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Un retratista elocuente

Carlos Manuel Álvarez demuestra que la crónica sabe hacerse cargo de los temas más inesperados

Algunos autores ubican la crónica periodística como literatura misma. Confidencial | Agencias

Guillermo Rothschuh Villanueva

10 de diciembre 2017

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“Hubo una época que escribir desde Cuba
asumiendo la Revolución o fuera de Cuba a la
contra, marcaba un valor añadido o su contrario
a la hora de establecer una lectura apriorística”.
Manuel Vázquez Montalván
Y Dios entró a La Habana

Cada vez que leo crónicas consagradas a mostrarnos situaciones y circunstancias mediante el recurso del retrato —compruebo o rectifico— la solvencia narrativa de quienes adoptan esta perspectiva. Cualquier debilidad en el diseño salta a la vista y el cronista queda al desnudo. Las pinceladas deben quedar perfectamente delineadas y los trazos dibujados con esmero. No cargar la tinta. El proceso de escritura tiene que resultar embrujante. El hechicero apuesta a dejarnos prendidos en cada uno de sus lances. La trama debe resultar convincente. El resultado final depende de la forma que armoniza grafía y contenido. Solo así puede conseguir una combinación subyugante. Evitar flojuras en los goznes y manchas que afeen sus rostros. Aunque no por eso debo negar que comulgo con lo feo artístico.


La búsqueda de la perfección se convierte para el cronista en una obsesión estimulante, la complacencia que logra al barajar en debidas proporciones fondo y forma. Una búsqueda incesante para dar con el tono narrativo y su capacidad de mostrar la manera que capta grandezas y alegrías, angustias y sinsabores, desesperanzas y sueños, el presente y el futuro, lo actual y el porvenir, en su justa mesura. Esta hazaña acomete Carlos Manuel Álvarez, al lanzarse a la aventura de realizar distintos retratos. Para conseguir su propósito dosifica los elementos a los que recurre. Dispuesto a narrar las vicisitudes y el futuro de sus compatriotas, transita por diferentes derroteros. Se pega a su orilla. Viaja hacia los confines. Acomoda su ánimo y dispone su sensibilidad a su servicio. Una tarea grata y placentera.

Carlos Manuel Álvarez demuestra que la crónica sabe hacerse cargo de los temas más inesperados. Incorpora en su discurso situaciones que los historiadores obvian cuando relatan los hechos más trascendentales de un período sociopolítico determinado. Se hace cargo de lo marginal, para develar los pormenores que atraviesan las personas que no gozan de los beneficios de la sociedad. Los desheredados a quienes no queda otra alternativa que vivir de los desperdicios acumulados en los basureros. ¿Carlos Manuel hace mal al no hacer hincapié en los logros en salud, en cultura y en educación alcanzados en Cuba? Se ubica desde una posición crítica. La tarea de todo intelectual consiste en develar las razones o sinrazones existentes en su entorno. Es la voz de los descontentos. Una voz que cuestiona.

No por eso se me antoja que todo lo existente en Cuba anda mal, ni que todos los panes han sido repartidos de manera desigual. La contundencia de Danzando en la oscuridad proviene de meterse a hurgar el microcosmos donde viven Chen y María Luz —el bote 100—el vertedero mayor de Cuba. Unas 104 hectáreas cuadradas, con el 80% de los residuos de La Habana, donde depositan 1,650 toneladas diarias de basura y una capacidad de albergue de 7.8 millones de metros cúbicos. Universo atroz donde todos se suman al negocio e inmundicia. Álvarez describe el hábitat con minuciosidad arquitectónica. María Luz dejó de ser lo que un día fue. Bailarina en Varadero y luego en Tropicana. De su belleza no quedan más que pedazos de orejas y unos senos que son ahora dos pellejos secos. ¿Cómo no sobrecogerse?

Inicia su libro —La tribu Retratos de Cuba, Editorial Sexto Piso, México, 2017— con una aproximación a Cuba después de Fidel. Un breve repaso a lo que viven los cubanos a partir del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Raúl y Obama. Arrecia su voz. El hecho marca una doble ruptura. Una de orden político y otra de naturaleza sicológica. Muestra la dualidad que viven. “Como si el gobierno nos hubiera entrenado durante décadas en la creencia de que la prueba de la Historia, la que había que librar, era un maratón, y de repente, con el inicio del deshiele, no. La distancia era —son ya— los cien metros planos, y competimos contra un país dopado”. Juicio implacable. Con certeza apunta que asisten al cierre de un ciclo. Las bravuconadas de Trump, indican que el nuevo ciclo será de marchas y contramarchas.

Con el ánimo de mostrar los cambios y transformaciones en marcha, después del acercamiento de Cuba con Estados Unidos, nada mejor que Wanted, un repaso por los temores que acosan a Charles Hill, asilado estadounidense, después de haber dado muerte al teniente Robert Rosenbloom. Junto a dos compañeros militantes de la República Nueva África (RNA), quiso detenerlos la noche del 8 de noviembre de 1971, en Albuquerque, Nuevo México. Desde inicios del año 2014, el gobierno de Estados Unidos pide su cabeza. ¿La entregarán? A partir de entonces el país más poderoso del mundo anda tras sus pasos. Rosenbloom dejó de ejercer por un momento su labor de traductor en La Habana. Su condición precaria lo obligó a regresar al oficio. ¿Cómo será el desenlace?

En un país que transpira beisbol, inevitable que Álvarez expurgue las hazañas de José Ariel Contreras, El pitcher negro de las medias blancas. Contreras fue noticia en Nicaragua, desertó de Cuba y hospedó en un hotel de Managua, en su viaje en busca de fama y fortuna. Llegar a las ligas mayores, objetivo mayor de los beisbolistas cubanos. Álvarez complementa el ejercicio retórico, citando lo que escribió en el invierno de 2002, un periodista nicaragüense. El nica apunta que nunca había visto unos ojos tan melancólicos en una persona. El cronista se siente impelido de nombrar a nuestro Rubén: Es un millonario triste, expresión que le conduce a decir que fue un titular digno de Darío. El sueño del beisbolista era instalarse con los Yankees de Nueva York, equipo dorado de sus compatriotas. No pudo sostenerse.

La densidad poética la alcanza al desplazarse por los meandros donde transita la vida de Ray. Sincronía entre poesía y música. Desteje el mantel que Raymundo Fernández ha tejido a lo largo de su historia musical. Le atrae su iconoclasia. Su letra le inquieta. Es la misma razón por la que le cautiva Juan Formell. Nada más que en una mayor dimensión. Decanta el lado transgresor del ícono cubano. El fundador de los Van Van, alcanza una altura épica. Atrevido y temperamental, Formell dinamitaba cada cierto tiempo sus conquistas musicales. Con la tendencia por recuperar y traducir la vida cotidiana de los cubanos. La Academia Latina al concederle el Premio Especial a la Excelencia Musical, asentó en el acta que Juan Formell es la verdadera definición de un innovador musical. Homenaje más que merecido.

En un país de migrantes, Álvarez no podía esquivar la mirada y rehuir al tema. Se esmera por filtrar las voces de los cubanos y las múltiples peripecias que realizan para llegar hasta Estados Unidos. El ahorcamiento de Mayara Alvite, sirve de puente para discurrir en detalle, el viaje de Mayara hasta Ecuador y su encuentro con la muerte. Los planos se superponen. Cándida, su madre, radica en La Habana, y la amante de Mayara, La China, en Quito. Sin emitir juicio moral —este no es su objetivo— Álvarez devela el timo de la China. Pedía cinco mil dólares para repatriar sus restos. Siete meses después del suicidio confirman que la funeraria Diazepán no existe y que Mayara todo el tiempo estuvo en las neveras del Departamento de Medicina Legal de Pichincha, Quito. Una crueldad.

En Panamá Selfies dibuja los incidentes y amarguras. Centenares de cubanos viven alojados temporalmente en el hotel Millenium en Paso Canoas, a escasos cien metros de la frontera con Costa Rica. Un armatoste de cemento de tres pisos. Solo el primero presta condiciones. El segundo y tercero carecen de los servicios más elementales. Álvarez hace un recuento de lo que les espera en Miami. Tendrán que aprender a manejar un auto en semana, negociar con dealers, trabajar diez horas o más, pagar rentas e impuestos, asumir el trabajoso hábito de la puntualidad, obedecer a los superiores, adquirir tarjetas de débitos y de créditos, un aparte del que tampoco tienen la menor idea. Jugarretas de la vida, no todo es del color que suponían. El capitalismo tiene su propia lógica de funcionamiento. Se adaptan o perecen.

Al final del recorrido vierte un adiós definitivo al máximo líder de la revolución cubana. Álvarez regresa a Cuba el 5 de diciembre de 2016. No logra reconciliarse con Fidel. Tampoco piensen que su balance es demoníaco. Álvarez estaba en Miami al ocurrir su deceso. Constató que la desgracia y la alegría del exilio le pertenecían a Fidel. Económicamente próspera, Miami constituye su mayor logro urbanístico. Si uno quiere aborrecer a Fidel —plantea— basta leer o mirar los panegíricos que le dedican los medios oficiales. Si desean obtener otra visión, basta sintonizar a los analistas y presentadores estelares del sur de la Florida. ¿Le angustia la dicotomía? Sus crónicas constituyen un alegato de alguien que disiente de la revolución. Jamás alcanza a ver nada positivo.


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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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