Yuriy Gorodnichenko / Ilona Sologoub
14 de diciembre 2023
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Aunque Rusia y sus aliados pueden resultar intimidantes, económica, militar y tecnológicamente son más débiles que las democracias liberales
Moscovitas pasan al lado de una figura de cartón del presidente ruso Vladímir Putin, en una calle del centro de Moscú, Rusia. Foto: EFE/ Yuri Kochetkov
Este mes el Gobierno del presidente Joe Biden advirtió al Congreso que Estados Unidos “se quedó sin dinero y casi sin tiempo” para enviar asistencia y armas a Ucrania. Esto, sumado a la reciente advertencia de uno de los principales generales ucranianos, Valery Zaluzhnyi, de que “tarde o temprano descubriremos que sencillamente no tenemos suficiente gente para pelear”, fue interpretado por algunos comentaristas como una señal de la inminente derrota de Ucrania y la urgente necesidad de negociar con Rusia.
Pero esta interpretación se asemeja a las sugerencias de abandonar al Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial y, más recientemente, al inútil enfoque para “evitar una escalada” que adoptó Occidente desde que Rusia invadió Georgia en 2008.
Los datos nos cuentan una historia diferente. La Tabla 1 resume lo que Ucrania consiguió con los recursos a su disposición. Aunque las cifras se basan en información de fuentes abiertas, como el sitio web Oryx, y probablemente sean imprecisas, cada uno de los datos está respaldado por evidencia fotográfica y videos. Incluso con este conjunto incompleto de datos, el Gráfico 1 muestra claramente que la eficacia del Ejército ucraniano para neutralizar al equipamiento ruso fue superior a la de Rusia para destruir armas y provisiones ucranianas. Además, Ucrania logró recuperar aproximadamente la mitad del territorio que estaba bajo control ruso en el verano boreal de 2022.
Pero el presidente ruso Vladímir Putin cuenta con carne de cañón virtualmente ilimitada. Y aunque la infraestructura logística rusa es vulnerable (incluso en Siberia), sus fábricas de armas, situadas lejos del frente de combate, siguen en gran medida intactas. Las demoras de Occidente para aprovisionar de armas a Ucrania permitieron que Rusia creara sistemas de defensa sólidos en los territorios ucranianos ocupados, que dificultaron los contraataques ucranianos en 2023.
Además, Rusia está aumentando la producción de armas: se prevé que su presupuesto militar para 2024 será de al menos USD 120 000 millones (frente a entre USD 76 000 millones y USD 77 000 millones en 2022-2023, y USD 48 000 millones en 2021. Y esas estimaciones no incluyen los gastos adicionales para la defensa canalizados a través de los servicios policiales y de seguridad, ni de las “empresas militares privadas” como el Grupo Wagner. Rusia también se está adaptando rápidamente a la guerra moderna: según algunas estimaciones, está en condiciones de desplegar entre 20 000 y 25 000 drones de pilotaje con visión remota (FPV, por su sigla en inglés) por mes en el frente de batalla.
¿Es hora entonces de reducir la asistencia a Ucrania y comenzar a negociar con Rusia? Debido a que Putin ha violado numerosos tratados, cualquier acuerdo sería extremadamente poco creíble; pero para determinar si la paz duradera es factible, resulta fundamental considerar los objetivos estratégicos rusos.
En primer lugar, Rusia no intentó negociar con Ucrania, sino que exige su completa rendición. El resultado de un “acuerdo de paz” de ese tipo sería la aniquilación de Ucrania y la implementación de los planes rusos originales de terror masivo y hambrunas, que nos recuerdan a las atrocidades de la Unión Soviética en la década de 1920 y la inanición de millones de ucranianos durante el Holodomor a principios de la década de 1930. Las horrorosas masacres de Bucha y gran cantidad de otros pueblos y poblados ucranianos, sumadas a las decenas de miles de niños que habría secuestrado por Rusia, son ejemplo de la inimaginable crueldad de los “libertadores” rusos.
En segundo lugar, la guerra de Ucrania es solo la primera fase de un conflicto más amplio entre las democracias occidentales y un nuevo “eje del mal” formado por Rusia y sus aliados. Como dijeron Christian Mölling y Torben Schütz recientemente, la OTAN y Alemania no deben preguntarse si el conflicto escalará hasta convertirse en una guerra sin cuartel, sino cuándo. Su análisis sugiere que una vez que cesen las hostilidades en Ucrania, Rusia necesitaría entre seis y diez años para desarrollar la capacidad militar necesaria para lanzar un ataque convencional contra la OTAN.
Pero el asalto híbrido ruso contra los países de la OTAN comenzó hace ya tiempo. En los últimos años, Rusia intentó socavar a las democracias liberales diseminando desinformación y apoyando a los partidos populistas de extrema izquierda y extrema derecha en Occidente. También apoya al terrorismo: después de la masacre de más de 1200 israelíes llevada a cabo por Hamás el 7 de octubre, sus líderes fueron cálidamente recibidos en el Kremlin. La estrategia rusa depende de que las democracias se polaricen cada vez más, se cansen de la guerra de Ucrania y elijan Gobiernos populistas o prorrusos, que debilitarían aún más sus instituciones.
Las democracias liberales deben enfrentar esta dura realidad. Putin no ocultó su ambición imperial y las negociaciones de paz no detendrán sus agresiones. Así como Adolf Hitler no detuvo su búsqueda de poder tras el acuerdo de Múnich, la guerra de Putin contra Occidente no se acaba con las masacres de Bucha e Israel. Si los líderes occidentales desean evitar atrocidades similares en sus propios países deben apoyar a Ucrania hasta derrotar a Rusia.
Como señaló Zaluzhnyi, Ucrania necesitamos recursos y armamento avanzado para contrarrestar la guerra de desgaste rusa. Teniendo en cuenta que el poder económico de Occidente supera fácilmente al ruso, no es una tarea sobrecogedora. Aunque Rusia ha gastado decenas de miles de millones de dólares en su maquinaria de guerra, son montos que palidecen frente a los presupuestos de defensa combinados de EE. UU. y Europa.
Después de la ayuda relativamente modesta que recibió de Occidente, Ucrania aún va a la zaga de Rusia en términos de su capacidad militar, pero las disparidades no son tan marcadas como antes de 2022. Además, los países occidentales podrían aprovechar la dependencia de Rusia de la tecnología, los productos y los ingresos que recibe del resto del mundo: para trastornar la máquina de guerra rusa, hay que cortar esos canales.
Aunque Rusia y sus aliados pueden resultar intimidantes, económica, militar y tecnológicamente son más débiles que las democracias liberales del mundo. Pero los países occidentales no deben dilapidar esa ventaja significativa. Las luchas políticas intestinas occidentales empoderan a Rusia y sus aliados y les permiten provocar más conflictos y ejercer aún más presión sobre los recursos militares, financieros y emocionales de las democracias occidentales.
Podemos derrotar al revanchismo ruso en Ucrania… y debemos hacerlo. El punto del mensaje de Zaluzhnyi es que para lograrlo hay que dejar atrás los métodos actuales y comenzar a brindarle a Ucrania un apoyo sistemático.
*Artículo publicado originalmente en Project Syndicate.
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Profesor de Economía de la Universidad de California, Berkeley. Forma parte de varios consejos editoriales, incluidos Journal of Monetary Economics y VoxUkraine. Especializado en macroeconomía y temas relacionados con las economías en transición (especialmente, los mercados laborales y el desempeño de las empresas).
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