4 de mayo 2018
A mis estudiantes, con amor y admiración
“La historia no se repite, pero a menudo rima”
Mark Twain
El 19 de abril de 2018 es ahora una fecha que quedará grabada en los libros de historia y en la memoria colectiva de los nicaragüenses, ese día despertamos a encontrar un país al que se le habían removido las fibras más íntimas de sus entrañas. Un movimiento liderado por jóvenes universitarios puso sobre la mesa lo inaceptable de los continuos abusos (en complicidad con el gran capital) del seguro social. La gota que derramó el vaso fue la represión con la que respondió el gobierno a la primera protesta. Sin embargo, las sabias palabras de Enrieth Martínez, estudiante de Sociología de la UCA, nos explica que “…la situación que está viviendo el país ahorita no es una situación que surge de la nada, antes de esto estuvo Indio Maíz, antes de eso las protestas anti-canal, antes de eso #OcupaINSS, las marchas en contra de la violencia de la mujer, etc. y siento que esto explotó por 10 años o tal vez más de un régimen autoritario…”.
A diferencia de lo ocurrido en #OcupaINSS, el 22 de junio de 2013, donde la mayoría de la población se calló frente a los atropellos que fueron víctimas los jóvenes y estudiantes, en esta ocasión un porcentaje importante de nicaragüenses, al observar la represión y violencia con la que fueron fustigados, decidió sumarse a sus reclamos. Así vimos nacer, frente a nuestros ojos, el movimiento de auto convocados o también conocido como Movimiento 19 de abril.
Es particularmente relevante el liderazgo de los estudiantes, más aún debido a que su indignación en dos ocasiones han sido las reformas al seguro social, protestando en nombre de una generación mucho mayor que ellos. Esto es notable, los jóvenes han sido objeto de duras críticas, constantemente referidos como la generación del no-compromiso, de la falta de valores, de estar desinformada y desinteresada. En memes y burlas en redes se viralizan posts, comentando sobre todo tipo de estereotipos peyorativos sobre esta generación. Después del 19 de abril, los nicaragüenses debemos pensar dos veces antes de cuestionar a los jóvenes y repensar nuestra comunicación intergeneracional.
El saldo de la masacre estudiantil ordenada por el gobierno, según cálculos de la Comisión Permanente de Derechos Humanos, son 63 muertos y 15 desaparecidos. Según cálculos de otros organismos, como el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, llevan confirmados 42 muertos y 48 desaparecidos. En un contexto de censura, desplazamientos forzados, coerción a familiares de desaparecidos y muertos, obstrucción de justicia al no permitir la entrada a hospitales, cárceles y morgues, será muy difícil conocer el saldo final de esta masacre.
Los esfuerzos del gobierno en prevenir que se puedan verificar los hechos, forman parte de su estrategia, para ser quiénes escriban la narrativa final de esta historia y dominar el discurso. Ya está utilizando todos los aparatos del Estado para escribir su versión de los hechos y reconstruir una “verdad” o al menos generar suficiente ruido para inmovilizar a muchos que sin saber en qué creer, no tomen posiciones o quieran aceptar por conveniencia o comodidad su versión.
Tomaron medidas preventivas, permitieron las marchas, destituyeron a la directora de la policía, cesaron la represión, ordenaron a través de sus diputados la creación de una “comisión de la verdad” y se aseguraron de orquestar una marcha (30 de abril) para mostrar una aparente fuerza y búsqueda por la paz sin asumir ninguna responsabilidad. Por primera vez da sus condolencias y guarda “un minuto de silencio” y por primera vez en 11 años, silenció a la nombrada vicepresidenta Rosario Murillo. Pareciera ser que la estrategia es dar la impresión que se están generando cambios para que al final no cambie nada.
El gobierno se equivoca, la reciente revolución de abril en Armenia, es solo uno de los tantos ejemplos de resistencia pacífica; en algunos países las llamadas revoluciones de colores, donde dictadores, tiranos o presidentes incompetentes han sido destituidos de sus cargos debido a la presión popular, es una lista larga y las lecciones son muchas; Finlandia, India, Pakistán, Portugal, Polonia, Túnez, Ucrania y Líbano por citar algunos ejemplos.
De una protesta por la seguridad social, hoy está sobre la mesa una demanda mucho más amplia, un llamado a la institucionalidad, el respeto a los derechos humanos, el esclarecimiento imparcial de los asesinatos cometidos y el llamado a elecciones libres y transparentes. Frente a estas demandas los que deben liderar cualquier dialogo de transición, deben ser los jóvenes. Sería un acto de cinismo que ellos que han expuesto sus vidas y se han expresado con madurez, entereza y fuerza, sin precedentes, ahora sean relegados en las conversaciones. No se trata que tengan una silla en la mesa, se trata que lideren la mesa. Es hora que los adultos, sirvamos en el mejor de los casos de asesores y, con auténtica humildad y respeto, escuchar los planteamientos de los jóvenes sin pretender corregirlos. Hoy, ellos tienen la palabra.
En cuanto a sus sacrificios, no podemos pretender que la ruta al heroísmo sea el martirologio. Debemos ser todos conscientes que la muerte de los jóvenes se hubiera podido evitar, que somos todos un poco responsables por nuestra anuencia a este gobierno desde hace muchos años, que nuestra tolerancia y silencio han sido cómplices de su creciente poder y totalitarismo. No podemos ampliar nuestra frontera de lo posible y admitir en el país niveles de violencia e impunidad nunca vista en tiempos de paz.
La revolución que derrocó una dictadura de 45 años suscitó grandes pasiones y esperanzas en todo un continente y es claro que los dirigentes que tomaron el poder posterior a esa lucha no estuvieron ni han estado a la altura de tan preciado sueño ni de los valores que otrora pregonaban. Si ha de caer un régimen no se pueden cometer los mismos errores, nuestra maestra debe ser nuestra propia historia y ser conscientes que lo más profundo y lo más importante que debemos cambiar en Nicaragua, es nuestra cultura política, que es el verdadero artífice del régimen de Ortega, del régimen somocista y de años de corrupción y falta de institucionalidad.
Si no cambia nuestra cultura política estaremos condenados a repetir nuestra historia o al menos hacerla rimar, muchas veces. Los nicaragüenses debemos llegar al auténtico reconocimiento que nos merecemos algo mejor, que hasta hoy hemos tenido el gobierno que nos merecemos y que parte del cambio hacia otro gobierno, pasa también por un cambio en nosotros. Ojalá y los estudiantes, asuman el reto y nos lideren en ese camino.