10 de septiembre 2024
Como un hecho histórico cargado de ironía puede verse el caso de una república de Nicaragua del primer cuarto del Siglo XXI, viviendo en la prehistoria de la comunicación social, porque –al confiscar los medios de prensa independientes, la dictadura obliga a la sociedad a vivir como en la época anterior a la aparición del primer diario fundado por Rigoberto Cabezas, en 1893. Como antes de entonces, solo existe La Gaceta el Diario Oficial.
Ahora —casi siglo y medio después— se sigue publicando La Gaceta Diario Oficial y medios digitales que funcionan con noticias oficiales y con propaganda política oficialista, que es como si no existieran, mientras que los medios electrónicos independientes funcionan desde el exilio.
Esto significa que los nicaragüenses no participamos en una batalla cultural en libertad, como en todas partes se libra entre las clases sociales reaccionarias y las clases progresistas, porque aquí la libertad de prensa y opinión solo la ejerce el grupo representativo de las clases reaccionarias en el poder. A lo interno no hay batalla cultural de verdad, sino propaganda política de un solo lado.
En las democracias liberales, aunque los medios de comunicación los controlan el poder político y el gran capital, al menos existe el derecho de que los sectores democráticos y de izquierdas participen en la batalla cultural con sus propios medios, aunque siempre en desventaja, porque el gran capital es el poseedor de los más grandes medios de comunicación, que actúan como su partido político más eficiente en la batalla cultural.
Aparte de que, en general, la tradición religiosa sigue siendo otro medio cultural aliado de las clases dominantes, en Nicaragua la corriente progresista de iglesia católica, participa al lado de los pobres no solo como su guía espiritual —pues también defiende derechos de los no creyentes pobres—, sino además como sus voz orientadora y crítica del sistema político dictatorial dominante.
Además de poseer medios de comunicación electrónicos, la dictadura ha copado la de enseñanza formal en todos los niveles, desde que se apropió de todas las universidades, para difundir sus mentiras y eliminar toda formación académica libre y científica.
II
Cuando se habla del atraso prehistórico en materia de comunicación social y de la batalla cultural que a su través se libra, no es un mero recurso retórico. Es historia. Y la historia de la batalla cultural en nuestro país, la vamos a situar convencionalmente en los años cuarenta del siglo pasado, cuando se sufrían los primeros años de la dictadura somocista.
Sin embargo, entonces Nicaragua apenas había alcanzado un poco más del millón de habitantes, y su capital era un pueblo grande, con una población menor de los cien mil habitantes, pero se publicaban seis diarios, más uno en León y otro en Granada. Pero esos diarios no libraban una batalla cultural democrática, sino una batalla politiquera interpartidaria de la misma clase social dominante de tendencias libero conservadoras.
Y no era muy democrática, porque en esos años cuarenta, los sectores emergentes de la izquierda se limitaban a la militancia obrera de los sindicatos y a su pequeño partido socialista. En la batalla cultural, estos sectores participaban con solo dos semanarios, y la mayor parte del tiempo solo publicaban un semanario. Era, obviamente, una batalla desigual, pero verdadera y con cierta libertad.
Además de que eran ocho diarios comerciales contra dos semanarios –uno sindical y otro político—, el poder dictatorial somocista los clausuraba a veces después de la primera edición, por lo cual el cambio de nombre del mismo semanario, era un recurso obligado. Y ocurría algo lógico, aunque nada democrático, ni siquiera de tolerancia política: la clausura de los periódicos obreros contaba con la indiferencia y, a veces, con las simpatías de los diarios comerciales.
A excepción de los diarios La Nueva Prensa y La Estrella de Nicaragua, que aparte de atacar al movimiento obrero, como el resto de los Diarios, cedían columnas especiales en sus páginas a dirigentes sindicales. Era otro aspecto de la batalla cultural, que es ideológica también.
III
En alguna época hubo casos en que las clases dominantes y su dictadura somocista libraban la batalla cultural utilizando, digamos, la misma arma obrera, pues financiaban semanarios a elementos del sindicalismo liberal, anticomunista; hubo ese tipo de sindicatos, aunque poco influyentes y de corta duración, auspiciados por la embajada estadounidenses bajo el pretexto de que promovían el “sindicalismo democrático”.
Mayor vigencia tuvieron los sindicatos de orientación social cristiana, entre los años 1957-1970 identificados con el Partido Socialcristiano Nicaragüense y este a su vez se identificaba con el socialcristianismo chileno, o sea, la democracia cristiana de Eduardo Frei.
Esos vínculos internacionales fueron normales, y además lógicos, pues la clase obrera organizada nunca sufrió del nacionalismo estrecho burgués, sino que manifestó su apego al internacionalismo. El sindicalismo nicaragüense, mayoritariamente de izquierdas desde su origen, siempre tuvo relaciones con el sindicalismo de izquierdas latinoamericano y la Federación Sindical Mundial.
IV
Los sindicatos en la actualidad se han salido de toda normalidad histórica, internacionalista y clasista, desde cuando cayeron bajo la influencia política del orteguismo dictatorial. Primero fueron los que se agrupaban en la CGT-Independiente. Esto puede verse como una trampa que le tendió la historia, o como una desviación en el proceso del desarrollo político social, pues pensando que la revolución sandinista coincidía con sus aspiraciones de justicia social, se convirtió –o lo convirtieron— en instrumento político sandinista en el campo obrero, perdiendo toda autonomía orgánica e ideológica.
No se puede penar otra cosa, sino que esta rendición o desviación representa la pérdida para la clase trabajadora de batalla cultural. Ahora funcionan como sindicatos blancos instrumentalizados por el poder dictatorial, pero inoperantes en el campo de las reivindicaciones laborales, totalmente al margen de toda orientación y actividad clasista.
Este es un fenómeno contradictorio, pues habiendo tenido esos sindicatos un origen autónomo y clasista, lo hicieron caer en la dependencia absoluta del poder dictatorial en el que se transformó la revolución que pretendió significar una conquista política y social de los trabajadores nicaragüenses.
No obstante, no fueron los trabajadores organizados los únicos que fueron víctimas de un espejismo político ideológico, sino también de amplios sectores sociales y políticos que vieron en la revolución un paso no solo liberador de las tradiciones libero conservadoras, sino también una victoria popular revolucionaria. En este caso, si se buscara responsables y se señalaran responsabilidades de este espejismo político ideológico, en primer lugar, estaría la dirigencia del Partido Socialista Nicaragüense.
Este espejismo tuvo su expresión real en forma casi automática y apresurada de cómo el PSN y el movimiento sindical que había organizado y orientado, hizo un acto de entrega incondicional ante el FSLN. El concluir el año 1979, ya los socialistas estaban integrados a las estructuras del Frente Sandinista, actuando bajo su disciplina.
Este fue un fenómeno político que contradijo elementales principios de los socialistas dentro de la batalla cultural, pues significó su renuncia de vanguardia política ideológica de los trabajadores, entregándola a manos de un movimiento armado revolucionario. Es verdad que era el aliado más cercano en la batalla cultural ideológica, pero en vez de una alianza se hizo un acto de rendición. Las consecuencias, la está pagando la sociedad en su conjunto y los trabajadores en particular.
V
El sindicalismo histórico agrupado en la CGT- Independiente fue víctima de esta entrega y, con ella, los trabajadores afiliados en sus sindicatos. Aclaramos que se trata de la CGT-Independiente de San Cristóbal (por la ubicación en este barrio de sus oficinas centrales) orientada por el PSN. Sus sindicatos se convirtieron en la parte fundamental de las estructuras de la nueva Central Sandinista de los Trabajadores (CST) en su fundación, el 25 julio de 1979.
El FSLN no aportó ningún sindicato, porque nunca organizó ninguno. Sin embargo, impuso a dirigentes improvisados, sin tradición sindical ni experiencia, mientras discriminaba a los experimentados dirigentes sindicales socialistas.
Al margen de estas cuartillas
*De esta forma, sintéticamente vista, la izquierda democrática cedió espacio a la dictadura en el campo social…
*Eso significó también, el haber quedado marginada de la batalla cultural que la dictadura convirtió en propaganda…
*Con algunas excepciones, el periodismo independiente asume como propia la batalla cultural desde el exterior…
*Internamente, la batalla cultural la libra en su conciencia la mayoría de la población nicaragüense…
*Pero desarmada de sus organizaciones, lo cual resta eficacia en la batalla frente a una dictadura en proceso de descomposición interna.