10 de mayo 2025
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El Festival Internacional de Poesía de Granada (España) se convirtió este año en un espacio de memoria y reivindicación con un sentido homenaje al poeta, sacerdote y revolucionario nicaragüense Ernesto Cardenal. En una sala colmada de emoción y respeto, las voces que lo evocaron no solo recordaron su legado literario, sino también su profunda huella en la conciencia social, la ciencia y la espiritualidad.
La poeta Aitana Monzón, que prepara en estos días una edición de 100 poemas de Cardenal, abrió el homenaje con una reflexión que puso el foco en la vigencia del pensamiento cardenaliano. “Toda revolución no es revolución si no hay activismo”, afirmó con contundencia.
Para Monzón, en una época dominada por la inteligencia artificial y las formas de lucha virtual, Cardenal representa un modelo de compromiso tangible: “No es lo mismo hacer activismo en redes sociales que dejar el móvil y hacerlo”. Más allá de la palabra escrita, insistió en que Cardenal supo siempre desde dónde escribía, con una intención clara que priorizaba la acción. “Lo que hacía tenía un impacto”, dijo, subrayando la necesidad de llevar sus ideas a nuestro presente cotidiano: “Este homenaje es un motivo de celebración y de activismo también”, mencionó.
El bioquímico y poeta Andrés París sorprendió al auditorio con una intervención que tendió puentes entre ciencia y poesía. Declaró sentirse fascinado al descubrir la obra de Cardenal, en especial su Canto Cósmico, del que leyó un fragmento con visible emoción. “Siempre he defendido la tesis de que la poesía y la ciencia son la misma cosa”, afirmó, reivindicando la búsqueda compartida de la verdad. Mientras leía, confesó sentir “escalofríos” y una creciente sensación de “interconexión”, en línea con esa visión mística del universo que Cardenal supo traducir en versos.
Por su parte el poeta y periodista Daniel Rodríguez Moya, autor de una tesis doctoral sobre el activismo literario, político y social en Ernesto Cardenal, aportó una mirada necesaria sobre el vínculo del poeta con su país y el precio que se paga por la memoria en Nicaragua.
Lamentó que este homenaje no pudiera realizarse en su tierra natal, donde el régimen de Ortega y Murillo ha prohibido el nombre de Cardenal y todo lo que representa. “El festival de Granada en Nicaragua, hermanado con el de aquí desde su creación, fue ilegalizado como todos los espacios de libertad”, recordó.
En este sentido indicó que “es absolutamente imposible e inútil desligar su aspecto político y social con el literario”. Rodríguez Moya señaló algunos hitos importantes en la vida de Cardenal, del que destacó que fue incómodo para todas las dictaduras que han azotado y siguen azotando a Nicaragua.
Destacó además el “odio visceral” que Rosario Murillo, “codictadora” de Nicaragua, siempre le profesó, “fruto de una profunda envidia literaria”, que la llevó incluso a sabotear su funeral, en 2020, enviando turbas de exaltados a la catedral donde se oficiaba.
Su intervención concluyó con una imagen luminosa y conmovedora: los talleres de poesía que Cardenal ofreció en sus últimos años a niños con cáncer en un hospital de Managua. Una labor recogida en el documental “Me gustan los poemas y me gusta la vida”, que filmó junto a Ulises Juárez en 2014.
Este homenaje en la Granada española fue, más que un acto de recuerdo, una prolongación viva del espíritu de Cardenal. Su palabra, tejida de cosmos, justicia y ternura, sigue vibrando como una guía entre quienes aún creen que escribir, pensar y actuar pueden ser una misma forma de amar al mundo.
