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La batalla de Facebook por dominar el mundo

Cada día que pasa salen a luz las trapisondas de Facebook, nadie lo ha hecho con tanta meticulosidad como lo hacen Sheera Frenkel y Cecilia Kang

Guillermo Rothschuh Villanueva

27 de febrero 2022

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“… no podrías encontrar en este negocio
a nadie más despiadado que Mark”.
Manipulados

I


Hay libros que iluminan nuestros pasos, sus propuestas están orientadas a que abramos los ojos para evitar tropiezos. Se esmeran por librarnos de piedras el camino. Aspiran a quitarnos las legañas que entorpecen nuestra mirada. Se meten a escarbar en las profundidades para que la verdad salga a flote. Sus advertencias y rectificaciones deberían ser tomadas al pie de la letra. Son portadores de la buena nueva. Al dejar desnudo al rey, permiten apreciar las falsedades de quienes se visten con piel de oveja. En su aparente candor viene envuelta la trampa. Dulce envenenado. Golosos, nos dejamos seducir por sus cantos de sirena. Ulises redivivo. Debemos extraer el jugo a la raíz. Plantarnos ante sus páginas para sentir un aire refrescante y no continuar siendo presa de aparentes redentores. Son libros que buscan como volver más placentera nuestra existencia.

Cada día que pasa salen a luz las trapisondas de Facebook, nadie lo ha hecho con tanta meticulosidad como Sheera Frenkel y Cecilia Kang, periodistas de The New York Times. Ambas especialistas en temas de ciberseguridad, tecnología y regulación tecnológica. Su libro, Manipulados- La batalla de Facebook por la dominación mundial (Penguin Random House, octubre, 2021), finalista del Premio Pulitzer en la categoría reportajes y merecedora de los premios George Polk, como mejor reportaje nacional en Estados Unidos y del premio Gerald Loeb, como mejor investigación periodística. Sus credenciales intachables invitan a abrir el libro, para recorrer boquiabiertos las trescientas sesenta y seis páginas, guiño que implica un ajuste de cuentas severo. Su carácter desacralizador nos libra de los desmanes y despropósitos de Facebook.

El libro ayuda a superar el analfabetismo tecnológico y en redes sociales, contribuye a navegar en un mundo convulso ajeno a pesos y contrapesos. Su contenido se vuelve necesario para no continuar dando bandazos en un universo plagado de inexactitudes y engaños. Las afirmaciones vienen avaladas por una vasta bibliografía y entrevistas realizadas con expertos, dispuestos a compartir su sapiencia tecnológica. Se han comprometido a desmontar las falacias de Facebook. Un libro que deberían leer gustosos los usuarios de las redes, abogados, sociólogos, economistas, académicos, politólogos y muy especialmente estudiantes de periodismo o comunicación. Sabrán sacar provecho al objetivo perseguido por las autoras: poner en altorrelieve los embustes de la red más grande del planeta. Un merecido rapapolvo a Sandberg y Zuckerberg.

La forma amena con que fue escrito Manipulados invita a su lectura, soslayan las trampas de un lenguaje tedioso, de esos en que envuelven sus ideas en fárragos indigeribles. Una prosa tersa y un lenguaje funcional, vuelven asequibles los resultados de la investigación. Tuvieron el tino de llamar a los catorce capítulos (más el epílogo), con nombres sacados de afirmaciones o textos reveladores escritos por críticos en el tema. Son títulos que seducen y animan a su lectura. A manera de provocación enumeraré unos cuantos: “No hay que tentar a la suerte”. “El próximo bombazo”. “La exterminadora de ratas”. “El canario salvavidas”. “Borrad Facebook”, (hubiese sido mejor poner Delete). “Piensa antes de compartir”. “Un líder para tiempos de guerra”. “La coalición de la voluntad”. “Amenaza existencial”. “La interferencia oval”. “Un bien para el mundo”. etc.

Las constataciones sobre el incumplimiento de compromisos adquiridos por Mark Zuckerberg, convocan a la acción. Poco le ha importado haberlos hecho ante jefes de Estado, congresistas y senadores. Tiene un largo historial. En 2010 Facebook fue objeto por primera vez de una investigación federal de gran envergadura. Como resultado del acuerdo, la compañía quedó obligada a realizar auditorías acerca de la privacidad durante dos décadas y no lo hizo. El Gobierno estadounidense permitió su crecimiento desmesurado, decidió no intervenir —pese a múltiples advertencias— en las fusiones realizadas con Instagram y WhatsApp en 2012 y 2014. Una muestra de la aquiescencia gubernamental en un campo de interés ciudadano y de vital importancia para la subsistencia de la clase política. Hoy no saben cómo contener su poderío.

II

Las inobservancias de Facebook, revelan al menos dos cosas: la ineficacia de los organismos encargados de vigilar su apego a lo acordado y la astucia de Zuckerberg para engatusar a políticos, congresistas y senadores. Eran sabedores de que Facebook se había vuelto excesivamente permisible con el presidente Donald Trump. No pueden alegar desconocimiento. Mucho antes que estallara el escándalo mundial de Cambridge Analytica, The Guardian de Londres, había publicado un artículo donde contaba en detalle que, para la campaña presidencial de Ted Cruz, habían contratado una empresa consultora que utilizaba datos de Facebook, con el propósito de segmentar a los votantes. Un directivo de Facebook ordenó a la compañía eliminar los datos. Como en ocasiones anteriores, ni en la empresa ni en las esferas de Gobierno pararon bolas.

Facebook contaba entre sus filas con una mujer del talante de Sheryl Sandberg. Estudiante aventajada en Harvard, en la clase de Economía del Sector Público, impartida por Lawrence Summers, uno de los profesores numerarios más jóvenes en la historia reciente de esa afamada universidad. Conquistó su doctorado a los 27 años, supo valorar el talento de su alumna. Cuando Facebook la capto, disponía de 400 empleados. Durante su primera intervención, Sandberg los arengó como mariscal de campo. Muy segura de sí misma, vaticinó que pronto serían diez mil, luego cuarenta mil y que serían los mejores. Antes de desembarcar en Palo Alto, se había dedicado a defender a las mujeres. Posee un currículo prodigioso. Sus logros fueron determinantes para que Zuckerberg la contratara. La llevó para hacer dinero y no se equivocó. Eso viene haciendo desde su llegada.

Los alegatos contra Facebook de ganar plata a costa de los usuarios, nunca han sido infundados. Sandberg fue llevada a Facebook por Zuckerberg, convencido de sus futuros aportes económicos. Conocía las ventajas publicitarias que gozaba la empresa frente a la televisión, los periódicos y páginas web de Yahoo! y MSN. Facebook gozaba de la prerrogativa de tener almacenados todos los datos de sus usuarios. Un activo del que carecían sus competidoras. Estaba afanada por venderlos a las grandes empresas. Invitó a distintas marcas con la finalidad que rentabilizarán las preferencias de los usuarios. Sandberg lo veía claro: “Google satisfacía la demanda, Facebook se encargaría de crearla”. Para llegar a convertirse en brazo derecho de Zuckerberg, tuvo que vencer su desconfianza y demostrarle que ella era una aliada incondicional. Estaba dispuesta a todo.

Si en algo se parecen Zuckerberg y Sandberg es en su dualidad. Uno es su discurso y otra su conducta. Sus compañeros de trabajo conocen la habilidad que tiene para desdoblarse. Las decisiones de Sandberg a lo interno de Facebook se contradecían de manera irritante con los valores fundamentales promovidos en público. En comparecencias ante congresistas, académicos y organizaciones de diferente calado, se comportaba como una artista consagrada: hablaba para agradarles. No por otra razón. Con facilidad se sujetaba a los guiones prescritos por los hacedores de imágenes. Una actitud que no solo a mí me resulta cuestionable. También lo fue para Nancy Pelosi. Nadie puede pasarse la vida respondiendo solo para satisfacer a las audiencias sin que lo descubran. Su debilidad consiste en querer lucir perfecta. Gusta que la aplaudan.

Manipulados - La batalla de Facebook por la dominación del mundo, sintetiza los sinsabores provocados por los dirigentes más connotados de la empresa —Zuckerberg y Sandberg. Nada queda fuera de la mirada de Frenkel y Kang, insisten en dejar sentado que Facebook antepone los negocios frente a la privacidad de los usuarios. Son (somos) utilizados para incrementar sus dividendos. Oferta datos al entorno político y empresarial. Sus algoritmos (igual que en otras redes) tienden a privilegiar lo que todos sabemos hace buen rato: la controversia y el discurso de odio. Empeñada en la microsegmentación, los anuncios políticos pegan en el blanco. En materia política —Trump, dixit— Facebook tiende a convertirse en una maquinaria propagadora de información falsa o engañosa. Ambas remarcan que Zuckerberg actúa a destiempo.

III

Solo basta enterarnos de la manera aviesa con que Zuckerberg trató de falsear el origen de Facebook, para darnos cuenta de los extremos a los que puede llegar. El 17 de octubre del 2020, en una comparecencia en el campus de la Universidad de Georgetown, en su primer discurso sobre la responsabilidad de Facebook sobre la desinformación, falseó sin empacho, ante 740 estudiantes, profesores y periodistas, la historia acerca del origen de la compañía. Adujo que mientras estaba en Harvard, Estados Unidos acababa de entrar en guerra con Irak y desde ese entonces nació su creencia, “que dar voz a todo el mundo otorga poder a los desamparados y permite a la sociedad mejorar…”. Académicos y periodistas lo rectificaron en Twitter. La plataforma nació “para puntuar chicas guapas de Harvard” y no como la iniciativa seria que describió en Georgetown. ¿Para qué más?

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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