
16 de julio 2019
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El FSLN fue un partido armado, y volvió a ser un partido armado en los últimos años, especialmente ahora.
Ese sandinismo
La militancia es la actitud, la actividad y la ideología que determinan la presencia de un ciudadano dentro de un partido político, un sindicato o una iglesia de manera consciente y voluntaria, siempre tras la materialización de un objetivo, sea este político, económico, social o religioso. Esos objetivos les dan la identidad en lo político y en lo social a los ciudadanos que ejercen la militancia, la cual –pierde todo significado— cuando no se ejerce por voluntad ni consciencia.
Ambos conceptos –consciencia y voluntariedad— no se exigen por igual, en todos los partidos, los sindicatos ni las iglesias, por la razón de que no en toda organización aplican a plenitud cierto tipo de disciplina, métodos de lucha, o el tipo de actividad, porque cada organización es diferente, según los objetivos que persigue y los intereses que representa.
Algunas organizaciones son más abiertas, otras más cerradas. En todo caso, depende del tipo o carácter de la organización, los intereses sociales que representa, los objetivos que persigue y su orientación ideológica. Un partido político no tiene los mismos intereses ni objetivos que un sindicato ni una iglesia pone en práctica sus ritos y sus creencias igual que lo hace un partido.
Pero cuando una organización traiciona, desvirtúa o confunde su propia naturaleza jurídica, ideológica, política o social llegan a parecerse unas a otras: un partido puede parecerse a una secta (cuando practica el sectarismo), un sindicato a un partido (cuando se mete a la politiquería) y una iglesia a un partido político (cuando se vuelve brazo ideológico del poder).
En su origen, el FSLN fue un partido armado, y volvió a ser un partido armado en los últimos años, especialmente ahora. En el intermedio, cuando fue gobierno por primera vez, para obtener la militancia el aspirante debía pasar pruebas muy exigentes en la lucha de tipo militar, y en el campo político tenía que desempeñarse con disciplina, fidelidad a la revolución y demostrar capacidad política ideológica para defenderla.
En el presente, esas exigencias para ser militante pasaron a la historia en lo que aún llaman “Frente Sandinista”, y en la actual crisis volvió a ser un partido armado para la represión y conducido por intereses personalistas, conductas no revolucionarias, diluido en lo ideológico, lleno de buscadores de huesos públicos, de cultores a la personalidad del caudillo y de obsecuentes servidores de una familia.
En estas condiciones deformadas y deformantes de la militancia, las exigencias éticas y políticas se desvanecieron, y el “partido” es visto y buscado como la colmena de donde emana “la miel del poder”, la que es fácil disfrutar con solo estar dispuesto a servir, ya no como militante voluntario ni consciente, sin necesidad de desempeñar un trabajo físico o intelectual constructivo o creador, pues solo basta servir a la dictadura en lo que sea...
Si alguien duda de esta metamorfosis kafkiana del Frente, solo tiene que preguntar en los barrios cómo se convierten en militante, y le confirmarán, más o menos, lo siguiente:
Alguien que opera por mandato de algún “secretario político”, se acerca a cualquier vecino o vecina humilde con un rollo de solicitudes de ingreso, listas a ser firmadas. Luego, surge el diálogo, entre el reclutador y la o el candidato:
Ausencia total de principios en la cacería de incautos. Es posible que no todos firmen, y al que firme le dejan la ilusión de que pudiera conseguir “algo con el partido”, asistiendo a una “reunión” (manifestación). Su firma servirá para inflar las estadísticas que reflejen en público con cuánta gente cuenta el “partido” para continuar “la revolución”…
El militar, como adjetivo, es el miembro de un cuerpo armado, diferente al verbo militar en un partido (yo milito, tú militas, etcétera) o en un sindicato, es decir, quien mantiene la actividad dentro de cualquier organización. En cuanto a ser militante del actual FSLN, sea de manera consciente, voluntaria, acarreado o por oportunismo, puede convertirse también en un militar del ejército irregular orteguista, cuya misión es desempeñarse como represor de la juventud y del pueblo en general.
Formación política, ideales políticos y principios éticos están alejados de la actividad del actual militante del partido orteguista. Sus motivaciones son el fanatismo, el servilismo ante la pareja dictatorial, su temor a perder el privilegio ganado, la posibilidad de obtener dinero fácil y los favores de otro oportunista encumbrado en la burocracia del “partido”, del gobierno, de la Policía, del Ejército, de la Asamblea Nacional, e incluso, en los organismos clandestinos de represión y espionaje. De cualquiera de estos organismos pueden depender los paramilitares y la actividad de los sapos u orejas en contra del pueblo auto convocado.
Esto es bien sabido: militares son los miembros del Ejército Nacional. La actividad actual de la jefatura del Ejército, se esconde detrás de los conceptos de imparcialidad y profesionalismo, pero hace migas con Ortega y omite su deber constitucional de proteger del pueblo frente a la represión policial y desarmar a los paramilitares.
Además de incumplir con el desarme del ejército político del orteguismo que opera como un tercer cuerpo armado fuera de las fuerzas armadas constitucionales, el general Julio César Avilés, es cómplice de Daniel Ortega por haber aceptado la violación del escalafón del Ejército para reelegirse en el cargo.
Todo indica, que los militares –desde el soldado hasta el general—, están actuando a espaldas del pueblo lo que, de hecho, es estar en su contra. Y así continúa desde cuando estalló la crisis el 18 de abril del 2018.
El Ejército no se ha pronunciado sobre la crisis política y social, y no ha evitado ni condenado la masacre. Y si no tomó ninguna acción preventiva ni combativa ante el supuesto “intento de un golpe de Estado”… ¡es porque sus jefes saben que se trata de una burda mentira del gobierno!
Además, saben que:
Es que son impulsados por esas razones fundamentales. La mayoría de los nicaragüenses lucha por un futuro gobierno democrático, una Policía y un Ejército respetuosos de la Constitución y las leyes de la república… ¡por una república de verdad y no en esta cruel y ridícula caricatura de monarquía!
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Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.
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