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Mujeres fueron sus fundadoras

Después de más de veinte años de exigir la construcción de un mercado, Juigalpa finalmente contaba con un espacio para albergar a las vivanderas

Esperanza Díaz, una de las tres fundadoras del Mercado Municipal.

Guillermo Rothschuh Villanueva

10 de septiembre 2023

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Una mañana a inicios de 1960, tres mujeres decidieron acampar frente al Club Social de Juigalpa. Para hacerlo, antes analizaron el paso que iban a dar. En ese lugar instalaron sus ventas de frutas y verduras. El hecho no pasó desapercibido. Juigalpa seguía siendo una ciudad bucólica, los burros transitaban por las calles y los jueves el desfile de vendedores de productos lácteos, montados en mulas, machos y caballos, se había convertido en costumbre. Ni los socios del club, ni el cura granadino, Francisco Romero, mostraron descontento. Las adelantadas, Esperanza Díaz, Rosa Emilia Reyes, y Vidalí Caballero, fueron las primeras en desplazarse de la acera de la tienda de Carlos Guerra Colindres, hacia el nuevo lugar. Un paso audaz. Totalmente inesperado.

El sitio no prestaba las mínimas condiciones, siempre habían despachado a la intemperie, nada más que esta vez disponían de un local amplio y podían acomodarse a gusto. Sus repercusiones en el tránsito estaban por verse. La clientela salió en su búsqueda. El local disponía de una banqueta de cemento, obsequiada por el doctor Miguel Ángel Ugarte, llegado de Acoyapa, junto con su prole. Vivía en la parte adyacente al club. El dentista instaló su regalo bajo el árbol de laurel de la india. A las vivanderas siguieron los transportistas. La acera de Chale Guerra operaba como terminal. El monopolio que ejercían hacia el Rama, los transportes Vargas y Toledo, venía en mengua. La carretera no terminaba de asfaltarse. No habían transcurrido dos años y el sitio ya era otro.


A las vendedoras de verduras y frutas, pronto se unirían Carmen Guevara, con la venta de carne asada y Camilita Silva, con su oferta de vaho, así como la mujer de “Floripón”. Los buses y microbuses provenientes de Villa Sandino, Santo Tomás, Santo Domingo, La Libertad, San Pedro y Acoyapa, recalaban todos los días, desde horas de la mañana hasta finales de la tarde. Los Espinosas, Lolo Reyes, Pedro Rivas, Lolito Alvarado, Toño, Carlos y Félix Pedro Aguilar Barea, tenían como epicentro el improvisado mercado. El vendedor de boletos más entusiasta, José Cruz, “Tapachiche”, creó un eslogan nacido de su inspiración. Transpiraba ironía: “De Rama son y para el Mico van”.  Tulio Suárez, “Chicharrón”, Teodoro Rodríguez, “El Clarín” y Julio Cruz, conformaban el grupo.

 

Doña Rosa Emilia Reyes, una de las tres mujeres que inicieron y se convitieron en fundadoras del MErcado Municial, Esperanza Díaz.

A la abigarrada tropa se sumaría don Gonzalo Romero, con su venta de raspados. Luego llegaría Chico Obando, después de más de cincuenta años, todavía arrastra su carretón vendiendo raspados por las calles de Juigalpa. El dinamismo, operaciones cotidianas y la cantidad de personas que iban y venían, en un trajín interminable, empezaron a rebasar sus fronteras. Juigalpa carecía de un mercado. La venta de carne de res se realizaba en la esquina ubicada en el extremo norte de la alcaldía municipal. En la misma esquina donde ahora despachan los Carvajal, con una larga trayectoria, parte sustancial de sus vidas giran alrededor del Mercado Municipal. En ese lugar comenzó a trabajar y labrar su fortuna, Raymundo Urbina Bermúdez. Tiene el mérito de venir desde abajo.

Imposible que siguiesen operando en pleno centro de la ciudad, tenían que buscar alternativas. Conocían la sensibilidad e interés del alcalde, Carlos Guerra Colindres (1961/1962), por mejorar el ornato y el crecimiento armonioso de la ciudad. La presión que ejercían derivaba de la expansión y crecimiento de las actividades comerciales. El desarrollo de sus negocios suponía viajar a la capital para abastecerse de la mercadería que ofertaban. Empeñado en subsanar el obstáculo vehicular y peatonal, que empezaba a formarse en una de las arterias fundamentales de la ciudad de caracolitos negros, (nada comparable con el caos actual que padecen juigalpinos y visitantes), Guerra Colindres las reubicó, dando el primer paso para la creación del Mercado Municipal.

II

Las primeras en migrar hacia el nuevo local, un poco más de un cuarto de manzana ubicado en la parte trasera de la municipalidad, terreno de su propiedad, fueron las vendedoras de verduras y frutas. El mercado fue destinado como terminal de los transportes públicos. Juigalpa carecía de transporte urbano, tampoco había taxis. Junto a Esperanza se mudaron Vidalí, Carmen, Rosa Emilia y con ellas aterrizaron doña Leonor “Masaya”, Gabriel Carvajal, Alejandro Torres, Rosa Salazar, Ninfa Vargas, Blanca Morales, Carmen Díaz, José Espinoza y Luis Larios Núñez; ya se encontraban ahí, Genoveva Suazo y sus cuatro hijos, Pedro, David, Servando y Eliseo Campos, “Caite de Palo”; junto con Sodelba González, todos dedicados al destace y venta de carne de res.

 

Sodelba González, se dedicó durante buen tiempo a la venta de carne el Mercado Municipal,

Para ese tiempo arribó a Juigalpa el relojero, Perfecto Suazo, llegó en su propio bus. Se instaló en la parte noreste de la Iglesia Parroquial. Atendía a su clientela en el bus. Jamás buscó casa para albergarse. El bus le servía como centro laboral, sala, cocina y dormitorio. Se fue normalizando en el paisaje. El tiempo transcurría y no daba visos de moverse. Cuando Arauz lo hizo, provocó una gran sorpresa. Se instaló en el costado sur del Mercado Municipal. Pensábamos que nunca partiría. Sin duda, la primera persona en disponer de un “cámper”, en Juigalpa. Tal vez en todo Chontales. Tenía en sortilegio de servir como centro de atracción. Una especie de imán para atraer a las personas. Un día no amaneció, algo similar a lo que acostumbraban hacer los gitanos en Macondo.

Los transportistas por vez primera disponían de una terminal, los que nunca arribaron y partieron del mercado, fueron Domingo Bonilla y Ramiro Trejos. La razón era obvia. Sus viajes a la capital se realizaban en la madrugada, media hora antes de partir, avisaban a los pasajeros en sus casas, que en unos minutos pasarían recogiéndoles. Como Minguito era el primero en salir rumbo a la capital, con él viajaba todos los lunes. El costo del pasaje era de C$ 9 córdobas. Deseaba llegar temprano a mis clases en la UCA. Por un córdoba adicional me pasaba dejando en casa de Teresita Pinel y don Max Bonilla. Ambos tenían su parada en el Mercado San Miguel. Como Trejitos era el primero en regresar a Juigalpa, viernes por las tardes me reservaba el asiento delantero.

El Mercado Municipal continuaba creciendo, su ampliación obedecía a la creciente demanda de los juigalpinos. Empezaba a concentrar buena parte de las actividades comerciales. Las grandes tiendas de Manuel Marín, Toño Guerra Cole y Carlos Guerra Colindres, comenzaban a perder señorío. Muchos viajeros realizaban parte sustantiva de sus compras en ese mismo lugar. Juan Corea, ubicado al norte del mercado, calle de por medio, se había transformado, junto con Avelino Báez, en uno de los dos vendedores mayoristas más importantes de Chontales. Extendieron sus operaciones hacia las profundidades de la provincia ganadera. Eran los más grandes y principales abastecedores. Sus tentáculos se extendieron hasta las vecindades de Ciudad Rama. 

La creación del Mercado Municipal no hubiera sido posible sin la audacia y tenacidad de estas mujeres. En búsqueda del pan nuestro de todos los días, se habían establecido en la acera del negocio de Chale Guerra. Con energía y resolución, ratificaban que las mujeres son quienes sostienen el mundo. Durante su gestión como alcalde, Elías Arguello Navarrete, (1963/1967), se encargó de mejorar sus estructuras. Al juigalpino, José Zambrana Díaz, (1972/1976), correspondió su modernización. Tumbó todo lo existente y dio inició a la construcción de nuevas instalaciones. Los obreros decretaron una huelga demandando mejoras salariales. Ante la inminencia de la visita de Somoza Debayle, en plena campaña por su reelección (1973), no tuvo otra opción que ceder.

III

Para 1974 la construcción del mercado estaba concluida, un edificio amplio de alta cumbrera y piso embaldosado. Las autoridades edilicias, especialmente el alcalde Zambrana Díaz, tomaron la decisión de asignar los locales bajo la figura del arrendamiento. Propició su redistribución, pocos miembros quedaron en sus antiguos locales. Después de más de veinte años de estar exigiendo la construcción de un mercado, Juigalpa finalmente contaba con un espacio para albergar a las vivanderas. Un avance indispensable para el aseo y ornato de la ciudad. Debido a atrasos y altibajos en su conclusión, la entrega de la obra no pasó de ser una formalidad de mero trámite. El salto de calidad experimentado en la vida de los juigalpinos, pasó casi desapercibido. 

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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