29 de noviembre 2023
Apenas se conoció el contundente triunfo de Javier Milei, varios medios periodísticos internacionales reflotaron la idea del “Trump de las pampas” utilizada durante la campaña electoral. Si bien hay rasgos que sugieren la comparación, incluido el apoyo y la felicitación de Donald Trump, el rótulo es atractivo pero engañoso. Refleja la tendencia a entender la política en el mundo según ideas-conceptos familiares en los paises del norte global que pierde de vista elementos distintivos.
Milei, como Trump, es un outsider político. Ambos llegaron a la presidencia con escasa (Milei) o nula (Trump) experiencia política. Milei es un caso más puro, emblemático del outsider contra la clase política. Creó un partido propio, sin estructura nacional y con escasa representación parlamentaria. Trump fue diferente.
Si bien criticó al establishment republicano y prometió “drenar el pantano” de Washington, no fue un candidato de la antipolítica. Fue un outsider que astutamente se sumó al partido republicano y ganó las primarias de forma convincente. Durante su presidencia, consolidó su dominio. Hoy en día, el Partido Republicano es esencialmente el partido de Trump. Entró por la ventana y termino adueñándose de la casa.
Frecuentemente se compara a Milei y Trump por su retórica. Se ha dicho que Milei propone una versión criolla del Make America Great Again, el latiguillo que Trump agita y sus fanáticos alzan con orgullo. La analogía es superficial, aunque entendible. Ambos mencionan un pasado “de grandeza”, pero son muy diferentes, tanto por distintas historias y realidades nacionales como por posturas personales.
Como lo ilustra su primer discurso como presidente-electo, Milei invoca cierto pasado de la Argentina como horizonte futuro. Es el último tercio del siglo diecinueve, de un país “potencia” y “libre”, con referencias a Juan Bautista Alberdi y la economía mercantilista. El pasado invocado por Trump es un pasado racial de una mayoría blanca - el mito del país “pre-multicultural” que sirvió de pie y justificación a expresiones xenófobas y políticas anti-inmigratorias.
En su breve carrera política, Milei acentuó cuestiones económicas, el libre mercardismo, achicar el estado, y la oposición a políticas sociales. Trump, en cambio, se convirtió en “guerrero cultural” de las batallas norteamericanas sobre inmigración, racismo, y otros temas. Sus caballitos de batallas son temas socio-culturales polarizantes.
No cabe duda que Milei y Trump son celebridades mediáticas, que comandan atención y generan audiencia, tanto en medios tradicionales como en las redes sociales. Ambos convirtieron su capital mediático en moneda política, confirmando que la visibilidad en los medios y las redes es un recurso vital para la política (y una enorme ventaja económica en comunicación gratuita).
Antes de zambullirse a la política, Trump era un magnate inmobiliario mediático, con personalidad ampulosa, bocona, arrogante, de presencia constante en la prensa sensacionalista. Sus hijos, esposas, escapadas nocturnas, y best-sellers sobre “cómo lograr el éxito en los negocios” fueron comidilla periodística.
Fue parte de su estrategia de construir la marca Trump - un fenómeno neoyorkino con proyección nacional. Eventualmente aterrizó como conductor de El Aprendiz, un reality show que durante una década lo catapultó a la estratosfera de la fama mundial. De ahí saltó a la política, después de criticar a Barack Obama y causas demócratas, mientras escalaba en Twitter y atraía constante cobertura televisiva.
Milei se convirtió en personaje mediático gracias a sus constantes intervenciones como panelista televisivo. A esto le sumó presencia en You Tube y en las redes. A diferencia de Trump, su recorrido fue de influencer más que de celebridad de la era pre-digital.
Este le permitió aceitar su vínculo comunicacional con votantes jóvenes. Milei encaja en la cultura de los memes y los videos breves con provocaciones, bromas, gestos, y frases virales. Como Trump, Milei se caracteriza por su histrionismo y “hablar sin filtro” fuera del libreto habitual de la política. Ambos cultivan el arte de hablar enfáticamente, con insultos y frases efectistas que generan titulares y zócalos en programas de televisión. En ambos casos, sus seguidores aplauden este estilo como evidencia de ser auténtico a diferencia de los políticos.
Queda por ver si Milei efectivamente devendrá en exponente de la ultraderecha populista que tiene a Trump como máximo referente y cabalga al filo de la democracia. Encaja en este espectro ideológico, con su postura de “nosotros” contra “ellos” en varios temas: el aborto, el mercado de armas, el extremismo en la libertad de expresión, los derechos humanos en la última dictadura, y la oposición a movimientos de inclusión social.
El reconocimiento que recibió de Jair Bolsonaro, Santiago Abascal y Elon Musk y otros, certifica la pertenencia de Milei a este espacio global. Los indicios presagian que el próximo gobierno se alineará con este populismo en un escenario global de erosión de la democracia, conflicto, e incertidumbre.
*Artículo publicado originalmente en Clarín