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“La tortura se encarna en el cuerpo de los presos que están aislados”

Psicólogo Celso Cruz y psicoanalista Mónica Vul analizan los traumas que provocan el aislamiento y la tortura en la cárcel

Un llamado dramático a romper el silencio para que se suspenda el régimen de crueldad de Daniel Ortega

Carlos F. Chamorro

5 de septiembre 2022

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La exhibición de fotografías y videos de 27 reos de conciencia, que después de 15 meses de aislamiento en la cárcel de El Chipote fueron divulgadas por los medios oficialistas, provocó conmoción entre los familiares de los presos políticos, que resaltaron el visible deterioro físico en que se encuentran sus seres queridos, mientras mantienen su dignidad intacta.

Un sicólogo y una sicoanalista, que han atendido pacientes que han sido objeto de torturas, analizaron en el programa Esta Semana el impacto que podría tener en la salud de los presos políticos, el régimen de tortura y aislamiento que ha sido impuesto en las cárceles de El Chipote durante más de un año.


El doctor Celso Cruz, nicaragüense, psicólogo de la Clínica del Dolor del hospital San Juan de Dios en San José Costa Rica, resaltó “las secuelas emocionales del trauma. Eso tiene una repercusión para siempre, los trastornos de ansiedad, lo que han vivido por el aislamiento, hay secuelas en las enfermedades que se van a generar, no solamente desde el punto de vista físico, sino desde el punto de vista emocional”.

Por su parte, la sicoanalista, Mónica Vul, argentina exiliada en Costa Rica, coordinadora del programa de investigación en violencia de la Universidad de Costa Rica, destacó que “la tortura invisible se encarna en el cuerpo de la persona que está en aislamiento, que tiene esa imposibilidad de comunicar, vía escrita o vía oral, a través de un testimonio o de una palabra, o de un silencio, permitiendo escuchar su propio silencio, su dolor”.

Las fotografías de los presos políticos que han estado en aislamiento en la cárcel durante más de 15 meses, algunos en celdas de castigo otros en celdas de confinamiento solitario, ha causado mucha conmoción entre sus familiares y en la población. ¿Qué tipo de secuelas se pueden advertir en estas imágenes?

Dr. Celso Cruz (Psicólogo). Nos preocupa, desde luego, el deterioro físico, y todos los efectos que vemos en su esquema corporal, en su condición física en general, y a mí me preocupa muchísimo las secuelas emocionales del trauma. Eso tiene una repercusión para siempre, los trastornos de ansiedad, lo que han vivido por el aislamiento, hay secuelas en las enfermedades que se van a generar, no solamente desde el punto de vista físico, sino desde el punto de vista emocional.

El trastorno ansioso, el trastorno por estrés postraumático que desde la historia clínica, desde la psiquiatría, desde el psicoanálisis, no se cura, hay que lidiar con esos síntomas. Esa ansiedad recurrente: el insomnio, las enfermedades psicosomáticas que van a generar también, ya están viviendo procesos de duelo que tienen repercusiones en el real biológico en su cuerpo.

Entonces yo creo que esta situación que están viviendo estas personas va a tener repercusiones de por vida, y que van a requerir mucho apoyo, acompañamiento, van a requerir ese escucha importante de especialistas, y desde la parte física desde luego.

Por eso la tortura, las condiciones de cárcel, es algo que está normado y que esta es una preocupación a nivel de Naciones Unidas, de la OMS, de los organismos internacionales, y desgraciadamente se está viviendo en Nicaragua.

Algunas personas cuando ven estas fotografías reaccionan al hecho de que los presos están demacrados; otros más bien hacen alusión a la dignidad que como seres humanos presentan ante este estado de crueldad. ¿Qué impacto puede tener un estado prolongado de aislamiento en la cárcel para la salud humana en términos físicos y en términos también de la salud mental?

Mónica Vul (Psicoanalista). La convocatoria (a esta entrevista), el mensaje Carlos Fernando (Chamorro) dice “tortura invisible”, y a mí me llama mucho la atención esto de la invisibilidad, porque, más allá de todas las consecuencias físicas y las secuelas que hay en lo emocional, en lo psíquico, en lo subjetivo de cada uno de las compañeras y compañeros que se encuentran aislados en este momento. Hay una invisibilidad que tiene que ver con esa tortura, en la imposibilidad de tener un lazo con los otros, del estar aislados, a veces solos o solas en una celda; de la imposibilidad de escribir, de leer y tener solamente por ejemplo, la etiqueta de una pasta de dientes. Uno ve en la gente que ha tenido posibilidad de acompañar cuando han estado presos, o han sido víctimas de tortura, o del exilio, y una de las cuestiones más duras para poder sobrellevar, es no poder testimoniar, no poder escribir, no poder dar cuenta de lo que subjetivamente les está sucediendo.

Por ejemplo, Jorge Semprún ha escrito acerca de lo que fue su experiencia en el campo de concentración en la Segunda Guerra Mundial. Uno de los libros de él se llama La escritura o la vida, porque justamente esa imposibilidad de leer o de escribir, marca una de las diferencias en lo que es esa tortura invisible, de no poder comunicar lo que están viviendo, que apunta sin duda a la dignidad, a lo más profundo que tiene el ser humano que es su posibilidad de comunicar, la posibilidad de testimoniar lo que han vivido, les posibilita un lazo con la vida.

Entonces, es algo profundamente cruel ver la mirada de Dora María (Téllez) o ver la mirada de otros compañeros, donde en las primeras fotos que nos mandaron se veía esa sonrisa, esa vitalidad, esa capacidad de resistencia, y en estas fotos lo que se ve es el dolor profundo del aislamiento, de la soledad, de la imposibilidad del lazo, de ningún lazo, ni con los otros, ni con los familiares, ni con los otros presos políticos.

Hay otra dimensión del aislamiento y la incomunicación y es el intervalo que ha establecido este régimen de tortura para que se puedan comunicar con sus familiares. Esto se produce cada 45 días, y en el caso de los presos que tienen hijos menores o adolescentes, hay una prohibición para que se pueda establecer una comunicación. Tuvieron que hacer una huelga de hambre Miguel Mora y Tamara Dávila para poder ver a sus hijos, pero hay muchos otros que no han podido tener contacto con sus hijos menores. Tampoco se permite una llamada telefónica, un audio, una verdadera comunicación.

Celso Cruz. Eso forma parte de la tortura. Somos seres vinculares. Los padres con hijos pequeños no tienen ningún contacto, ese es un aspecto de la tortura, y es interesante analizar también la posición del torturador, porque es una posición también desde el lugar del poder. Entonces, no te permitimos ver a los hijos, no te permitimos ningún tipo de contacto, no te permitimos ningún tipo de vínculo, y desde luego para estos padres de familia con hijos pequeños, con hijos con discapacidad, es parte de esa tortura psicológica. Desde la función de padres, desde luego, que se va a ver afectado, y forma parte de todos esos síntomas que se van a generar.

Entonces el torturador maneja todos estos aspectos, y por eso están utilizando partes muy sensibles, como es que no puedan leer, porque quienes están secuestrados políticos no son tontos. Hay gente muy formada y son intelectuales entonces ese es parte de ese poder que yo ejerzo como torturador, El no tener vínculo, el no tenerlos juntos, el tenerlos aislados, también es otra de las medidas desde la posición del torturador, que hace mucho daño también a los hijos.

¿Existe alguna distinción entre tortura física, tortura psicológica, o esa tortura invisible, en cuanto al daño que produce en la salud física y en la salud mental de los presos políticos?

Mónica Vul. La tortura se encarna en el cuerpo, o sea, el cuerpo de la persona que está en aislamiento, que tiene esa imposibilidad de comunicar, vía escrita o vía oral, a través de un testimonio o de una palabra, o de un silencio, permitiendo escuchar su propio silencio, su dolor.

En los años 80 formamos un equipo con Elizabeth Odio; yo estaba recién llegada de Argentina donde venía exiliada donde la mayoría de los compañeros y compañeras de mi generación habían sido desaparecidos, o lanzados al Río de la Plata en los vuelos de la muerte. Yo tuve la posibilidad de venir a Costa Rica, eligiendo Costa Rica porque era un país sin Ejército, donde no existía ese abuso de poder y de autoridad, y de crueldad que ejercen las Fuerzas Armadas y la Policía, y tuvimos la oportunidad de formar un equipo que se llamaba Equipo Centroamericano de Atención a Víctimas de Tortura. La tortura que ejercían en ese momento en Centroamérica, en El Salvador, los escuadrones de la muerte, las policías, los Ejércitos, era una tortura tal vez diferente, era quema de poblados, violación, descuartizamiento de cuerpos; la tortura de tener que reconocer los cuerpos por las mujeres que habían sido violadas a partir de los miembros de las partes del cuerpos, era otra tortura. No era la tortura puntual que ejercían los Gobiernos en los genocidios suramericanos Argentina, Chile, Brasil, Uruguay. La tortura en este momento que yo veo en las cárceles de Nicaragua, es una tortura donde no se puede diferenciar lo físico con su consecuencia en lo psíquico y en lo emocional, porque eso físico de aislarlos, de ponerlos en silencio, de no permitirles hablar, de negarles la posibilidad de comunicarse con sus seres queridos que también padecen el sufrimiento.

Es el infierno de esos universos concentracionarios. Lo que se vive, y lo que repercute en los presos políticos en Nicaragua. Ese infierno, que lacera el cuerpo con consecuencia en su subjetividad, porque lo que busca la violencia política del Estado, es justamente desubjetivar, quitar esa posibilidad —no sé si utilizar la palabra dignidad— pero es justamente lacerar esa subjetividad, como si lacerando esa subjetividad se les quitara la posibilidad de resistencia.

En 2018 y también en 2019, hay muchos testimonios de tortura física, de violaciones a mujeres, a hombres, y otro tipo de ensañamiento contra los presos políticos. Eso también provocó inmenso dolor, secuela, daños en estas personas. Algunos de los sobrevivientes han relatado los traumas que todavía están enfrentando. Pero esto que estamos viendo hoy es tortura independientemente de que las señales no se vean.

Celso Cruz. Como decía Mónica: es la inscripción en el cuerpo, y si es en el cuerpo, es en el inconsciente, es en la vida de la persona, es en sus proyectos vitales, es en su forma de relacionarse. Aquí atendimos a muchachos torturados, con torturas físicas terribles, y todavía están las secuelas a pesar de que les dimos sesiones frecuentes, se hizo un abordaje en grupo, siguen mal.

Intervinieron psiquiatras porque no dormían. En un seminario que tuvimos de formación sobre tortura, surgió esa pregunta (si es tortura de izquierda o es tortura de derecha). Entonces decíamos: No. Es que es tortura. No es que sea de derecha, o sea de izquierda. La tortura quien infringe, es lo que queda en el cuerpo, Lo que queda en esa historia de ese sujeto que está sufriendo y que va a sufrir lo que pasa, esa angustia que queda, y que cuesta vincularse después en relaciones de pareja, las relaciones familiares, porque la tortura va a dejar esa secuela.  Uno de los síntomas también es que no se habla de todo lo que se vive, porque es parte de ese síntoma que está viviendo la persona que sufrió tortura.

Entonces, quienes no están recibiendo tortura física, pero no les permiten vincularse, no pueden comunicarse; están en la oscuridad, o solo tienen una luz prendida siempre en su celda y están aislados, desde luego que las secuelas van a quedar esa inscripción en su historia de vida, que va a ser imposible quitar.

Lo que vimos esta semana fue solamente unas fotografías y videos de pocos minutos, de personas que están privadas de su libertad. Nadie pudo conocer su verdad, su punto de vista. Las cárceles están cerradas. Nadie ha podido acceder a ellas. Me refiero a la Cruz Roja Internacional, o las comisiones internacionales de derechos humanos. ¿Qué le recomendarían ustedes a los familiares de los presos políticos, o a las comisiones de derechos humanos que están abogando por la libertad de los presos, y porque se suspenda este régimen de tortura y aislamiento?

Mónica Vul. Es difícil plantear una recomendación. La criminalización es parte de la violencia política que ejerce el Estado, la criminalización de la gente a quien tienen presa. Por otro lado, la patologización que tienden a utilizar es muy fuerte. Yo creo que, si hay una vía posible para recomendar, es la vía de la resistencia. De alguna manera fácil poder decirlo desde afuera, pero uno ve, y trabaja, y escucha cómo resisten, por ejemplo, los familiares de los 43 desaparecidos en Ayotzinapa; cómo resisten las Madres de la Plaza de Mayo cada jueves en cada marcha alrededor de la Plaza de Mayo, o sea, cómo continúa esa resistencia, casi que es una resistencia pos mortem; después de la muerte. Yo creo que en el caso de la tortura que se está dando en esta situación, tan inhumana y tan cruel que está cometiendo hacia los compañeros y compañeras que se encuentran presos y presas en Nicaragua, lo que podría recomendar es apelar a la resistencia. La resistencia es una forma de lucha política, es una forma ética y política de no ceder ante la dominación, de no ceder ante el autoritarismo de ese sistema penal, de esa cárcel, donde cada vez intentan que sea a través de ese aislamiento y de esa tortura, donde se les niegue esa posibilidad.

Entonces, es difícil plantearlo, porque sin duda hay una situación de duelo, y el duelo es algo muy complejo. El duelo puede ser algo privado, pero puede también hacerse algo del orden del duelo público. Duelo público, en el sentido de duelo que no tiene que ver con la muerte necesariamente, sino con el duelo de no tener a ese sujeto querido, a ese ser humano tan querido con nosotros y con nosotras.

¿Puede el régimen, normalizar este sistema de crueldad y de tortura? La vida sigue, para otras personas que no están siendo directamente afectadas por estas privaciones.

Mónica Vul. Sin duda, hay una banalización y una normalización de lo que el sistema está haciendo, de lo que está ejerciendo. Por un lado, una banalización del sistema político, pero también porque es un tema terriblemente doloroso. Yo pienso que es justamente, ante esa banalización y esa normalización a lo que tenemos que dirigirnos, porque si banalizamos la crueldad, estamos banalizando ese mal radical, porque yo creo que lo que está sucediendo en Nicaragua, es un mal radical hacia la población, que está en este momento aislada, presa, torturada, pero también un mal radical en la banalización que están haciendo muchos sectores, de lo que está sucediendo.


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Carlos F. Chamorro

Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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