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¿Quién dijo que todo está perdido en Nicaragua?

La dictadura sabe que mientras hierva el caldo de la esperanza habrá calor para mantener viva la semilla del cambio, y por eso teme tanto al activismo

Madres y familiares demandan una Navidad sin presos políticos, en una vigilia a finales de noviembre. // Foto: Carlos Herrera

Silvio Prado

30 de mayo 2023

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¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Fito Páez

Las continuas redadas del régimen Ortega y la propensión a expulsar de Nicaragua a todas aquellas personas que le adversan en pensamiento, palabra y obra, pretenden apuntalar el desaliento de la población, sumirla en el más lánguido derrotismo. Pero las capturas sucesivas y las nuevas modalidades de enjuiciamiento exprés también tienen una lectura inversa: Detrás de cada captura hay un foco de resistencia; ni los problemas de la población los ha resuelto la represión, ni las embestidas en contra de la sociedad civil han exterminado el gusanito de la autoorganización. ¿Quién dijo que todo está perdido?


…Tanta sangre que se llevó el rio. Yo vengo a ofrecer mi corazón.

Hace semanas se realizó en un lugar de Nicaragua un encuentro de organizaciones comunitarias por el desarrollo local. Cada una presentó agendas elaboradas a partir de diagnósticos de los problemas que aquejan a sus barrios y a sus comarcas rurales. Son los problemas que sufre en carne propia la población, las mismas necesidades que han generado toda la vida respuestas comunitarias para autogestionarlas o para demandarlas de las autoridades más cercanas al territorio. Aunque cada una de estas agendas fue construida en las catacumbas por seguridad propia, ninguna contemplaba violentar las leyes como asaltar bancos, secuestrar autoridades ni asesinar a esbirros locales. Ninguna escondía la formación de grupos armados ni protestas cívicas a pesar de que la situación asfixiante, generada por un Estado que excluye, persigue y destierra, empuje a acciones desesperadas.

Todo lo contrario, frente a cada grupo de problemas la gente propuso lo que mejor sabía hacer antes de 2018: autoorganización y participación en los asuntos públicos. Como si el riesgo seguro de caer presos por estar organizadas no fuese evidente, las personas antepusieron el optimismo de resolver la prestación deficiente o nula de los servicios públicos buscando incluso la interacción con autoridades que no eligieron.

No será tan fácil, ya sé que pasa. No será tan simple como pensaba, como abrir el pecho y sacar el alma…

Con una dictadura decidida a todo para exterminar de raíz cualquier atisbo de sociedad civil, ciertamente que no hay condiciones ambientales para que florezcan iniciativas de activismo social. Y sin embargo allí está esa terquedad profunda en la población que se niega a dar todo por perdido. Inmune al desaliento, persiste en reagruparse después de cada golpe, de saber encarcelados a sus hijos y a sus guías espirituales, y de ver cómo se desgranan sus familias que marchan al exilio. En contra de toda lógica, no calan en ella las amenazas de los verdugos que llegan a las casas advirtiendo de “no hablar mal del comandante” ni “publicar nada en contra de la revolución”. Pero no, frente a estas llamadas al derrotismo y al miedo de ser el próximo en las listas del exterminio, sigue en pie la prevalencia de la rebeldía que anidó de forma permanente en el pueblo desde hace cinco años.

No puede decirse que la tiranía no haya intentado de todo para meter el miedo en el cuerpo de todos. Se ha servido de la carta internacional de los derechos humanos como hoja de ruta para aplastar todos los ámbitos posibles de la vida: ha asesinado, herido, torturado, apresado, robado y desterrado; ha cerrado completamente el espacio cívico y democrático. Pero ni así ha logrado apagar la llama de la resistencia. A pesar de disponer de todas las formas de violencia posible amparadas en toda la impunidad del chacal, la semilla de la rebelión sigue allí, esperando la mejor oportunidad para rebrotar, manteniendo a raya los intentos opresores de llevar la represión a las esferas más íntimas de pensar y sentir de cada persona.

…Luna de los pobres siempre abierta. Yo vengo a ofrecer mi corazón…

La dictadura promete garrote y exclusión; la población, sin más alternativa que sobrevivir, se las ingenia para hacer frente a los problemas de sus comunidades como la humanidad lleva haciendo desde que bajó de los árboles. Si las aguas servidas corren por las calles del barrio por falta de sistema de alcantarillado, los pobladores se proponen la construcción de sumideros en las casas; si el pozo está controlado por el FSLN y se ha convertido en caja chica de la corrupción, los usuarios reivindican que el CAPS (comité de agua potable y saneamiento) tenga independencia funcional según dispone la Ley 722; si el servicio público de recolección de la basura es claramente deficiente, se proponen la autogestión para que cada casa seleccione, recicle y lleve el resto de desechos a puntos donde puedan ser recogidos por la municipalidad. Y así un interminable etcétera de ejemplos que revelan verdades irrefutables: Ni se sientan a ver cómo la pobreza los cubre de pies a cabeza, ni renuncian a organizarse para buscar o aportar a soluciones solidarias.

…Y hablo de países y de esperanza. Hablo por la vida, hablo por la nada

En cualquier parte del mundo estas personas serían vistas como socios del desarrollo local por los gobiernos, sus iniciativas serían estudiadas por la academia como casos de asociación público-privada no lucrativa y sus vínculos serían vistos como un rasgo positivo de capital social para la participación ciudadana. Pero no en la Nicaragua secuestrada; en nuestro país son perseguidas por autónomas, por no contar con el permiso del secretario político o como quiera que se llame el esbirro local; son espiadas por peligrosas, por entrañar la semilla de la irreductibilidad, de quienes no claudican; y son amenazadas por albergar la esperanza.

Hablo de cambiar esta nuestra casa. De cambiarla por cambiarla no más.

Lo sabe bien la dictadura, sabe que mientras hierva en la sociedad el caldo de la esperanza habrá calor para mantener viva la semilla del cambio, y por eso le teme tanto al activismo social en todas sus formas, y por eso lo persigue dando palos de ciego, porque mientras vivan las exigencias propias para atender los problemas comunitarios, allí seguirá vivo el germen del nuevo país. Aunque hoy la noche sea más oscura, ¿Quién dijo que todo está perdido?

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Silvio Prado

Silvio Prado

Politólogo y sociólogo nicaragüense, viviendo en España. Es municipalista e investigador en temas relacionados con participación ciudadana y sociedad civil.

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