28 de noviembre 2022
Dado que el filme al que me referiré en las siguientes líneas y a las que dedicará su lectura de los próximos minutos remite a un hecho histórico, resulta imprescindible poner ese hecho en contexto.
Argentina atravesó el proceso dictatorial más feroz de su historia entre los años 1976 y 1983. En diciembre de 1983, Raúl Alfonsín asumió la presidencia de la nación y se inició un tiempo de recomposición de derechos y garantías para la ciudadanía mientras se intentaba forjar una democracia definitiva.
Una de las primeras medidas del gobierno electo fue conformar en 1983 la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). Su informe final titulado Nunca Más fue entregado al presidente el 20 septiembre de 1984 y publicado. Entre los meses de abril y diciembre de 1985 se llevó a cabo el Juicio a las juntas militares, que ponía el foco en nueve militares que dirigían estas Juntas durante la dictadura.
El filme Argentina, 1985 (Santiago Mitre, 2022) narra este hecho histórico centrándose en la figura del fiscal Julio Strassera.
La visibilidad de juicio ayer y hoy
Cuando el juicio se llevó a cabo en 1985, a través de la televisión pública se transmitían cotidianamente unos pocos minutos de imágenes sin sonido que daban cuenta de cada instancia del proceso judicial. Solo el veredicto final se emitió en vivo y con sonido.
Tampoco los medios radiales tuvieron permiso de emisión –aunque así parezca en el filme–. Así que la población solo tuvo acceso a las sesiones a través de ese breve resumen diario y el relato de los medios gráficos hasta que, en 1998, se pudo emitir por TV el documental producido con las horas registradas inicialmente.
La investigadora Verónica Garibotto se pregunta: ¿Por qué el gobierno decidiría llevar a cabo juicios orales públicos si iban a estipular una transmisión sin sonido? ¿Por qué la administración de Alfonsín exigiría quinientas horas de grabación pero solo permitiría tres minutos de transmisión por día? ¿Qué sentido tiene dar voz a sobrevivientes y a familiares de las víctimas si sus historias permanecen en silencio y sus rostros ocultos?
Tal como sugieren estudios sobre el tema, la razón de la supresión sonora y del aparente escamoteo de imágenes a la ciudadanía parecía fundarse, por un lado, en la fragilidad de la democracia naciente que continuó enfrentando posibles reversiones autoritarias hasta 1990 y, por otro, en la decisión de evitar la espectacularización. Las imágenes, aunque pocas y mudas, daban sobrada muestra de la realidad del juicio y evidenciaban que el hecho inédito de que un tribunal civil estuviese juzgando a los altos mandos militares por delitos de lesa humanidad efectivamente estaba aconteciendo.
Hoy, el filme repone las imágenes vistas y las veladas. La película desvela la cara oculta de esa imagen de archivo de los ochenta. Los testimonios, cómo las y los testigos miran al público a los ojos, nos enfrentan e interpelan. El diálogo con las imágenes del pasado le da carnadura a la película, imprime el sello de la historia en la ficción. No faltará quien cuestione el gesto de completar esos huecos que la historia nos legó, la intromisión de la megaproducción en los pliegues de la memoria.
La narración del pasado y el éxito del presente
Hace muchos años ya que sabemos que el pasado no es algo dado, fijado para siempre. De igual manera, comprendemos que cada vez que ese pasado es revisitado teórica o culturalmente se produce una nueva actualización de la historia en un presente con el que necesariamente dialoga.
Argentina, 1985 es –ni más, ni menos– eso, una versión, un recorte, un relato sobre el Juicio a las juntas militares.
Claudia Feld, autora del libro de 2002 Del estrado a la pantalla: Las imágenes del juicio a los ex comandantes en Argentina, escribió un interesante artículo tras el éxito comercial de la película y la amplia gama de repercusiones que suscitó. En él analiza la construcción de la figura de Strassera como un héroe solitario. Además de reconocer la importancia de Argentina, 1985, Feld señala una serie de omisiones y decisiones de representación que llevan a reflexionar sobre la idea de hecho histórico (que el filme propone) versus la idea de proceso histórico.
El fiscal Strassera y su equipo se representan en la película con todo el peso del proceso judicial sobre sus hombros (y no niego ni resto mérito a su tenaz y dificultosa labor) sin explicitar el valor determinante de otros actores para que el juicio se desarrollara y para que la carga probatoria resultara contundente. La incansable tarea de los organismos de Derechos Humanos que desde la dictadura tuvieron un rol fundamental se encuentra a penas esbozada.
De esta misma manera, el Juicio trabajado como hecho resta representación al proceso histórico. Se omite que se juzgó porque ya había elementos para hacerlo, porque, a pesar de los riesgos y las presiones, existió la decisión política de juzgar.
De los nueve juzgados, cinco recibieron condena. Jorge Rafael Videla y Emilio Eduardo Massera fueron condenados a reclusión perpetua, Orlando Ramón Agosti a cuatro años y seis meses de prisión, Roberto Eduardo Viola a diecisiete años y Armando Lambruschini a ocho. Omar Graffigna, Leopoldo Fortunato Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Anaya fueron absueltos por diferentes razones. En los años sucesivos, las leyes de Punto Final (1986) y Obediencia Debida (1987) limitaron el avance de la justicia y entre 1989 y 1990, Carlos Menem indultó a los condenados tendiendo un manto de impunidad. El 21 de agosto de 2003, durante el gobierno de Néstor Kirchner, se anularon estas leyes y se reabrieron los juicios a los responsables del Terrorismo de Estado, logrando avances verdaderamente significativos.
En las placas que se incluyen hacia el final del filme podría reponerse información que contextualizara al hecho. Pero no aparecen en ellas datos históricos, solo una mención sutil a las leyes y a la continuidad de los juicios. El mayor énfasis está al servicio de subrayar la continuidad ininterrumpida de la vida democrática desde 1983 a la actualidad.
La carrera de la película
Argentina, 1985 ha sido propuesta para representar a Argentina en los premios Óscar y se aguarda con entusiasmo conocer si integrará la terna que premie a la mejor película extranjera. La historia oficial (Luis Puenzo, 1985) y El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009), películas que también se vinculaban con la Memoria, recibieron ese mismo galardón.
Por otra parte, es innegable el interés masivo que despierta el filme, con una gran convocatoria de espectadores y espectadoras en las salas de cine y su llegada a un público internacional a través de plataformas de streaming en tiempos en que vemos con preocupación aflorar discursos neofascistas y negacionistas.
En 1983, a días de asumir como director del Instituto Nacional de Cinematografía, Manuel Antín declaró: “Al futuro gobierno le interesa mucho apoyar el cine, porque lo considera no solamente un vehículo de cultura sino una comunicación con el mundo, una ventana abierta al exterior para dar fe de la democracia que hemos conquistado”.
Hoy, el cine argentino continúa dando muestras de las conquistas históricas y el Juicio a las Juntas Militares obtiene un lugar absolutamente merecido en la historia y en la pantalla.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original titulado: ‘Argentina, 1985’, las imágenes de un juicio histórico. Viviana Andrea Montes, Licenciada y Profesora en Artes, Doctoranda en Historia y Teoría de las Artes. Área de Especialización: Estudios sobre Cine, Universidad de Buenos Aires