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La resistencia a la dictadura está en las pequeñas victorias

Las excarcelaciones de los presos políticos en junio de 2019 y febrero de 2023 han sido ejemplos de pequeñas grandes conquistas

Silvio Prado

28 de junio 2023

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Pero en mi mapa, en la capa del subsuelo, / voces y manos, a diario, / cavan túneles, ocultos de la crueldad. / Una tropa de minúsculos insectos, / termitas voluntariosas, / muerden y destruyen acuciosas / las mentiras que se alzan, Gioconda Belli

La falsa impresión de que las grandes movilizaciones de 2018 fueron inútiles por no haber logrado el derrocamiento de la dictadura orteguista, lleva inevitablemente al derrotismo. Asimismo, puede llevar a minusvalorar los pequeños actos de resistencia que miles de nicaragüenses llevan a cabo cada día, en contra de una opresión que busca inculcarnos el miedo hasta los tuétanos para que seamos un pueblo sumiso. En cambio, dentro y fuera del país se logran pequeñas victorias que mantienen viva la llama de la esperanza del cambio político.


No hay lucha de largo plazo que no se libre en pequeñas batallas, en actos cotidianos, en gestos habituales; pero también en acciones de valor extraordinario como el de quien muestra en público su repudio a la tiranía o se confabula con otras personas para emprender el plan “subversivo” de ayudar a otras personas.

Se puede afirmar con rotundidad que las excarcelaciones de los presos políticos en junio de 2019 y febrero de 2023 han sido ejemplos de pequeñas grandes conquistas alcanzadas en esta larga lucha. Ambas fueron la combinación de acciones de presión; la de 2019 en las mesas y en las calles, y la de 2022 en todos los frentes hasta generar un clamor nacional e internacional para arrancárselos de las garras. No hubo día ni lugar en que por medio de todo tipo de actos no se exigiera su puesta en libertad. Si las palabras del diccionario se quedaron cortas para las exigencias, los mapas se llenaron de colores con carteles denunciando el inhumano cautiverio y de marcas que señalaban los países donde se llevó peticiones a los Gobiernos. En ambos casos el resultado fue una bofetada al régimen. Las reacciones inmediatas de los jerarcas y sus voceros mostraron cuánto dolieron estos reveses.

Como toda lucha de largo plazo, esta también se disputa en el terreno de la memoria, un campo no menor. La memoria en su doble acepción: como campo simbólico del porqué y cómo ocurrieron los hechos, y como registro minucioso con fines probatorios de procesos penales donde se juzguen las atrocidades cometidas por los criminales. Si la primera intenta contrarrestar las mentiras de los perpetradores, la segunda actúa en sentido inverso al olvido. En los dos terrenos la población ha venido actuando desde el propio día del estallido social y no ha dejado de hacerlo a pesar de las amenazas. La más reciente contribución a la memoria colectiva de cómo ocurrieron los hechos ha sido el libro de Gabriela Selser, titulado, no por casualidad, “Crónicas de abril. La verdad sobre la rebelión de 2018 en Nicaragua”, en el que la autora utiliza el género periodístico para narrar lo que le tocó vivir en directo, pero también se ayuda del testimonio personal para transmitir las vivencias de quien se sentía amenazada como las demás personas.

Imposible no sumar al trabajo de preservar la memoria colectiva los aportes desde la literatura de Sergio Ramírez (Tongole no sabía bailar), de Arquímedes González (Como esperando abril. Historia de la masacre de 2018 en Nicaragua), del joven poeta William González (poemario Me duele respirar), y los innumerables ensayos escritos desde 2018 por autores nicaragüenses y de otras nacionalidades. Pero también hay que sumar las historias y testimonios que todos los días miles de nicaragüenses anónimos que publican en cualquier tipo de medio electrónico e impreso. En palabras de Gioconda, son las colonias de hormigas con sus tenaces voluntades, (…) ejércitos de mariposas, libélulas y luciérnagas que andan por el mundo mostrando las heridas. Cada historia, cada fotografía, cada video, es una victoria contra la mentira.

En el otro ámbito de la memoria como registro de los actos de barbarie cometidos por la tiranía, se encuentra el trabajo incansable de las organizaciones defensoras de derechos humanos, que en alianza con la población han seguido documentando la represión, identificando a los autores intelectuales y materiales, las cadenas de mando y los patrones de actuación. En esta labor no han levantado el pie del acelerador en los últimos cinco años, ni siquiera cuando fueron víctimas directas de represalias por hacer su trabajo.

En este apartado también hay nombres propios que han pagado con la cárcel, la confiscación de sus bienes y el exilio la osadía de colocarse al lado de los oprimidos sin calcular riesgos ni medrar cuotas de poder. En la misión de documentar y denunciar las violaciones de los derechos humanos también han sido claves las denuncias oportunas y en tiempo real de la población cuando han apresado a alguien de su vecindario, o cuando reportan los operativos policiales del régimen para impedir una procesión o una reunión pacífica. Cada informe periódico de las organizaciones, así como la denuncia ciudadana, cada testimonio brindado, son pequeñas victorias contra el olvido, y por ende contra la impunidad.

Lo mismo que las victorias personales y colectivas que se consiguen cuando en el seno de la población surgen actitudes que se generalizan, como la empatía con las personas amenazadas en vez de caer en el yoquepierdismo cómplice estimulado por la dictadura. En este ámbito de la ética cívica también se encuentran las decisiones individuales de no ser como ellos; es decir, diferenciarse de los agentes del régimen y de sus formas de actuar, de la inquina, la delación y de vivir en una caverna donde solo hay ponzoña como alimento cotidiano. Cada día que una persona decide no comulgar con la ración de odio que ofrece el régimen, también es una victoria contra la crueldad.

Por muchos motivos que haya para llenarse de miedo, hay muchos más para seguir luchando. No se ha inventado todavía una forma de dominación que anule totalmente los anhelos de libertad de todo un pueblo. Por eso las dictaduras siempre viven al borde del colapso, porque nadie se resigna de forma definitiva a vivir en la sumisión. En Nicaragua, hay una esperanza rebelde que no espera de brazos cruzados, sino que se alimenta de las pequeñas victorias que logran las resistencias de cada día. Como sentencia Gioconda: Dure lo que dure el trabajo paciente de las termitas, el edificio del poder caerá.

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Silvio Prado

Silvio Prado

Politólogo y sociólogo nicaragüense, viviendo en España. Es municipalista e investigador en temas relacionados con participación ciudadana y sociedad civil.

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