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Ovación de pie para “Tár”, sobre el terreno inestable de lo políticamente (in)correcto

“Tár” es un fascinante estudio de carácter. Blanchett domina cada escena magistralmente. La película le pertenece, aunque lejos de ser unipersonal

Juan Carlos Ampié

30 de octubre 2022

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La temporada del Óscar queda abierta con un golpe de batuta. Todd Field crea en “Tár” un irresistible vehículo de estrella para Cate Blanchett. La exactitud de su estilo visual contrasta con lo elusivo de su discurso, pero esto no empaña su poder hipnotizante.

Lydia Tár es una estrella en el enrarecido mundo de la música clásica. Ella es la conductora de la Orquesta Sinfónica de Berlín. Tiene un doctorado en Harvard. Ganó un Emmy, un Grammy, un Óscar, y un Tony. Tanto así enuncia Adam Gopnik, en la vida real el editor de la revista The New Yorker, mientras la entrevista en un teatro repleto. El personaje es demasiado brillante como para ser cierto, pero la abrasiva energía de Blanchett disipa cualquier duda.


Mientras Gopnik recita el rosario de logros, una joven enuncia cada palabra silenciosamente, como haciendo karaoke con un perfil de LinkedIn. Quizá los ha escuchado tantas veces que ya se los sabe de memoria. O ella misma escribió el texto. Se trata de Francesca (Noémie Merlant), aspirante al cargo de segunda conductora de la sinfónica que gana tiempo y méritos trabajando como su asistente ejecutiva. Ella es la segundo ‘amuser’ más importante de su vida. En casa, en un lujoso apartamento brutalista de Berlín, le espera Sharon (Nina Hoss), su esposa y primera violinista. Género, sexo, arte y poder entran en combustión en la cumbre de la carrera de Lydia. Está a punto de grabar las sinfonías de su compositor favorito, Gustav Mahler, al mismo tiempo que acusaciones de abuso reverberan en los márgenes de las instituciones que la abrigan. Parece que Lydia tuvo una relación inapropiada con Krista Taylor (Sylvia Flote), becaria de su fundación para jóvenes talentos. Como poniéndola a prueba, Olga (Sophie Kauer) una atractiva violoncelista rusa, llega a hacer su audición a la orquesta.

Con apenas tres largometrajes en veinte años, Field ha ganado una buena medida de respeto en la industria. Tiene tres nominaciones al Óscar a su nombre, gracias a “In the Bedroom” (2001) y “Little Children” (2006). Sin embargo, su película más significativa sigue siendo “Eyes Wide Shut” (Stanley Kubrik, 1999). En la obra final de Kubrick, Field interpreta a Nick Nightingale, el pianista que recluta a Tom Cruise para asistir a la extraña orgía de millonarios que exorciza sus celos patológicos. La influencia del viejo maestro es visible en “Tár”. Está en la implacable composición de los planos, donde lo inquisitivo adquiere un engañoso tono de frialdad. Lo que le falta, es su claridad en las ideas que invoca a la hora de contemplar el momento cultural y la conducta de las personas.

“Tár” es un fascinante estudio de carácter. Blanchett domina cada escena con pericia magistral. La película le pertenece, pero está lejos de ser un show unipersonal. Nina Hoss, veterana de varias películas de Christian Petzold, añade matices a una relación de pareja donde la fortaleza está en las diferencias de temperamento de las amantes. Merlánt, la revelación de “Portrait de la Jeune Fille en Feau” (Céline Sciamma, 2019), ilustra el desbalance de poder abonado por las diferencias de experiencia y edad.

La película es rica en atmósfera y drama. Pero no contento con eso, Fields hilvana una elusiva meditación sobre la dinámica entre las transgresiones de los privilegiados y la retribución como consecuencia de sus actos. Es difícil discernir si quiere dejar que los infractores se pongan en evidencia a sí mismos, o si lamenta la pretendida “cultura de la cancelación”. Al menos superficialmente, los valores de la opinión pública han cambiado, mientras los que son señalados se declaran víctimas de la rectitud política. Algunos pierden poder y prestigio, otros siguen célebres y campantes. El nuevo orden es un espejismo, excepto cuando no lo es.

“Tár” documenta la caída en desgracia de Lydia con fuerza de ‘momentum’ implacable. Es tan fuerte, que uno casi no se da cuenta de cómo el personaje pierde credibilidad a medida que la despojan de la coraza de su invención personal. Su transformación, de subida y de caída, termina revelándose como un capricho narrativo. En busca de ambigüedad, Fields sirve confusión. ¿Estamos ante el lamento de un conservador, o la broma irónica de un artista? También tengo sentimientos encontrados ante el capítulo final, que despide un molesto tufillo a racismo. Aun así, tiene que verla. Y usted decida.

“Tár”
Dirección: Todd Field
Duración: 2 horas, 18 minutos
Clasificación: * * * * (Muy Buena)

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Juan Carlos Ampié

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