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Los responsables del desgobierno ambiental

En la crisis del agua, estamos cosechando las consecuencias de una ausencia total de la función pública del Estado

Inhabitants from Lake Nicaragua suffer the consequences of low water level in the place where they used to wash their clothes. Carlos Herrera | Confidencial.

Desiree Elizondo

25 de abril 2016

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Si fuera supersticiosa, pensaría que la debacle ambiental de Nicaragua es un castigo, porque la Mapú, la Pachamama, devuelve lo que le dan. Sólo sabe trabajar en reciprocidad. Si sembramos arbolatas, nos devuelve latigazos de más de 30 grados centígrados. Para los pobres transeúntes que caminan al mediodía en la avenida Bolívar, es sufrir el castigo del infierno. Mañana el escarmiento será para todos, con las toneladas de chatarra corroída, deambulando por los ya moribundos cauces de Managua. Pero estética aparte, lo más grave, es que esta campaña de forestación metálica que lanza ¨la compañera¨, significa un choque frontal con la cosmovisión del mundo sostenible al que aspiramos muchos nicaragüenses.

El clamor de hoy por la falta de agua en comunidades y por la destrucción de las montañas, viene desde las entrañas del país. Sólo toma recorrer Nicaragua por cualquiera de sus cuatro puntos cardinales, para darse cuenta que estamos llegando a un límite de tensión, que pudiera resultarnos irreversible para la recuperación de nuestros ecosistemas, y con ello, de todos los servicios que proporcionan a la sociedad. El deterioro ambiental que tenemos en cada cuenca hidrográfica del país, nos llega a diario en reportajes periodísticos de un nuevo río, ojo de agua, lago, estero o humedal seco. Son cienes las comunidades que no tienen agua, porque sus pozos se han secado, o el río se les ha ido, o de cualquier forma que recibían el agua, esta ya no llega.


Hay muchos datos que presentar sobre lo que pasa en cada región, pero esta reflexión va dirigida a llamar la atención sobre el desgobierno ambiental que padecemos en el país. Es imperativo analizar la responsabilidad que tienen en esta crisis los que detentan el poder, porque es desde allí que se construye o se destruye en las escalas que hacen diferencia. Por eso, al ver en las páginas de La Prensa a los comunitarios del Rio San Juan y la Fundación del Río llevar en ataúd al MARENA, pensé en lo sabio que es el pueblo.

La escasez de agua no puede ni debe verse como si fuera otra calamidad o desastre natural, al que no tenemos más que someternos. El tema del agua es integralmente un asunto de política pública y su manejo tiene claros responsables.

Es inadmisible que en un país donde a diario hay comunidades y barrios enteros sin agua y las mujeres tengan que pasar horas para encontrar este vital líquido a como sea, desde la Presidencia el gobierno ordene a todas las instituciones y alcaldías del país a preparar jornadas festivas, no de un día, sino de todo el mes de mayo en honor a las madres, sin atender primero la crisis que les afecta. Las instituciones del Estado, ANA-INAA-ENACAL-MARENA-INAFOR/MAGFOR, cuentan con personal técnico especializado para rendirle cuentas al país sobre el estado de los recursos hídricos. Pero el centralismo que paraliza al Estado, su ausentismo en todos los espacios de debate nacional, y el hermetismo de su política de comunicación, han anulado a los técnicos, subordinándolos al capricho de la política oficial.

En este caso, el desastre ambiental no se puede ocultar. No solo porque hay satélites volando permanentemente por el globo terrestre, sino porque ya muchos nicaragüenses se indigestaron de las mentiras de los datos oficiales, y la realidad salta a la vista de todos. Las tasas de deforestación han ido en aumento, pero en los últimos años, Nicaragua ha roto record. Lo más fácil es apuntar el dedo hacia los campesinos y hacia los madereros. Sin embargo, este problema es mucho mas complejo, con raíces sistémicas muy profundas.

Con la excepción de la Cuenca Sur de Managua, y otros sitios periurbanos en las cabeceras municipales, donde la principal conversión de bosques es hacia la urbanización, en el resto del país, los mayores cambios en el uso de la tierra son para la agricultura y ganadería. Estos han sido los patrones históricos de la expansión de nuestra frontera agrícola, donde el Estado y las élites locales, han convenido intereses para el desarrollo agropecuario. La novedad es que desde hace años esta frontera ya topó con las reservas de bosque, con los territorios indígenas, con las áreas protegidas, y en la última década, han surgido modelos de expansión agropecuaria y captura de mercados cada vez más agresivos, con agro negocios corporativos regionales, los que en alianza con el Estado, la banca y empresarios, han deforestado importantes áreas del país, con una precaria fiscalización.

Los daños de la agricultura extractiva y de monocultivos, ya dejaron secuelas en el occidente del país. Ahora la palma africana, la expansión de la ganadería, lácteos, mataderos, la salida del ganado en pie, la extracción de madera de las áreas protegidas y territorios indígenas, la minería a cielo abierto, la agricultura intensiva y todo esto, ocurriendo en mayor escala y con más recursos financieros está silenciosamente carcomiendo la base natural del país.

Todos sabemos que los bosques son los pulmones del planeta, pero también hay que entender que son las carreteras del agua. El agua que se condensa del mar, pasa por estas masas vegetales, que funcionan como verdaderas autopistas, llevando el agua hacia la tierra continental. Además, los bosques son fundamentales para recargar los acuíferos, y para generar el microclima que necesitan los ríos y todas nuestras fuentes de agua.

Esta política expansionista y extractivista promovida por el gobierno de Ortega, debería al menos tener un fuerte contrapeso de instituciones públicas, que pongan límites y exijan compensaciones ambientales efectivas. Para nadie es novedad que en ausencia de estos controles, sólo puede haber infracciones. Es casualmente la falta de autoridades que actúen por el bien de la sociedad, y no de unos pocos, lo que nos está llevando en un derrotero de destrucción ambiental que tomará años revertirse. Hace unos meses, un empresario con actividades productivas en las regiones autónomas del Atlántico comentaba que cualquier tema de permiso ambiental, lo resolvía a la vuelta de una llamada de celular. Si con este ejemplo medimos donde estamos, ¿cómo terminará el país?

Un verdadero interés por proteger los bosques y nuestros recursos hídricos nos obliga a romper el modelo corporativista que nos gobierna, anulando el peso de la ley el debate público. Este gobierno tiene que centrar la mirada en el clamor de la población y debe actuar en bien de la gobernanza ambiental del país. No se trata de buscar chivos expiatorios. Se trata de poner toda la intención en la sostenibilidad de nuestros recursos naturales, y pedir una seria rendición de cuentas de todos los funcionarios públicos. Si el Estado no actúa, debemos actuar como sociedad, porque tarde o temprano la naturaleza nos dará el medio vuelto. La salida no es adoptar un arbolito, como convoca la propaganda oficial, más bien los ciudadanos debemos adoptar a Nicaragua, sin arbolatas, sin canal interoceánico, y sin invasión a los bosques y territorios indígenas.

Por suerte, los científicos anuncian que viene una poderosa ¨niña¨ al rescate de esta tremenda sequía. Ojalá sirva para que momentáneamente podamos paliar la crisis que enfrentamos, mientras tanto, hay que ponerle una escalera al gobierno para que se baje de la nube.


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