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La democracia no puede ser reducida a elecciones periódicas

Nicaragua ha conocido dos modelos políticos: Gobiernos de derecha con sus políticas corporativistas, y una “izquierda” con el socialismo delincuencial

Foto: Archivo | Confidencial

Natalia Cuadra Dumke

16 de junio 2024

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Nicaragua es el segundo país más pobre del hemisferio occidental después del Estado fallido de Haití. Esto lo hemos leído y oído hasta la saciedad. Pero es el pueblo nicaragüense, esa gran multitud que (mal) vive con tan solo 3.65 dólares al día que lo sabe mejor que nadie porque son ellos los que tienen que estirar esos tres dólares para comer, estudiar y calzarse. Ellos no necesitan escuchar de tecnócratas financieros que la desigualdad en términos económicos y sociales en el país anda por el 48.1% , según las cifras del Banco Mundial. Ahora bien, en los últimos 50 años, Nicaragua solo ha conocido dos modelos políticos. Por un lado, tenemos a los Gobiernos de derecha con sus políticas corporativistas que a quienes más han beneficiado han sido a las grandes empresas/corporaciones. De ahí que, en este pobrísimo país nuestro, tengamos a un Carlos Pellas y a un Ramiro Ortiz con fortunas que rondan los 1.5 mil millones de dólares y 1.3 mil millones de dólares, respectivamente. Para la derecha, el Estado tiene un papel mínimo en la sociedad. Este último factor es importantísimo tenerlo en cuenta. Luego, al otro lado del espectro está una “izquierda” que practica el socialismo delincuencial basado en prebendas económicas que solo les son entregadas a los fieles al partido. El mejor embajador de este modelo ha sido el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que controla la pareja gobernante: Daniel Ortega y Rosario Murillo. Pero este modelo también se practicó durante la Revolución Sandinista, aunque de una forma menos visible. Por tener a miembros que fueron partícipes activos de la revolución y de sus políticas de traficar con las necesidades del pueblo, el partido UNAMOS tiene la responsabilidad de reconocer públicamente estos errores.

En estos últimos seis años desde la “Rebelión de Abril” la palabra que más se escucha entre la oposición y el pueblo nicaragüense es “democracia”, que con la dictadura cruel que tenemos es más que entendible. Todos queremos regresar a la democracia y al Estado de derecho. A estas alturas, hasta un gato lo entiende. Pero cuando la oposición hablaba de esta palabra tan de moda entre nosotros los nicas, lo hacía con términos ambiguos que daban como resultados discursos bonitos: “vamos a devolverle a Nicaragua la democracia con elecciones libres, justas y transparentes”. Pero la democracia no son solo elecciones periódicas regidas por un calendario electoral en donde se disputan el poder de forma competitiva varios partidos políticos. Además de un Estado de derecho con instituciones independientes, entre otras cosas, la democracia tiene un compromiso por combatir la corrupción, de mejorar la calidad de vida de las personas a través de la creación de empleos con salarios justos (no de hambre) y de la implementación de políticas públicas. Aquí, léase: obras públicas que mejoran la infraestructura del país sin olvidar a las comunidades vulnerables, inversión en educación y sanidad pública de calidad para toda la población sin distinción de colores ideológicos. El dinero que costea estos gastos sale del erario público que a su vez sale de los impuestos del contribuyente. Esta democracia la practican la mayoría de los países de la Europa occidental y en el continente americano, países como Canadá y Costa Rica en donde quienes más pagan impuestos son los ricos. Es así como estos países han logrado en el último siglo (sobre todo Europa) disminuir las grandes brechas que existían entre pobres y ricos —generadas por el modelo capitalista. Entendido de otro modo, la democracia para estas naciones es un proyecto de sociedad. Por eso, entre los ítems que aparecen en mis impuestos de propiedad que debemos, mi marido y yo, pagar una vez al año, incluyen servicio de transporte público, aunque nosotros no lo utilicemos porque contamos con nuestro propio vehículo. Por tanto, se sobreentiende que lo pagamos como lo hacen otros ciudadanos canadienses, para aquellos que no lo tienen. Esta democracia nos ha funcionado. Para muestra un botón, miren cómo los migrantes que huyen desesperados de sus países (con brechas abismales entre ricos y pobres) se dirigen a estos países que he mencionado en busca de mejores oportunidades para ellos y sus hijos, como yo misma hiciera un día. A nadie, ni al mismísimo demonio se le ocurriría emigrar a un país tan pobre como Nicaragua que tiene a un don Carlitos y a un don Ramirito y compañía en la lista de los mil millonarios de la revista Forbes, mientras una gran parte de la población ni siquiera come los tres tiempos. Las sociedades que practican la socialdemocracia lo tuvieron claro desde un principio: una mejor distribución de la riqueza es beneficioso para todos porque menos pobreza, entre otras cosas, significa menos delincuencia, menos corrupción. Los exiliados que viven en estas sociedades democracias, inclusive los que viven en Estados Unidos (en donde la sanidad es privada) saben que lo que estoy diciendo es cierto.


Pero ahora le toca el turno a los pilares de la democracia de la derecha. Hace varios días se produjo una especie de pequeño “terremoto” dentro de la Concertación Democrática Monteverde al filtrarse que un nuevo grupo de centroderecha había surgido dentro de este espacio. Pero lo que más llamó la atención es que miembros de este nuevo grupo aseguran (sin mostrar evidencias) que Nicaragua siempre ha sido de derecha porque Nicaragua es y siempre ha sido una sociedad conservadora. En esto último tienen razón. Nicaragua es una sociedad conservadora. El modelo de la familia es tradicional y temas como el aborto siguen siendo tabú, aunque no sabemos con exactitud cuál es el porcentaje que lo desaprueba. Pero el problema con esta afirmación infundada es que, si es cierto, que la gran mayoría del pueblo nicaragüense es de derecha, también sería cierto que está de acuerdo con las políticas económicas de esta corriente ideológica.

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En las propias palabras del señor Luciano García —uno de los miembros de este grupo de centroderecha—, los valores de la derecha se centran en la promoción de “políticas proempresa, impuestos más bajos, menos regulación (…), un Estado laico, pequeño, facilitador”. ¿Se acuerdan del papel mínimo del Estado en la sociedad dentro de la derecha? Una participación mínima del Estado quiere decir que este no es responsable por el bienestar social de su población como sí lo es para la socialdemocracia. Para esta corriente ideológica, el ciudadano es responsable por su propio bienestar social. Es un “sálvese quien pueda”. En otras palabras, este tiene que resolver, sin intervención del Estado, sus necesidades más básicas pues, para el señor Luciano García, el Estado no puede ser “un botín populista para la creación de prebendas que busquen la compra de conciencia”. Debo decir que yo estoy satisfecha que este nuevo grupo de centroderecha verbalice sus valores y políticas de plan de Gobierno en una Nicaragua sin dictadura. Pero es obligatorio, por razones éticas y morales, que le expliquen en un lenguaje sencillo a ese 48.1% de nicaragüenses que viven en desigualdad en qué traduce en su día a día, esa “participación mínima” del Estado, qué significaría (de nuevo, en su día a día) para ellos que las empresas (incluyendo las decenas que tienen Carlos Pellas, Ramiro Ortiz y compañía que los mantienen en esas listas de los multimillonarios) paguen menos impuestos y haya menos regulación de mercado o pocas “trabas” como las llama el señor Humberto Belli Pereira. Para una población nicaragüense con niveles de educación bajísimos, que por cierto han empeorado durante todos estos años de dictadura, pues los libros en las escuelas públicas no han sido más que panfletos vulgares de adoctrinamiento. Es necesario que este nuevo grupo de centroderecha le explique al pueblo nicaragüense con ejemplos concretos y sin lenguajes financieros robóticos que ellos aprendieron en las aulas por las que pasaron en las universidades en el extranjero, que es eso de la participación mínima del Estado. Y solo después, yo los reto a que hagan ellos mismos una encuesta con una sola pregunta: ¿Se considera usted de derecha/centroderecha? El nicaragüense tiene derecho a saber a qué se está metiendo. No vaya a ser que nos pase lo mismo que nos pasó cuando el comandante nos habló del “Alba” —que miles pensaron que se trataba de una composición poética dedicada a las primeras luces del día porque cómo es posible que se iba a tratar de otra cosa en un país tan poético como el nuestro—. Bueno, ahora ya sabemos que el comandante no era, después de todo, tan poético, aunque él afirme; y lo jure y lo perjure que una vez en su día escribió alguno que otro verso cuando era el preso 198.

Para Eliseo Núñez, dado los grandes niveles de pobreza que tiene Nicaragua, el Estado debe tener un nivel de mayor intervención en la sociedad. Inclusive, aún mucho más que otros países de Europa. Yo no podría estar más de acuerdo. Pero los líderes y voceros de esta otra corriente ideológica también tienen que darle ejemplos clarísimos a los nicaragüenses que significaría en su día a día una mayor participación del Estado, como parte de sus principales políticas en un futuro Gobierno. Últimamente, los medios de comunicación que operan desde el exilio se han puesto como decimos en buen nicaragüense “las pilas” en hacer preguntas sobre este tema a los diferentes líderes de la oposición. Incluso, varios de ellos introducen a los invitados de ese día dando una breve explicación sobre sus corrientes ideológicas, pero es importante ir más allá. Estos líderes políticos tienen la responsabilidad de desglosar (uno por uno) a través de los diversos canales a su disposición los valores que los definen y que planean implementar en un Gobierno de transición cuando llegue la tan esperada democracia. Es una responsabilidad de la prensa de sacar a relucir estos temas para que una vez más, el pueblo nicaragüense sepa a qué se está metiendo. Porque no es lo mismo decir el “Partido Conservador de Canadá” frente a un “Partido Republicano de Estados Unidos”, también conservador, ya que ambos países tienen distintos elementos socioculturales, económicos y políticos que contribuyen a los valores de cada partido.

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Natalia Cuadra Dumke

Natalia Cuadra Dumke

Profesora de Español en el Departamento de Lenguas y Literaturas Modernas de la Universidad de Mount Allison. Colaboradora con la revista alemana Hispanorama.

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