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Juan Rulfo: una llamarada radiante

Rulfo recrea con agudeza el sueño americano, una evocación permanente de la trascendencia de las olas migratorias hacia Estados Unidos

Juan Rulfo

Juan Rulfo, escritor mexicano. Foto: Confidencial | Cortesía.

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“El conocimiento de la obra de Juan Rulfo me dio el camino
que buscaba para mis propios libros. Siempre vuelvo a releerlo completo,
y siempre vuelvo a ser la víctima inocente del mismo asombro de la primera vez”.

Gabriel García Márquez

I


Muy pocos escritores han pasado a la posteridad con la publicación de solo dos obras. El mexicano Juan Rulfo, pertenece a esta apretada lista de autores. Al momento de hacer el recuento definitivo, sus otros escritos pasan desapercibidos. El llano en llamas, (1953) y Pedro Páramo, (1955), marcan un hito en la literatura, especialmente hispanoamericana y latinoamericana. La primera un racimo de cuentos —17 en total— y la segunda, una novela que marcó el deslinde de la narrativa rural y el final de la novela que hurgaba en los entresijos de la revolución mexicana. La luz que desprenden es vigorosa, invita a volcar la mirada de manera permanente sobre sus páginas. Cinco veces he regresado en los últimos años a El llano en llamas. En todas pude constatar el poder de su lenguaje y la severidad con que se planta, para ajustar cuentas con los remanentes del fogonazo que representó la revolución de su país, (1910-1917). Un nuevo día en tierra americana. 

Sin sutilezas desnuda la falsedad que implicó para los campesinos, las promesas de un futuro mejor. La tierra en manos de latifundistas volvería a sus manos. Un potente discurso condujo a que se alinearan en las filas revolucionarias. Andaban en busca del arca perdida. Poco de lo esperado ocurrió. Una mentira de ese tamaño merecía ser desacralizada. Una vez más la gente del campo sirviendo como carne de cañón, para quienes disputaban el poder a sangre y fuego, un botín de guerra para los vencedores. El hijo dilecto de Sayula, abre el telón con un cuento que no viene a cuento. Nos han dado la tierra, una engañifa descomunal. Con muy pocas excepciones, la reforma agraria en América Latina, fue la bandera en la que se enrolaron millares de personas y un pretexto para quienes les prometían el cielo y las estrellas. Por décadas repitieron, “Tierra para los campesinos”. En pocos países fueron capaces de subvertir la tenencia del agro. 

Rulfo narra con precisión matemática las angustias de un puñado de hombres decididos a cambiar las estructuras de poder. Una buena parte terminó convertida en cuatreros. No coronaron sus sueños. Una derrota inmerecida. El llano en llamas, relato que da nombre a esta obra, cumple este 2023 setenta años de ser lectura obligada en distintas partes del planeta. Nada mejor para representar la derrota que significó, para quienes no lograron sus objetivos, que describir la conducta de los hombres bajo el mando de Pedro Zamora. El rescoldo de la guerrilla continuó luchando sin horizonte claro. Plantaron una guerra irregular —un puñito por aquí y otro por allá— provocándole bajas a los federales. Luchando “siempre a la carrera, pegando la patada y corriendo como mulas brutas.” Como acostumbra Rulfo, Pichón, el personaje central, cuenta la catástrofe en primera persona. Los antiguos guerrilleros fueron finalmente aniquilados y puestos en desbandada. 

Solo en uno de los diecisiete cuentos, utiliza una estrategia narrativa diferente, Macario es un texto corrido. No recurre al punto y aparte. Como en las demás historias, Macario, personaje olvidadizo, enajenado. No recuerda sus actos delictivos. Un sirviente acremente explotado. Los quehaceres de la casa corren por su cuenta. Rulfo se cuida de no llamar por su nombre a su madrina. El mexicano permanece fiel a una visión trágica de la posrevolución. Para lo único que Macario tiene una memoria privilegiada, es para la relación que mantiene a hurtadillas con Felipa, la cocinera de la casa. El envés de su desdicha. Un amor que bulle dentro de su cabeza y rememora tiernamente. “La leche de Felipa es dulce como las flores del obelisco. Yo he bebido leche de chiva y también de puerca recién parida, pero no, no es igual de buena como la leche de Felipa… Ahora ya hace mucho no me da a chupar de los bultos que ella tiene donde tenemos solamente las costillas.”

El recurso del flashback no es ajeno a la creación rulfiana, se aprecia mejor en Talpa. Natalia, mujer de Tanilo, y su hermano, precipitan su muerte. Lo llevan a rastras para poder encamarse. Una relación incestuosa. La desventura comienza con el entierro de Tanilo. Después narra todo lo sucedido. La virgencita de Talpa se encargaría de curar sus purulencias. Rulfo se hace cargo de la infidelidad y el adulterio, como también de sus resultados. Una prueba más de su inclinación por develar la dualidad y perversidad humanas. Camino al matadero, en tierra caliente, “Natalia la esposa de mi hermano —asegura el narrador— se calentaba en seguida… Así una y otra vez, noche tras noche, hasta que llegaba la madrugada y el viento frio apagaba la lumbre de nuestros cuerpos. Eso hacíamos Natalia y yo a un lado del camino de Talpa, cuando llevamos a Tanilo para que la virgen lo aliviara”. Una muerte desleal, premeditada. El remordimiento no aquieta sus conciencias. 

II

El común denominador de los personajes que pueblan el universo narrativo de El llano en llamas, está constituido por la forma embustera con que tratan de evadir los efectos de su conducta. Portadores de una conciencia mágica, como mágico es el mundo de Rulfo, no se responsabilizan de nada. Por muy olvidadizos que se muestren los personajes, hay deudas que no tienen fecha de vencimiento. Jamás prescriben. Los pleitos por la tierra y el ganado, originan altercados sangrientos. Las disputas entre amigos desbordan fronteras. Juvencio Navas dio muerte a su compadre, Lupe Terreros, dueño de la Puerta de Piedra, por haberle negado pasto para sus animales. Rulfo vuelve a dejar que sea el asesino quien cuente en primera persona, la muerte que asestó a su víctima. Una manera de asegurarse que los hechos no sean tergiversados. Transcurridos treinta y cinco años, Juvencio Navas pensaba que su vida ya no corría peligro. Una vana ilusión. 

Rulfo recrea con agudeza el sueño americano, una evocación permanente de la trascendencia y significado que tienen para muchos, las olas migratorias hacia Estados Unidos. Como piensa la mayoría de quienes parten hacia las tierras del norte, lo hacen con la intención de ganar dinero y después regresar cargados de plata a sus países de origen. Situación que tiende a eternizarse. Uno de los problemas más agudos en la agenda estadounidense, continúa siendo la llegada diaria de millares de personas, provenientes de diversas partes del mundo. Son los sustitutos de los migrantes europeos que salieron huyendo de la Segunda Guerra Mundial. Los mexicanos no cesan de hacerlo. Tienen puesta la mirada en un país que los necesita y a la vez los repele. Se convirtieron en una variable interna dentro de la política estadounidense. Paso al Norte, un canto a la pretensión de los mexicanos, de volverse ricos y triunfar en Estados Unidos. 

Como antítesis a la mayoría de cuentos de El llano en llamas, la historia contenida en Acuérdate, es un soliloquio. Una sola persona evoca el árbol genealógico de Urbano Gómez, hijo de don Urbano, nieto de Dimas, padre de Fidencio Gómez, quien tuvo dos hijas muy juguetonas, una prieta y otra chaparrita, por apodo le decían la Arremangada y la otra retealta, tenía los ojos zarcos, se decía que no era hija suya, por más señas enferma de hipo. Deja venir en cascada una descripción prolija de todas las personas del pueblo. La Arremangada acabó casándose con Lucio Chico. A su madre le decían Berenjena, de todo armaba pleitos. Tuvo dos hijos, Natalia y Urbano. El último, cuñado de Nachito Rivero, hombre menso, casado con Inés. Urbano, siendo policía, mató a Nachito. Al ser capturado, él mismo se puso la soga al cuello y se ahorcó. Al final, increpa a su sombra: “Tú te debes recordar de él, pues fuimos compañeros de escuela y lo conociste como yo”.

Era inevitable que los políticos y sus eternas promesas, entrarán en la galería de la infamia, puesta ante nuestros ojos por Rulfo. Con esa inclinación para que sean únicamente dos personas las que se hagan cargo del relato, en El día del derrumbe, uno afirma y de inmediato pide al otro ratificar lo dicho. El intercambio enriquece el diálogo. Ambos son testigos del desastre ocasionado por el terremoto ocurrido en septiembre. Un temblor que pandeaba la tierra. El gobernador acudió a Tuxcacuesco a prestar ayuda. Llegó acompañado de un geólogo. No cumplió. La visita costó a los lugareños cuatro mil pesos. Permite darnos cuenta que levantar estatuas no sirve de nada, si el gesto no va acompañado de aclarar de quién se trata. Ese día supieron que la estatua era de Benito Juárez. “Pues nunca nos habían podido decir quién era el individuo que estaba encaramado en el monumento aquel. Siempre creímos que podía ser Hidalgo o Morelos o Venustiano Carranza…”  

Después de transcurridos setenta años, El llano en llamas, transpira actualidad. El panorama no ha cambiado. Juan Rulfo, arquitecto consumado, dibujó a la perfección la sicología de cada uno de sus personajes y retrató muy bien los escenarios por donde transcurren sus desgracias. Su voz resulta amplificada por la forma que teje los paisajes donde encaja sus historias. Fiel al principio que norma a los grandes creadores, el sayulense escribe para incomodar. Para insurreccionar nuestras conciencias. No para halagar o congraciarse con nadie. Hoy que está de moda. El mexicano enhebra los relatos con la contundencia de quien conoce la situación desesperante, que consume la vida de las personas que sufren los estragos y desastres ocasionados por los herederos de quienes adulteraron los principios revolucionarios y la imposibilidad de muchos de sus actores de insertarse en la sociedad mexicana. No tuvieron otra alternativa que delinquir. 

III

La grandeza de Rulfo fue convertirse en referente ineludible dentro del ámbito comarcal de la literatura latinoamericana. Muy pocos autores han logrado remontar las alturas únicamente con dos obras. Un galardón merecido. Otros se distinguen por reclamar su parquedad. Siempre le han demandado por no haber escrito más cuentos y novelas. Los más falaces trataban de enrostrárselo. En México resulta casi imposible que a un escritor laureado no le encuentren defectos y si no los tiene, se los inventan. El llano en llamas fue la antesala de su celebérrimo Pedro Páramo. Las líneas de continuidad saltan a la vista. Los temas se entrelazan. Un mismo sentimiento irradia en sus páginas. Predominan el dolor, el abuso y el crimen. Algunos de los cuentos están cargados de humor. Un humor que nace de la burla y el sufrimiento. Una forma de exhibir la otra cara de la moneda. La crueldad cometida ante el incumplimiento de las promesas hechas a los más necesitados.     

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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