pueden guardarlo por unos días mientras lo comercializan, el efecto es que frenan su producción porque no tendría sentido llenar sus bodegas con un alimento que se perderá si no lo venden pronto.

“Lo que en realidad significa eso de producir menos por tener que administrar inventarios, es que tus ingresos por ventas no están normales. De hecho, conozco empresas a las que se les han caído hasta en un 20%”, asegura el ejecutivo.

En el caso de las empresas que venden perecederos que no pueden almacenar, estas se ven obligadas a venderlo al precio que la gente está dispuesta a pagar. Por razones culturales, se trata de un producto que la gente sí consume, pero termina comprando a menores precios.

“En principio, pareciera que este tipo de empresas no están afectadas, pero si lo están porque sus ventas tienen menor valor”, indica la fuente.

Estas empresas también sufren por la disminución de la cartera crediticia, “porque está claro que es una política del sistema financiero buscar estabilidad para suplir los retiros” en dólares de sus ahorrantes.

“Al recortar los créditos, te ves expuesto a la necesidad de descapitalizarte para obtener capital de trabajo, lo que incrementa los riesgos, y si estos suben y te expones a la descapitalización, los planes de producción disminuyen”, redondeó.

El efecto “desconfianza en el sistema político”

Sea que le llamen incertidumbre, duda o desconfianza, el resultado es el mismo: las empresas prefieren consolidar su posición actual, y analizan una y otra vez si vale la pena correr el riesgo de fracasar, en un entorno en el que nadie quiere arriesgar su propio dinero.

“Nadie les quiere prestar, y aunque lo hicieran, ¿qué inversionista va a poner su capital en este momento?”, dijo un analista financiero que requirió el anonimato, en referencia a que normalmente, los bancos no financian el 100% de un proyecto nuevo, lo que implica que los dueños de las empresas tienen que arriesgar una parte de su propio dinero.

Y pocos están dispuestos a hacerlo.

“Lo que más afecta a las empresas es la desconfianza en el sistema político y la falta de claridad de las reglas del juego. Una empresa que tenga que darle mantenimiento a una máquina o equipo, lo va a posponer para no gastar ese dinero, ya que no sabe cuándo podrá recuperarlo”, explicó Guillermo Jacoby, presidente de la Asociación de Productores y Exportadores de Nicaragua (APEN).

“Si no hay acceso a crédito, no hará nuevas inversiones, y no comprará la máquina o el vehículo que requería. La fuerte afectación al consumo, hace que las empresas estén vendiendo menos y, por lo tanto, recortando gastos de publicidad, mantenimiento, comunicaciones, viajes, etc. Tampoco hay bonos a los empleados por cumplimiento de metas”, señaló.

Este tipo de cosas desincentiva la actividad de empresas como las que están adscritas a la Cámara de Urbanizadores de Nicaragua (Cadur).

“La principal dificultad es la incertidumbre. Los compradores de bienes inmuebles muchas veces prefieren esperar a que haya un panorama más claro para comprar viviendas, espacios de oficinas o locales comerciales”, señaló una fuente de ese gremio.

“La falta de financiamiento es otra dificultad en el caso de la vivienda media y media alta. Varias empresas en este segmento no han podido vender casas con financiamiento y han logrado sobrevivir con ventas a familias que deciden invertir sus ahorros para comprar una casa nueva”, explicó la fuente.

En el caso de las que sí están vendiendo viviendas de interés social, estas han logrado colocarlas gracias a los fondos del Banco Centroamericano de Inversión Económica (BCIE), que el Instituto de la Vivienda Urbana y Rural (Invur), coloca a través de la banca local, y los subsidios que se otorgan a través de Fosovi para el pago de la prima que el Gobierno entrega a las familias que quieren obtener una vivienda.

Por otra parte, “las empresas están usando su propio capital… para hacer obras de urbanización y comprar materiales”, reveló la fuente.


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Iván Olivares

Iván Olivares

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Durante más de veinte años se ha desempeñado en CONFIDENCIAL como periodista de Economía. Antes trabajó en el semanario La Crónica, el diario La Prensa y El Nuevo Diario. Además, ha publicado en el Diario de Hoy, de El Salvador. Ha ganado en dos ocasiones el Premio a la Excelencia en Periodismo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en Nicaragua.

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