20 de junio 2018
Un poco de historia
La dupla Ortega/Murillo al llegar al poder político en 2007, diseña una estrategia para quedarse por largo tiempo en el gobierno. La misma, asentada en tres pilares de acción: uno, la compra y/o adquisición de conciencias en los poderes del Estado y las agencias semiautónomas. Esto incluye a los empresarios grandes del país; dos, manipulación y cambios ordinarios en el texto de la ley y la Constitución Política de Nicaragua, a su gusto y antojo; tres, destrucción total de los partidos políticos que posiblemente, podrían haberse convertido en oposición real. Nunca lo fueron.
Quiero mencionar en especial a dos instituciones del Estado, que fueron atrapadas en la vorágine de la estrategia, el Ejército Nacional y la Policía Nacional. A las dos entidades, le fue impuesto un “jefe supremo”, con arrogancia, y manipulación. Les dotó de oportunidades para el enriquecimiento, poder, y capacidades técnicas, con una sola demanda obediencia ciega. Hasta llevarlos a olvidar el texto y cumplimiento de su ley creadora, instituciones apartidistas, y no deliberantes, obedientes a la Constitución Política por medio del poder civil. Este concepto político, paso a segundo orden de prioridad, y fue disimulado, cubierto, ambiental e institucionalmente hablando.
Luego, la estrategia tenía un componente amplio y populista, la atención a la sociedad empobrecida, desempleada, y con poca o ninguna instrucción académica, y demandante de bienes y servicios para la sobrevivencia. Organizó planes de dádivas y regalías de tierras, pie de cría, zinc, madera, clavos, perlines, viviendas medio construidas, parques, videos, alcohol, música, camisetas para uniformar la filosofía social, y derroche de dinero.
La actitud social
La sociedad en su conjunto, se acostumbró a estas expresiones de la relación entre la sociedad política y la sociedad civil, durante once años. Los pobres decían, “gracias al comandante y la compañera tengo esta casita”; y los más instruidos académicos, decían, “Ortega es un genio, es un estadista sagaz”, hasta da vergüenza escuchar a personas que han ido a la universidad, que estudiaron en el exterior, insistían en declarar, en entrevistas de televisión, artículos impresos, asegurando, que Ortega era “inteligente”; un ex funcionario de gobierno, que habla como norteamericano, y un empresario del gran capital, decían, “vamos por buen camino con el gobierno de Ortega”.
Evidentemente, la sociedad en general, los líderes políticos, gremiales, religiosos, académicos, tienen responsabilidad, porque todos por igual, se atemperaron y dejaron pasar los abusos del poder político, que se realizaban gradualmente. Les parecía, que las cosas vividas serian eternas. Desapareció, la ética, la moral, la vergüenza, la dignidad ciudadana. El orden y el derecho.
Todos se habían convertido en cómplices de una dictadura voraz y peligrosa. A las pocas voces, que señalaron lo peligroso del camino que llevaba la dictadura al país, les llamaban, agoreros, aves peligrosas, enemigos del progreso, hasta dejaban de hablarle a las personas que señalaban los desaciertos del dictador.
Y, ahora, ¿que hay en Nicaragua? Un caos social y político. La salida del dictador parece difícil. No se logra observar, que existen seis millones de personas en capacidad de gobernar los destinos de Nicaragua. Hay algunas personas con acceso a medios de comunicación, que se preguntan, ¿Y que hacemos, si se desbarata el gobierno? Otros expresan, “debemos respetar la Constitución”.
Como si ha existido Gobierno en esta década. No quieren aceptar que lo que hemos vivido es un desgobierno. Y la explicación justificada la encontramos en la edad y experiencia del actor social emergente, desde el 19 de abril 2018, jóvenes, sin vida política tradicional, pero con dignidad y vergüenza social y política se expresan acerca de las incongruencias políticas y sociales. Estos jóvenes, son la reserva moral de Nicaragua.
Culturalmente, la sociedad nicaragüense se muestra excesivamente dependiente, de ideas, personas, e historia y/o tradiciones. Al parecer, la sociedad siempre ha necesitado tener en su imaginario y actuar socio/político, un personaje, fuerte, dominante. El patrón. Esta actitud está arraigada en intelectuales, ricos y pobres, en instruidos y analfabetas. No es privativo de un solo sector social. Pareciera, que los nicaragüenses temen a los cambios, son tradicionales y repetitivos.
El desafío de la sociedad
Que se vaya Ortega no producirá nada, más que tranquilidad y dignidad ciudadana. Lo que requieren los nicaragüenses es un poco de humildad política y social, para aceptar que se han equivocado, y que es la hora de la Nación. Unidad, sencillez, humildad y adelante. Todos unidos para reconstruir lo que hemos destruido de forma directa e indirecta. Ahora debemos gobernarnos de forma horizontal. Comunicación sincera, es la clave.