22 de abril 2021
El viernes 16 de abril, mi esposa Desirée y yo, ambos mayores de sesenta años, acudimos al centro de salud Francisco Buitrago del Ministerio de Salud para obtener la primera dosis de la vacuna Covishield contra la covid-19, donada a Nicaragua por el Gobierno de la India.
Fue el segundo intento, pues el día anterior llegamos a las tres de la tarde, una hora antes de que cerraran el servicio, pero ya estaba agotada la cuota de vacunas y la misma situación encontramos en el Hospital Alemán y en el Bertha Calderón, donde nos dirigimos después. “Es que hoy vino más gente que en los primeros días”, me explicó un trabajador de la Salud.
Cuando regresamos el viernes, antes de las diez de la mañana, el centro Francisco Buitrago ya está repleto de adultos mayores. En el área de recepción, techada con un toldo, hay unas 20 filas de ocho sillas de plástico cada una, separadas solamente por algunas pulgadas de distancia. Casi todos los cupos están llenos y nos ubican en la penúltima fila, para iniciar el avance en la cola de este ciempiés humano que se mueve con lentitud.
Todo mundo porta su mascarilla, algunas personas han llevado su propio alcohol gel, y el personal del Minsa se esmera con amabilidad en mantener el orden y facilitar el avance. Pero en esta aglomeración es imposible guardar las normas básicas de distanciamiento físico que recomienda la OMS para prevenir la covid-19.
Una hora después, llegamos a la primera fila donde en una mesa nos esperan cinco funcionarios del Minsa para tomar nuestros datos y corroborar la edad y el domicilio con la cédula de identidad. Me piden que me ponga de pie, y detrás de los funcionarios del Minsa aparece un fotógrafo profesional que ha estado rondando la escena, me enfoca, y empieza a disparar sus fotografías. Desde las filas de atrás se escucha un abucheo contra el fotógrafo y alguna gente grita: “por qué están tomando fotos, dejen de tomar fotos”. Una funcionaria del Minsa se levanta y alza la voz para intentar contener el reclamo espontáneo de la gente: “esto no es política”, riposta, “es una acción de nuestro buen Gobierno para todos”. Algunos jubilados le responden: “aquí la salud la pagamos todos, con nuestros impuestos”.
Unos minutos después, ya están publicadas mis fotografías en las redes sociales del orteguismo: “El recalcitrante opositor Carlos Fernando Chamorro acude a recibir la vacuna contra la covid-19 gestionada por el buen gobierno de Nicaragua”. “Gobierno del comandante Daniel le garantiza al opositor Carlos Fernando Chamorro su derecho a la vacuna contra la covid-19”.
Así empieza el ritual del escarnio con el que pretenden exhibir a los críticos del régimen recibiendo la vacuna, para remarcar que la vacunación de la covid-19, como otros servicios sociales, no son derechos de todos sino una dádiva que se otorga, discrecionalmente, gracias al “comandante y la compañera”. Lo mismo ocurrió en otros hospitales y centros de salud, cuando llegaron a vacunarse la defensora de derechos humanos Vilma Núñez de Escorcia; el expresidente de la Alianza Cívica, Carlos Tünnermann; el político del movimiento Unamos, Luis Carrión Cruz; el periodista y escritor Edgar Tijerino; y el director de Radio Corporación, Fabio Gadea Mantilla, por mencionar algunos ejemplos.
La vacuna y la “voluntad política”
Terminada la etapa de registro, nos dirigimos a una segunda área de espera mucho más grande que la anterior. Hay por lo menos 25 filas de 12 sillas cada una en un área techada que reúne una aglomeración de más de 300 personas.
Esta vez el avance es más lento porque hay muchísima más gente. Cuando hemos recorrido la mitad del trayecto, cerca de las 12:15 del mediodía, aparece un funcionario que tiene la pinta de ser el “responsable político”. Habla en tono imperativo, ordena silencio y empieza su discurso: “Gracias a la voluntad política de este Gobierno estamos aplicando la vacuna Covishield” de la India, proclama. Nos advierte que todos tendremos que firmar un acta de “consentimiento voluntario” para liberar al Gobierno de cualquier responsabilidad, pero no debemos preocuparnos porque “gracias a Jesucristo” la vacuna no ha provocado ninguna reacción y si tuviésemos algún efecto secundario, podemos acudir a cualquier hospital o centro de salud.
Una amable trabajadora del Minsa nos toma la presión arterial, y seguimos avanzando hasta que una hora más tarde estamos en la primera fila para llenar nuevamente nuestros datos. Estampo mi firma en la hoja de “consentimiento voluntario” en un formulario del Minsa atiborrado de propaganda. En el extremo superior derecho dice “2021, Esperanzas victoriosas”, y en la parte inferior derecha concluye con una consigna de campaña: “Daniel, Unida Nicaragua Triunfa”.
Ignoro si el discurso del funcionario que actúa como el “político” del Minsa forma parte del protocolo del plan nacional de vacunación voluntaria, pero al menos a mí te tocó escucharlo en tres ocasiones. El funcionario que ahora tengo a solo tres metros de distancia vuelve a iniciar su discurso con la misma frase, reiterando que vamos a recibir la vacuna Covishield: “Gracias a la voluntad política de este Gobierno”.
Cerca de la 1:20 de la tarde entramos en un grupo de diez a la oficina cerrada donde están almacenadas y serán aplicadas las vacunas, pero antes hay que pasar por un nuevo registro de datos. El funcionario del Minsa que actúa como “político” está a cargo de supervisar todos los detalles y me indica quien es la persona que me atenderá.
Detrás de una computadora un joven viste una camiseta polo blanca, pero a diferencia de los otros operadores cuyas camisas también blancas no tienen ningún distintivo, o solo tienen el del Ministerio de Salud, la suya tiene una llamativa escarapela con letras rojas y negras y la inscripción: “Consejo de Liderazgo Sandinista” y sobre la manga izquierda tiene otro sello con las letras FSLN.
--Chamorro Barrios, Carlos Fernando, lee, y teclea al mismo tiempo.
--¿Hijo de doña Violeta?...
--Dirección…
Cuando termina de llenar su formulario, le pregunto:
--Mire, y esa camisa, ¿es el uniforme del Ministerio de Salud?
--Claro que sí, responde, sin prestarme atención.
--Pero su camisa dice FSLN.
--Es que mi camisa se me chorreó de café, y esta me la prestaron allá afuera, se justifica.
Finalmente, a la 1:30 de la tarde estoy listo para vacunarme. Un técnico del Minsa me muestra la vacuna con la etiqueta verde de Covishield y la aplica con diligencia. En ese momento reaparece el fotógrafo, ahora acompañado de dos auxiliares que usan sus teléfonos celulares, en una sesión de imágenes en la que al parecer soy el único objetivo.
Treinta minutos después, mientras mi esposa y yo cumplimos el período reglamentario de reposo después de la vacunación, las redes sociales del orteguismo estrenan las fotografías y celebran: “Vacunan a Carlos Fernando Chamorro el pseudo periodista independiente”. “Vacunada contra la rabia y la covid 19 la zarrapa vendepatria”.