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La habitación del pánico

“El Comandante Aparecido” ante el mundo, con un país en permanente desprevención a sus pies de carnal del coronavirus.

La nueva normalidad de la dictadura en tiempos de coronavirus en el país de Ninguna parte. El estado: delicado

Luis Rocha Urtecho

19 de abril 2020

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“El Aparecido”, de quien solo se sabe que vive en pareja en “Ninguna parte”,  apareció el miércoles 15 de abril, como quien encarna la derrota de un fantasma convocado por los héroes y mártires desde el 18 de abril del 2018  y los de antes, y en adelante los que han seguido. Más de 300 muertos hicieron salir a la pareja de vampiros, después de 34 días. Los “gobernantes” salieron arrastrándose por sus “respiraderos”. Y el supuestamente principal de la pareja, rodeado de una claque boquiabierta hizo, como un experimentado ilusionista, un mágico acto de “existencia” inesperada. Eso logró impertérrito “El Comandante Aparecido” ante el mundo, y olvidando al pueblo y sus problemas reales -con un país en permanente desprevención a sus pies de carnal del coronavirus- convirtió aquella fantasmagórica presencia en una aparición digna de un buen comic en la época de la pandemia, luchando como un héroe universal (¿El Capitán América?) contra la bomba atómica. Dio que pensar tomar aquel “buen camino” de su Dios recomendado por la pareja. Sería que la bomba atómica estaba en Niquinohomo, pues la inmediata madrugada del jueves 16 de abril de este mismísimo año, sus turbas solidarias penetraron en la humilde casa de don Luis Potosme en el mismísimo pueblo de Sandino, muy distante en el tiempo y la pobreza, y por ello mismo diferente de su bunker de “El Carmen”, donde tiene su “Habitación del pánico”.

Salió, pues, de la “Habitación del Pánico”, para en espíritu entrar en la paupérrima vivienda de don Luis Potosme, padre del periodista Winston Potosme, y vio cuando tendido en su cama lo golpearon salvajemente, aprovechando que sus hijos se encontraban en el forzado exilio de miles de nicaragüenses, Winston en Miami, y su hermana en España. Y lo golpearon porque era el padre de hijos en el exilio. Antes, el miércoles 15 en un acto de prestidigitación, como hace su cónyuge al final de sus discursos, proclamó su fe cristiana y convocó a Dios. No hacía falta convocar a Dios, pues desde los funerales de Ernesto Cardenal, profanados por sus turbas, Dios ya estaba ahí observándolos.


Más aún, Dios estaba ya muy pendiente de ellos desde mediados de julio 2018, cuando sus sicarios dispararon contra “La Divina Misericordia” y asesinaron a dos jóvenes. Pero esa vez, como símbolo de todos los asesinados, el retrato de Dios, “La Divina Misericordia”, está ahí, perforado a balazos. Ya resucitó en esta Semana Santa que intentaron prohibir en su expresión más sencilla y sagrada. “Su Misericordia” nunca murió. El retrato de Daniel Ortega, escudado en el covid-19, sigue ausente e inexistente. Pero es un símbolo de la represión y la muerte. Su retrato es el coronavirus. En “El Comandante”, la misericordia nunca vivió. Ahí están todos sus presos políticos y los “excarcelados” perseguidos y acosados. Ahí están los indios mayangnas siendo despojados de sus tierras y asesinados. En Diriamba, Jinotepe y decenas de iglesias y parroquias de Nicaragua, está pisoteado en hostias el cuerpo de Cristo y su sangre corre penetrando en la “Habitación del Pánico”. En esa habitación, en “Ninguna parte”, penetra el miedo y la intencional desprevención desde hace siglos. Ahí viven los demonios de los dictadores, y queriendo protegerse de ellos, encuentran encerrados su pasado, su presente y su futuro. Ahí penetra la sangre de los justos clamando por justicia. La sangre de quienes no son delincuentes ni lo serán. Ahí no hay “respiraderos”.

Por eso, desde 1665 (el año de la peste) según testimonio de Daniel Defoe -el mismo autor de Robinson Crusoe- en Diario del año de la peste (1722), Daniel Ortega no asume sus responsabilidades de gobernante, y se oculta en su Habitación del pánico. La “desprevención” es su costumbre. Dejar a nuestro pueblo no únicamente a merced de la peste, sino de ser él mismo una peste como la que asoló Londres en 1665.  El testimonio sobre esa primera época del “Comandante se queda”, es claro en estos párrafos de Defoe sobre el Daniel que abarca a “El Aparecido” de abril del 2020: “Estoy convencido –dice Defoe- que jamás ciudad alguna, al menos no de semejante magnitud e importancia, fue sorprendida por calamidad tan horrorosa en condiciones de desprevención tan absoluta.”…. “He pensado con frecuencia en la situación de desprevención en que se hallaba la totalidad de la población cuando este azote empezó a abatirse sobre ella; y la manera en que por falta de medidas y disposiciones adecuadas, tanto públicas como particulares, cayeron sobre nosotros todos los trastornos posteriores y tan enorme cantidad de personas pereció en el desastre, lo que, si se hubieran tomado medidas convenientes, se hubiera podido evitar, con el concurso de la providencia, y que ello puede constituir un ejemplo y una advertencia a ser tenidos en cuenta por la posteridad…”

A la “Habitación del  pánico” penetra airoso el miedo a la verdad que lo confronta con las vidas mal vividas. Las vidas de quienes no les dan importancia alguna a que los presos políticos mueran encarcelados víctimas del covid-19. ¿Quiénes y cómo lo sabrán?  ¿Quiénes hacen las pruebas? Es mejor encerrarse más de 34 días  o una eternidad a esperar las elecciones que serán fraudulentas. Pero es horrible soñar con un comando gringo que llegue a llevárselos en familia a pagar por sus crímenes. ¿Qué fue lo que le pasó a Noriega? Es el momento en que “El Carmen” no es una fortaleza y cuando se sabe que de la eternidad no gozarán los tiranos. Es un silencio espantoso en la “Habitación del pánico”. Un silencio acusador día y noche, y lo peor es que no hay diferencia entre luz y oscuridad. Es cuando a los carceleros se les aplica la misma receta que a los injustamente encarcelados. Quienes las deben la temen. ¿Qué estarán pensando quienes en Mateare decapitaron a la virgen, pintaron del blanco color de las manos de Daniel al Cristo de la iglesia y tiraron las hostias al suelo? La cabeza de la virgen y las hostias levitarán en esa habitación siguiendo a los culpables, y el Cristo, en un rincón, permanecerá observándolos desde su blanco fosforescente. Como Alvarito Conrado, no podrán respirar, pero de puro pánico.

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Luis Rocha Urtecho

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