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El miedo de los indocumentados en EE.UU.

Once millones en la mira de Trump. Mexicanos y centroamericanos se organizan para luchar contra el cambio en las reglas migratorias

Migrantes hispanas protestan por el derecho a conducir en Estados Unidos. EFE.

Dánae Vílchez

12 de diciembre 2016

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Esther salió de su pueblo en Carazo, Nicaragua, el 17 de noviembre de 2005. Tenía en ese momento 35 años y dos hijas adolescentes. Su meta era encontrar un trabajo en Estados Unidos que le permitiera mantener a su familia e impulsar a sus hijas hacia una carrera profesional.

Se fue con una pequeña cartera únicamente, además de diferentes paquetes de dinero escondidos en todo el cuerpo. Iba a emprender uno de los viajes más peligrosos del mundo. Iba hacia a Estados Unidos como una migrante indocumentada.

Esther –no es su nombre real, ha sido cambiado para proteger su identidad– había acordado previamente con un ‘contacto’ el encuentro en la terminal de Ticabus, en donde abordarían el vehículo que los cruzaría hasta Guatemala. En ese momento eran aproximadamente 30 personas que compartían el mismo destino.

Lograron sortear los retenes fronterizos de El Salvador y Honduras, y al llegar a Guatemala cambiaron de transporte y se montaron por primera vez en uno de los tantos furgones que los encaminarían hacia su meta.


“Yo estaba joven, los coyotes me arreglaron para que me hiciera pasar por la esposa del conductor del furgón y así despistar a la Policía. Los otros que iban en el mismo viaje iban atrás pasando calor, hambre, sed. Yo tuve un poco de suerte”, relata Esther.

Los momentos más duros de su vida los vivió cuando tuvo que cruzar el paso fronterizo de Piedras Negras, en el Estado mexicano de Coahuila, hacia Eagle Pass, Texas, ya en territorio norteamericano.

Ahí tuvo que caminar por más de 72 horas, saltar muros y mallas de más de tres metros y hacerse paso entre la maleza y el Río Bravo. “Es duro. Es una prueba divina. Venís caminando en veredas, en monte. Migración pone cercos y uno tiene que saltar y del otro lado no sabes si vos vas a caer en un hoyo. Es angustioso, desesperante, realmente miras que tu vida está en un hilo y que te puede pasar cualquier cosa. Yo tuve un desgarre muscular en la pierna derecha, pero tuve que seguir caminando sin parar, porque uno tiene que aprovechar lo mas que se pueda”, cuenta Esther.

“Es doloroso –continúa–, te quedas sin agua, te quedas sin comida, me tocó tomar agua de un charco, ponerme la gotita de agua en los labios aunque no me la tragara. Fue muy difícil”, agrega la nicaragüense.

En el trayecto entre México y Estados Unidos ya se habían sumado otras treinta personas, y eran en total sesenta migrantes,  sin incluir al ‘coyote’ que les servía como guía. El grupo estaba compuesto por personas de todas las naciones de Centro y Sudamérica, y junto a ellos, recuerda ‘Esther’, viajaban un par de hermanos de 11 y 14 años, además de varias mujeres mayores. Una de ellas se fracturo la pierna y fue abandonada en el camino.

“El coyote lo que hace es que te saca lo más que pueda a la carretera y te dejan solo. Ahí fue donde se me salieron las primeras lágrimas y yo dije: señor por favor líbrame de esto”, relató la migrante.

Los demás miembros de la expedición lograron llegar sanos y salvos a la casa de seguridad que habían dispuesto los ‘coyotes’ en Texas y desde ahí, cada uno, viajó a la ciudad donde los esperaban sus familiares. Para Esther, el destino era Miami, en Florida. Salió de esa casa directo a comprar un pasaje de autobús en una agencia de viajes. En ese local le permitieron darse el primer baño después de 7 días y cambiarse de ropa.

El miedo y Trump

Al llegar a Miami, sin embargo, no se encontró con lo que esperaba. Sin hablar inglés y sin documentos, buscar trabajo le fue difícil y aunque en Nicaragua tenía experiencia como maestra de primaria y administradora, en lo único que pudo laborar fue en el cuidado de infantes y en servicios de limpieza.

Ahora, once años después, Esther logró solventar los gastos universitarios de sus dos hijas y manda dinero a Nicaragua para la construcción de una casa. Aún le queda por pagar muchos detalles, pero el estatus económico que ha alcanzado se encuentra amenazado por la llegada del presidente electo Donald Trump, cuya juramentación se llevará a cabo este 20 de enero.

“Hay mucho miedo, mucha incertidumbre, yo lo que he escuchado esque la gente está atormentada, está angustiada, se siente en el aire. No sabe qué es lo que va a pasar realmente. Yo pago mis impuestos, teniendo la esperanza que algún día me puedan dar documentos”, comentó Esther.

Trump, quien ganó la presidencia a Hillary Clinton en la elecciones más controversiales de los últimos tiempos, prometió en campaña la deportación de millones de indocumentados, así como la derogación de medidas migratorias que habían sido instauradas por el actual presidente Barack Obama. Otra de sus grandes promesas es la construcción de un muro en la frontera con México.

En su campaña hizo comentarios como: “los mexicanos que entran son criminales y violadores”, o “vamos sacar a los ‘bad hombres’ (hombres malos) de este país”. Su retórica incendiaria ha levantado a los sectores conservadores y racistas del país y ha creado tensión entre las distintas comunidades étnicas.

El temor de los once millones de indocumentados que viven actualmente en Estados Unidos, según cifras oficiales, está creciendo, muchos ven con recelo la conformación del gabinete de Trump, cuyo perfil oscila entre, racistas, antimigrantes y declarados “nacionalistas blancos”.

Según el Instituto de Políticas Migratorias (MPI por sus siglas en inglés) hay más de tres millones de centroamericanos viviendo en Estados Unidos, además de unos seis millones de mexicanos. En Estados Unidos, los latinos en total representan a un 17% de la población del país y suman unos 55,2 millones de personas.

Para el abogado Patrick Young, del Central American Law, una organización con sede en Long Island, Nueva York, los latinos se han convertido en una comunidad especialmente vulnerable por los planes gubernamentales que ha manifestado Trump.

“El presidente electo Donald Trump es el primer presidente en mi vida –y tengo casi sesenta años de edad– que ganó bajo una plataforma antiinmigrantes. Muchas personas temen que sus programas sean terminados y otras simplemente temen que van a ser arrestadas y deportadas, porque para los indocumentados el miedo es exagerado, el terror creado por Trump ya está  afectando a miles de personas”, explicó el abogado.

“Yo no creo que se vaya a hacer el muro. Los latinos salen a cenar y la gente comienza a gritarles: Construiremos la pared. Eso se ha convertido en un lema para ‘no me gustan los inmigrantes’”, agregó Young.

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Los programas que están en riesgo

Uno de los programas insignia del gobierno de Barack Obama fue la creación de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) que permite a quienes llegaron antes de los 16 años a los Estados Unidos, obtener un permiso de estancia y de trabajo. Se estima que alrededor de 750 mil personas fueron beneficiadas con este programa.

Uno de ellos fue Yosimar Reyes, un mexicano que llegó a los 3 años proveniente del Estado de Guerrero. El único país que conoce es Estados Unidos. Es artista y escritor, vive en Los Ángeles, California, y trabaja para una organización llamada Define America, que intenta contar las historias de los indocumentados en ese país y redefinir los conceptos de identidad cultural. Fue fundada por el periodista de origen filipino José Antonio Vargas, ganador del premio Pulitzer y conocido como “el indocumentado más famoso de Estados Unidos”.

“Nuestro enfoque es cambiar la mentalidad de la gente hacia los indocumentados. yo particularmente quiero crear arte que sobrepase las ideologías políticas y que capture a la gente para que no piense que la gente indocumentada no contribuye a esta sociedad, estoy enfocado en contar esas historias que conecten a la gente”, dijo Yosimar.

Las implicaciones de ser indocumentado en Estados Unidos son muchas. No se puede tener acceso al seguro social, lo que limita la oferta de trabajos. No se puede viajar fuera del país. No se puede ni siquiera tener una licencia de conducir.

“Es algo muy difícil, yo tengo 28 años y me gradué de la universidad, pero solamente por no tener un numero de seguro social, subir económicamente en este país es muy difícil. Muchas personas indocumentadas viven en la pobreza, viven tres familias en un apartamento, tienen que hacer sus propias economías, pero como muchos, hay once millones de indocumentados. Vemos cómo también la gente crea su propia economía y eso es algo poderoso, pero a la vez es algo complicado”, manifestó el artista.

Con DACA, jóvenes como Yosimar logran obtener un permiso de trabajo y un permiso temporal de residencia, pero quedan registrados en una base de datos. Con la llegada de Trump a la presidencia, muchos temen que esos datos que dieron al gobierno puedan ser utilizados en su contra para emprender una cacería.

“Nosotros metimos nuestros papeles con la confianza de que esa información no iba a ser usada contra nosotros, ahora lo que pasa es que tenemos un gobierno que va a tener nuestro contacto, nuestra fotos y en dado caso que él anuncie que quiera sacar a al gente, el gobierno ya tiene toda la información de nosotros, es algo que da miedo”.

Trump ya anunció durante su campaña que uno de sus primeros pasos será la suspensión de programas como DACA o el TPS (Status Protegido Temporal), aunque no ha especificado cómo ordenará que se ejecute la acción. Tampoco ha hablado concretamente si realizará o no una reforma migratoria y de hacerlo cuál será su letra menuda.

Para la abogada de origen venezolano Bárbara Pinto, del Centro Legal La Raza, en Oakland, California, el cierre de estos programas afectará particularmente a la comunidad centroamericana, que son los que más se han beneficiado de ellos.

“Hay ciertas cosas que él puede cambiar. Obama puso prioridad en que no se deportara a los jóvenes que ya llevan mucho tiempo aquí y tampoco los papás de los hijos que son ciudadanos, eso puede cambiarlo Trump. No tiene los recursos para hacerlo, porque hay ciertas cosas que tienen que pasar por el Congreso, pero no sabemos exactamente qué va a hacer”, explicó Pinto.

Preparándose para Trump

Janet –nombre ficticio– es una nicaragüense indocumentada que vive en Miami con su hija de 9 años. Logró conseguir una visa de turista hace 5 años, lo que le permitió viajar y burlar el sistema migratorio.

En Nicaragua trabajaba en Chinandega para un organización no gubernamental como encargada de logística. Hoy cuida niños y hace labores domésticas para solventar sus gastos y poder mandar dinero a su familia.

Para ella el mayor miedo de los indocumentados no está en ser deportados, sino en los abusos que se devienen de su estatus irregular.

“A lo que a la gente le tiene miedo es al aprovechamiento de los empleadores, por que si vos no hablas en la calle, es probable que nadie se meta con vos, pero el racismo se demuestra aprovechándose del empleado: como saben que son personas sin documentos, que no hablan inglés, pueden aprovecharse de la situacion y pagar menos. Los salarios están justo apenas para cubrir las necesidades, si bajan es crítico, porque las familias dependen de nosotros”, explicó Janet.

Ella asegura que se está preparando psicológicamente para la llegada de Trump, aunque no gana lo suficiente para hacer un fondo de ahorro en caso de que tenga que regresar súbitamente a Nicaragua.

Todos los días habla con su hija para que se prepare en caso que les toque asumir un proceso de deportación, y forma parte de un grupo de activistas llamado Coalición Hispana, que brinda apoyo legal y psicológico a las familias indocumentadas.

“Nuestra comunidad está alarmada. A los niños les preocupa mucho, a mi hija yo ya la he aconsejado, primero que todo no se dice en la escuela que usted no tiene papeles. Sin un día tenemos que enfrentar una deportación tiene que ser valiente y esperar que en el proceso nos volvamos a ver. Es una cosa dolorosa, a los niños los separan de sus padres y finalmente lo podes reclamar pero pueden pasar seis meses, un año, dos años. Es complicado”, manifestó Janet.

A pesar del miedo y la creciente tensión con el resurgimiento de ataques racistas hacía las comunidades hispanas, los latinos se están preparando para lo que se avecina. En Nueva York, el Central American Law realiza charlas en iglesias y colegios para explicar a los indocumentados sus derechos. Además revisan ahora caso por caso, para garantizar mayor protección a sus clientes.

En California, el Centro Legal La Raza y Define America realizan actividades comunitarias en función de visibilizar a la comunidad indocumentada y ganar la protección de las autoridades locales y estatales.  En todos el país se han movilizado miles de personas rechazando la presidencia de Trump. La movilización social está resurgiendo y los latinos van a la cabeza.

“No va a ser una lucha fácil, porque no nos vamos rendir. Va a ser una lucha que va a continuar y estamos preparando para ver lo que va a pasar cuando entre el presidente. Él está declarando una guerra con las comunidades más marginalizadas de este país, y lo que está haciendo es que esas comunidades se unifiquen, que la gente indocumentada trabaje con la comunidades musulmanas y que también trabajen con el movimiento #Blacklivesmatter. Las comunidades se están uniendo para enfrentarse a él y se le va a hacer muy difícil, porque somos muchos”, declaró el artista y activista Yosimar Reyes.


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