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La paz y la vida son irrenunciables: Un llamado por Nicaragua

Palabras de Haydée Castillo en el acto de recibimiento del Reconocimiento Internacional Acampa a la Defensa de los Derechos Humanos 2024

La defensora de derechos humanos, Haydée Castillo, al recibir Premio Acampa 2024.

Haydée Castillo

14 de junio 2024

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En este día mi pensamiento está en las presas y presos políticos de Nicaragua, en las madres que en abril de 2018 la dictadura Ortega-Murillo les arrebató la vida de sus hijos e hijas; en las juventudes y estudiantes expulsados de las universidades, en los indígenas y campesinado que por la codicia están siendo despojados de sus tierras y territorios, en las defensoras y defensores de derechos humanos que, como Vilma Núñez, sobrevive día a día a una casa por cárcel, en los funcionarios de Estado obligados a obedecer al régimen a cambio de un salario. En el Río Coco donde tantas veces me he bañado y hoy es acechado por la fiebre del oro, por todas las personas que en búsqueda de seguridad en estos momentos atraviesan alguna frontera. 

En tiempos difíciles nada sustituye el calor humano, gracias a ACAMPA por acoger a través de este reconocimiento no solo mi modesto aporte a la defensa de los derechos humanos y a la búsqueda de la paz, sino acoger a mi dolida y valiente Nicaragua. 


Nací en un país que ha sido teatro de todo tipo de acontecimientos en su búsqueda por libertad, autodeterminación y soberanía. Un país que bien vale la pena verlo en un espejo y tenerlo como referencia de estudio y práctica para reflexionar como humanidad y cuestionarnos el camino que llevamos. En ese pedacito de tierra ubicado en el centro del istmo centroamericano y bañado por dos mares, hemos conocido desde terremotos, erupciones volcánicas y huracanes. Pero también rebeliones llena de sueños y esperanzas.

En ese caminar también nos hemos visto obligados a recurrir a la guerra cuando parecía que defender la vida y la libertad solo podía conseguirse por esa vía, ante fuerzas y poderes internos y externos, con tales garras, que desde diferentes bandos no éramos capaces de ver otra salida. Historia que me recuerda a nuestro príncipe de la letras castellanas, el gran Rubén Darío, en su poema “Los motivos del Lobo”, en el que imagina una conversación de San Francisco de Asís queriendo convencer al lobo para que abandone el camino de acecho al que le habían obligado para protegerse, y el lobo le contesta:

—Hermano Francisco, no te acerques mucho…
Yo estaba tranquilo allá en el convento; al
pueblo salía, y si algo me daban estaba
contento y manso comía.

Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la envidia, la saña, la ira, y en
todos los rostros ardían las brasas de
odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos y los
pies. Seguía tus sagradas leyes, todas las
criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos. Y
así, me apalearon y me echaron fuera. Y su
risa fue como un agua hirviente, y entre mis
entrañas revivió la fiera, y me sentí lobo
malo de repente;

más siempre mejor que esa mala gente.
y recomencé a luchar aquí, a me
defender y a me alimentar. Como el oso
hace, como el jabalí, que para vivir
tienen que matar. Déjame en el monte,
déjame en el risco, déjame existir en mi
libertad, vete a tu convento, hermano
Francisco, sigue tu camino y tu
santidad.

Así es la provocación hacia nuestros pueblos, pueblos nobles, sencillos, avasallados, conducidos a su propio entierro cuando no se ven otras salidas, así lo hemos vivido en carne propia. Y así perdimos lo mejor de nosotros en uno y otro bando creyendo tener la verdad en la mano, más no sabíamos que en ese drama era como decían nuestras abuelas “En río revuelto ganancia de pescadores”. Pues mientras nos desangrábamos como conejillos de india, unos afuera y otros de adentro, tejían los entre telones de la guerra fría, pero también el reparto de poder entre los liderazgos criollos. Así nos han llevado, unos envueltos en rebozos de derecha, otros de izquierda, otros conservadores, de centro y de todo un poco, que desde los albores de la independencia, se han vendido bajo narrativas de héroes que nos devolvían independencia y soberanía.

Nicaragua, Nicaragüita, de nuevo le grita al mundo, que volvió el odio, la infamia y la mentira, que nuevamente la fiera renace como dictadura, ya no la de los Somoza, sino la de Ortega y Murillo. Quien descaradamente en nombre de la soberanía ha asesinado a más de 300 personas que luchaban solo con su voz y su bandera patria, ha encarcelado a más de 2000 personas, viola, tortura, reprime, infunde el terror, se come a sus propios hijos, desaparece a opositores y asesina y destierra periodistas. 

Nos destierra, nos despoja de nuestra nacionalidad, nos mata civilmente, nos desaparece de los registros de nacimiento, roba las universidades, las ONGS, las empresas, mata a los guardabosques y obliga a miles al desplazamiento forzoso. Comete tantos crímenes de lesa humanidad que necesitaríamos años para narrar tanta barbarie. Una barbarie que a la fecha sigue en total impunidad. 

Pero traigo esta realidad de Nicaragua como un ejemplo vivo a lo que estamos asistiendo en el mundo. Porque hemos tocado las mil y una puertas buscando como salir de esta crisis y no hay una respuesta a tanto dolor y muerte. 

Quienes manejan los hilos del poder, sin importar la ideología en la que se escudan han dejado en manos del rédito económico y del mercado la solución a todas las injusticias. En este reparto del poder defender derechos humanos es como una división del trabajo donde a nosotras, a nosotros nos toca desnudar la barbarie, pero la decisión de detenerla está en manos de quienes hacen la política y la economía, de quienes tienen el poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, y quienes manejan la arquitectura financiera mundial. Quienes se ubicaron por encima del bien y el mal. 

La política y la democracia misma perdió su esencia, está siendo sinónimo y cuna del crimen organizado, de la corrupción, del terrorismo y la violencia, que está terminando con la tierra, con el agua, el bosque, la convivencia, con todas las formas de vida, con la esencia misma de la humanidad. 

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Pero esa realidad no puede paralizarnos. Hoy nos toca no atemperarnos, ser imaginativos, creativos y desafiantes, tomar responsabilidad ante un contexto en el que todos los referentes están cuestionados, incluso la democracia, el multilateralismo, pues lo construido para evitar la repetición del holocausto no está siendo suficiente para enfrentar lo que el mercado, el neoliberalismo, el extractivismo, el crimen organizado y la ambición desmedida nos depara. 

Llegó la hora de la acción de los pueblos, de la ciudadanía, de los movimientos sociales, de cada ser humano para recobrar el poder que reside en nosotros y nosotras y atender el llamado que nos hace ACAMPA. De unirnos en la diferencia para que nunca más los niños y las niñas, ni en Gaza, ni en Ucrania, ni en Nicaragua, ni en Sudán, ni en Yemen, ni Siria, ni en Irak, ni Rohignia, ni en México, ni en El Salvador, ni en el Mar Mediterráneo, ni en el desierto ni en el Río Bravo, ni en el Darién, ni en Venezuela, ni en Cuba, por mencionar algunos, ni en ningún país del mundo mueran, o sobrevivan sin nadie de su familia a causa del exterminio.

Cada niño o niña que muere, que es despojado de la vida, ya sea con las armas de fuego o con las armas de la ambición, de la violación, de la tortura o del sicariato es una afrenta para la humanidad. Estas armas diversas nos están diciendo que la III Guerra Mundial hace años que empezó, pero que no hemos sido capaces de verlo por qué nos venden la idea de que la paz es virtual y el progreso la destrucción del planeta. 

Así como se dedica tiempo para la Inteligencia Artificial o para seguir conquistando el espacio e investigar cómo no envejecer, nuestra prioridad debe ser proponer y encontrar soluciones a la desesperanza y a la autodestrucción. 

Nos toca respirar juntos para construir otra forma de hacer la política, la economía y el supuesto desarrollo, para que en vez de muerte nos generen paz y convivencia. La paz se construye cada minuto, en cada decisión y en cada acción, la paz depende de nosotros, de poner atención y conectar desde lo personal, desde la familia, el barrio, la comunidad, la escuela, las instituciones y las organizaciones. 

De vernos a los ojos, de vernos en el otro, en la otra, de ponernos en sus zapatos. Todos habitamos en este planeta donde se comparte el sol, la luna, el agua, el oxígeno y eso no debe tener ni propietarios ni fronteras, todos somos uno, con nosotros, con los otros y con la naturaleza. 

Demasiado pronto olvidamos los estragos de la II Guerra Mundial. Por favor recobremos la historia y la memoria. Volvemos a la humanidad perdida en la medida en que reconectamos con el dolor y la felicidad del otro y de la otra, en que nos cuidamos juntos, en que cuidamos la tierra, cada emoción y cada sentimiento. Son tiempos de acampar, de encuentro, de trabajo conjunto, como decían nuestros ancestros y ancestras), hoy por ti, mañana por mí. 

Este planeta es nuestro único hogar, no tenemos a dónde mudarnos y nos pertenece a toda las formas de vida, y la humanidad es la dotada de raciocinio para cuidarlo y cuidarnos. Demos paso entonces a la vida misma, pero una vida que valga la pena vivir, donde los niños y las niñas jueguen, rían, canten, sueñen, diseñen el mundo y la paz que nunca hemos conocido, y que es posible. 

Cuando yo veo la historia de mi pueblo, de mi Nicaragua, veo en él, ese espíritu irredento que necesitamos en el mundo, de nunca renunciar a ser él, con él, con su dignidad y la de todos los pueblos del mundo. Nadie puede solo o sola, el mundo no es solo lo material. 

Recobremos el disfrute de tomarnos de las manos por solo el hecho de ser personas, del encuentro, de la convivencia. La satisfacción de ver los ríos y los mares, la calma que nos genera la naturaleza. Quizá ese sea el remedio, la farmacia que nos heredaron los ancestros, la medicina a la guerra y a la ambición. Nosotros debemos construir el nuevo orden mundial, el nuevo marco de derechos, las nuevas reglas del multilateralismo, que ponga dientes a la Declaración Universal de Derechos Humanos para poner fin a este sistema de la muerte. 

Hace días que nos da el sol y mucha agua ha corrido bajo el puente, pero el cambio está aquí, en cada uno de nosotros, en nuestra capacidad de superar la indiferencia, de movilizarnos, de alzar las voces, de actuar aún con miedo. La paz y la vida son irrenunciables, acampemos y apuremos el paso para que amanezca pronto y para todos. Mañana es tarde. 

Muchas gracias

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Haydée Castillo

Haydée Castillo

Activista nicaragüense exiliada. Licenciada en Ciencias Sociales y máster en Integración y Desarrollo. Fundadora del Instituto de Liderazgo de Las Segovias (ILLS). Tiene más de 30 años de experiencia en defensa de los derechos humanos, y es consultora en planeación y desarrollo, integración regional, políticas públicas, participación ciudadana, empoderamiento y democracia.

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