23 de octubre 2018
No ha hay razones legales, menos éticas, con las que pueda la dictadura justificar ninguna de sus medidas represivas (como la violación del derecho a la vida), aplicadas contra el pueblo con mayor fuerza durante los últimos seis meses. Los más sacrificados han sido las últimas generaciones, lo que es igual a cercenar el presente y el futuro inmediato de Nicaragua.
Esos crímenes, inequívocamente comprobados, los han condenado con firmeza muchos gobiernos del mundo, y en especial los organismos nacionales e internacionales defensores de los derechos humanos. No obstante, la última represión con golpizas y secuestros violentos del pasado 14 de octubre, ha tenido una inmediata condena y mucha divulgación.
Quizás porque ocurrió, paradójicamente, cuando no hubo una manifestación masiva como las anteriores. Ni siquiera fue un gran plantón, pero según la mentalidad dictatorial, igual merecía la represión y el violento secuestro de 38 personas, la mayoría adultos mayores de ambos sexos.
Pero, ¿por qué motivos esta represión tuvo tan pronta condena?
Ante todo, se descarta el hecho sobrentendido de que vivimos bajo una dictadura, la que se siente y actúa tan enajenada de la realidad nacional, que ni siquiera puede reconocerse a sí misma como como un ente criminal, a la par que no reconoce ninguno de los derechos que como seres humanos merecemos disfrutar todos los nicaragüenses, sin ninguna condición humillante.
Enseguida, recordemos que la desesperación de los personeros del régimen, por su incapacidad de acabar con las protestas, y pese a tener en acción punitiva a todos los entes públicos: unos armados, otros dirigiendo la represión con individuos sin frenos ni restricciones éticas, igual de enajenados como sus jefes. Actúan como autómatas cuando están defendiendo a quienes son dueños de su voluntad, creyendo ciegamente que siempre tienen la razón.
De todo eso, se desprende el justo repudio general que mereció el secuestro, además del rechazo permanente de la violación de los derechos humanos y por el hecho obvio de que las personas secuestradas no habían cometido ningún a delito. Quizás también por la edad y el reconocimiento político y social que tienen las 38 víctimas del secuestro. Por ejemplo, un empresario consuegro de los dictadores, mujeres de larga trayectoria revolucionaria, la viuda del recordado periodista Danilo Aguirre, destacadas dirigentes del Movimiento Renovador Sandinista y reconocidas activistas sociales.
Se dirá, y es verdad, que reprimir es lo acostumbrado por la pareja enajenada y sus esbirros. Pero, en este caso, ocurrieron cosas inéditas en los interrogatorios a los secuestrados, como reflejo del trastorno mental –de amos y esbirros— que les impide toda relación objetiva con la realidad social y política del país:
“¿Quién es tu jefe? ¿Quién te financia? ¿Cuánto te pagan por andar en las protestas? ¿En dónde están las armas? ¿Quién te las entregó?”
Y siguen con otras estupideces, sin salirse del esquema del discurso oficial y de su propia condición de esbirro ante sus jefes, quienes a su vez reciben de otros jefes las órdenes sin derecho a cuestionarlas. Órdenes que deben cumplirlas so pena de castigo disciplinario, sin preguntar por qué “motivo, razón y circunstancias” deben ser cumplidas; es decir, actúan en estado de total enajenación.
Tampoco debe sorprender que los hayan dejado libres pocos días después, porque, si nos atenemos a la imbecilidad de las preguntas, su torpeza y falsedad no pueden dar pie para levantar ningún cargo en su contra. A esto, sumemos la despreciable naturaleza de la dictadura, que solo puede provocar la condena nacional e internacional. Entonces, no vale dudar de los motivos por los cuales dejaron libres en poco tiempo a estas personas, lo que tampoco borra el abuso cometido.
El secuestro que incluyó a la presidenta y la expresidenta del Movimiento Renovador Sandinista, fue oportunidad para revelar la estúpida acusación orteguista de que este partido es responsable de la “conspiración golpista y terrorista”, pues al dejar libres a sus principales dirigentes, confesaron la falacia de su acusación. Porque, ¿acaso no era ese el momento de frenar la “conspiración” y para cobrarles por sus “delitos”? Si no fuera por sus crímenes, las torpezas de los dictadores hicieran reír.
Este año se cumplen 400 años de que Lope de Vega, escribió su obra Fuenteovejuna (1618) de la cual –usando lenguaje actual— se Viralizó el diálogo entre el investigador de la muerte del Comendador y el pueblo interrogado:
¿“Quien mató al Comendador?”
“Fuenteovejuna, señor”.
“¿Y quién es Fuenteovejuna?”
“¡Todos a una!”
Dice Marlen Chow, que en el momento que el esbirro orteguista la interrogaba, recordó que la poeta Claribel Alegría había creado la idea de una Asociación de Mujeres del Pico Roco y a la pregunta del esbirro:
“¿A qué partido pertenece?”
Marlen, espontánea y alegre, le respondió:
“¡A la sociedad de las mujeres nicaragüenses del Pico Rojo!”
Sus compañeras secuestradas, y “todas a una”… ¡mostraron su Pico Rico!
Quizás Lope de Vega, no imaginó que su diálogo sería Viralizado durante 400 años, y lo que le falta. Pero Marlen Chow , sin pretenderlo, debe estar segura de que las canciones, los dibujos, el teatro y otras expresiones artísticas inspiradas en su respuesta, más las mujeres y hombres pintándose el pico de rojo en solidaridad con los presos políticos… ¡sobrevivirán a la dictadura Ortega-Murillo!
Tanto la criminalidad desatada contra el movimiento cívico anti dictatorial, sus actos demenciales, sus obvias contradicciones políticas, sus ridiculeces, son reveladoras de la enajenación del par de dictadores y de sus esbirros de todos los niveles y oficios: los asesinos armados, los judiciales togados destripa-leyes, los secuestradores, torturadores y diplomáticos.
Entre muchos de los principales especímenes dueños del poder, hay una clase de enajenación, diríamos, que es el origen de rapacidad: su total enajenación del trabajo productivo y creador para sustentarse en la vida. Son parásitos sociales, tienen un loco enamoramiento de la riqueza y del buen vivir por los abusos con el Estado. Y algo más: el enamoramiento de sí mismos, quienes se auto estimulan con la promoción del culto a sus personas, que ha llevado al servilismo a sus partidarios.
Quienes han visitado el supuesto “museo de la revolución”, se han sorprendido al mirar fotografías de Daniel Ortega, al frente de todos los frentes de la guerra revolucionaria contra la dictadura somocista, aunque apenas estuvo en uno de ellos, y no combatió en ninguno. Esta es otra muestra de la enajenación que la pareja dictatorial tienen respecto a la historia.
¿Cómo sorprenderse, entonces, de las cosas que se han visto y sufrido desde hace once años, durante los últimos seis meses y lo que aún nos falta por ver y sufrir de parte de individuos con el poder de destrucción y en estado de enajenación?
No cabe sorprenderse de nada, pero es obligación patriótica e histórica luchar para evitar su continuidad. Igual que, a partir del fin de la dictadura, se deberá lucha para construir una sociedad distinta, democrática, progresista y con libertades para todos y todas las expresiones políticas e ideológicas.
El ensayo e impulso hacia esa sociedad está en camino. Ojalá que el pueblo lo siga con plena decisión y sin prejuicios, dentro de la Unidad Nacional Azul y Blanco.