10 de noviembre 2018

Trump, sin luna de miel

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Después del baño de sangre, “la salida de la pareja presidencial es requisito sine qua non para restablecer algún nivel de armonía cívica”
Después del baño de sangre
Los componentes principales de un acuerdo negociado para resolver sin más baño de sangre la crisis de Nicaragua son identificables de inmediato. Estos responderían a las principales demandas de la oposición para revertir la regresión democrática, enfocándose inicialmente en reformas al sistema electoral. Pero un acuerdo viable también tendría que responder a las principales preocupaciones de Ortega-Murillo y el FSLN, cuyo apoyo electoral, aunque ciertamente erosionado, sigue siendo sustancial. El camino hacia adelante puede combinar:
Daniel Ortega saluda al jefe de la Policía de Masaya, Ramón Avellán, el 13 de julio de 2018. Presidencia | Confidencial
Más tarde, durante la transición, otros asuntos complejos requerirían atención. Cómo comenzar a separar la burocracia estatal del partido FSLN; elecciones libres y justas para la Asamblea Nacional y para las autoridades municipales; y quizás un asunto más crítico aún, un compromiso del liderazgo del FSLN de no tratar de repetir las debilitantes experiencias de los 90, cuando el FSLN al mando de Ortega “gobernó desde abajo”, ejecutando huelgas constantes y otras tácticas desestabilizadoras. Al mismo tiempo, la comunidad internacional y la oposición tendrán que aceptar que el FSLN, muy probablemente, seguirá siendo una fuerza política potente y legítima, y que la seguridad y las libertades públicas de sus miembros deberán garantizarse.
Además, un amplio acuerdo sobre un plan económico de reconstrucción, contingente en un arreglo político, contribuiría a una rápida recuperación económica. Las instituciones multilaterales de crédito (IFIS) proveerían recursos financieros y técnicos esenciales. Estas instituciones podrían continuar con la asistencia a proyectos, sumando un apoyo indispensable a la balanza de pagos, para restablecer la estabilidad financiera y la confianza en los negocios.
Para llegar a estos acuerdos, todas las partes tendrán que hacer gala de un realismo frecuentemente ausente en los cálculos nicaragüenses. Temprano durante la insurrección, la oposición malogró el abortado Diálogo Nacional, e ignoró la resiliencia del FSLN. Hoy, Ortega-Murillo aparentemente subestiman la profundidad y la resistencia de las fuerzas opositoras, así como el grado al cual su gobernanza ha generado anticuerpos, especialmente entre la juventud. La oposición tendría que ofrecer un paquete de garrotes y zanahorias que incentiven al FSLN a cumplir.
Daniel Ortega visita la delegación policial de Masaya en un intento de conmemorar el Repliegue. La ciudad le cerró las puertas. Presidencia | Confidencial
Más importante aún, Ortega-Murillo, habiéndose acostumbrado a un poder sin contrapesos, deben asumir que su propio futuro, el de sus familiares y allegados, estaría mejor asegurado por un acuerdo con concesiones. Si el desorden civil continúa, y la economía se erosiona aún más, es muy probable que la base política del FSLN culpe al Gobierno por su zozobra, quizás incentivando a Ortega-Murillo a optar por una salida sosegada. Alternativamente, el colapso económico podría crear presiones para que las fuerzas de seguridad empujen a todas las partes a negociar.
La profunda desconfianza entre los actores políticos en Nicaragua, exacerbada por los traumas actuales, está inserta en una larga historia de conflictos internos y traiciones. Por lo tanto, la negociación e implementación de estos acuerdos muy probablemente requerirá de una significativa presencia internacional. En el momento apropiado, los Estados Unidos o una combinación de gobiernos actuando bajo la OEA o la ONU, podrían enviar una misión de alto nivel para motivar una reunión de actores influyentes (conociendo la experiencia histórica el éxito está lejos de ser seguro). Más aún, la OEA, Naciones Unidas y la Unión Europea tienen experiencia como garantes externos, incluyendo su rol en décadas recientes en Nicaragua. Entre sus tareas estaría el escrutinio a la Policía y la desmovilización de los paramilitares, y la reconstrucción de un sistema electoral eficiente e imparcial.
Este escenario de “aterrizaje pacífico” considera que Ortega-Murillo, en el balance, se han convertido en fuerzas desestabilizadoras, cuya remoción es condición sine qua non para el progreso político (ver recuadro 1). Se necesita construir un reconocimiento nacional de “culpa colectiva”, para que todos los actores puedan reexaminar sus estilos políticos y buscar reformas a las instituciones e incentivos, para escapar de otra tanda de discordia civil y autodestrucción (ver recuadro 2).
El costo del fracaso sería trágicamente alto. La economía ya está cayendo en picada, y ante la falta de un arreglo político, el desempleo podría elevarse empujando a más disturbios sociales y criminalidad. El Gobierno podría verse tentado a incrementar su represión, y moverse en contra de la oposición política y las élites económicas. El flujo de nicaragüenses al exterior seguiría aumentando, exacerbando la crisis de refugiados, ya aparente en Costa Rica, y las caravanas de migrantes del Triángulo Norte, avanzando hacia México y la frontera sur de EE.UU. Como ocurrió en 1978-1979, los exiliados viviendo en países vecinos podrían tratar de montar una resistencia armada, repitiendo el perturbador ciclo de represión violenta y respuesta. La espiral destructiva también es una posibilidad concreta. Esperemos que las cabezas frías prevalezcan.
RECUADRO 1:
Estabilidad
Inestabilidad
RECUADRO 2:
Cuando un gobernante autoritario triunfa al pervertir una democracia liberal, aunque sea naciente, muchos otros individuos, partidos, o instituciones, apropiadamente ponderan su propia complicidad. En el caso de Nicaragua, la culpa colectiva es ampliamente compartida:
Mirando hacia adelante, muchos jóvenes nicaragüenses rechazan la cultura política tradicional de clientelismo y sumisión a la autoridad. Mejor educados, más globalizados, y más conectados a través de las tecnologías de la información que sus mayores, ellos están determinados a hacer algo mejor.
Richard Feinberg. Archivo | Confidencial
*Fragmento del ensayo “Nicaragua: Revolution and restoration”, publicado en The Brookings Institution. (Traducción no oficial, publicado con autorización de Brookings). Richard Feinberg es académico e investigador, ha mantenido estrecho contacto con Nicaragua en los últimos quince años, exfuncionario del Departamento de Estado y del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos.
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