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Errores y desviaciones: fórmula mortal

Cuba ha demostrado, sigue demostrando, que ninguna agresión produce retrocesos en ningún país en revolución cuando esta es verdadera

El presidente de Cuba Raúl Castro (d) y el presidente de Estados Unidos Barack Obama. EFE.

Onofre Guevara López

17 de enero 2017

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Los errores políticos y las desviaciones no desnaturalizan la esencia del carácter revolucionario de una actividad o del proceso mismo, pero cuando no se corrigen a tiempo ni a fondo no solo pueden echar a perder su carácter, sino también volverlo su contrario. Es decir, los errores y las desviaciones pueden volver contrarrevolucionarios una actividad política y un proceso. Por desviaciones y errores no rectificados, la actividad social y el proceso político pierden su ritmo natural de desarrollo, se estancan, se ven sometidos a pasar duras pruebas de sobrevivencia, se vuelven lo contrario y hasta pueden dejar de existir. Cuando sobreviven a las duras pruebas, la actividad social y el proceso político adquieren nuevas características, resuelven viejos problemas, enfrentarán con más éxito los nuevos y crecerá otro liderazgo.

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En otras palabras, se trata de la dialéctica del desarrollo de la vida social, de sus contradicciones y de las luchas sociales, cuyos resultados –tarde o temprano, superficiales o esenciales, transitorios o de larga duración— producirán los cambios históricos que alegrarán a quienes luchan por ellos por la carga de justicia social que implican. Al contrario, asustarán a quienes luchan por detenerlos desde posiciones reaccionarias y, por ende, contrarios a todo progreso social. Los errores y las desviaciones –de cualquier índole que sean— influyen de manera más negativa que lo imaginable, y si son de tipo burocrático ejercen, de hecho, como saboteadores de un proceso democrático o revolucionario. Es que burocratizar es peor que un simple sometimiento “a un estado de normas administrativas que implican realizar una serie de trámites dificultosos y lentos”, porque les siguen la corrupción y el sabotaje de las tareas constructivas.

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Esos y otros daños causados por la burocratización fueron mortales para la actividad social y en el proceso político de las experiencias socialistas. No hay ideólogo en el mundo que no haya pensado en que la disolución de la Unión Soviética significó el fin del socialismo y, por ende en el triunfo para siempre del capitalismo; algunos han sido simplistas como quien dijo que el fin de la URSS era el fin de la historia, o especuladores que los hay por encargo, por confusión o por intoxicación teórica (sin excluir a renegados y traidores). Hay quienes creen que todo nuevo movimiento revolucionario en lucha o triunfante que habla de socialismo, es cosa de trasnochados destinados al fracaso, o de nostálgicos de lo imposible frente a la eternidad del reino capitalista, porque, en el fondo, son creyentes en el “fin de la historia”, o porque la desconocen.

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Los más recalcitrantes, aún pregonan que con el fracaso de la URSS “fracasó el comunismo”, sin temor a sacar a relucir su ignorancia acerca de las diferencias básicas ente socialismo y comunismo, o porque ignoran las teorías básicas sobre ambos sistemas. En la URSS no hubo fracaso “del comunismo”, porque ni siquiera estuvo en su agenda y no pasó más allá de la especulación teórica, pues en 70 no se llegó a completar la esencia fundamental del socialismo, cual es la justicia para el ser humano y la justicia social. En la ex URSS, no aplicaron de forma cabal ese objetivo, entre innúmeras causas, por los errores y las desviaciones de sus principios en general. Claro, hubo otras muchas causas externas, como una guerra con todas las armas bélicas desde sus primeros días y de la cual salió triunfante; pero fue vencida a los 70 años por estar inerme ante los errores y las desviaciones del proceso socialista.

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En lo interno, el burocratismo en todos los órdenes de la vida soviética mató mucha iniciativa creadora (solo un breve pero simbólico ejemplo que me contó un profesor soviético: allá por los primeros años 20, un ingeniero de apellido Sirkosky, presentó ante uno de los tantos burócratas su proyecto para la construcción de helicópteros; su seca y dura respuesta fue: “El socialismo lo vamos a construir sin helicópteros y sin pinturas de labios”. Una contundente muestra de ignorancia burocrática muy costosa en cualquier país. El ingeniero tomó su proyecto, se fue a los Estados Unidos, y su helicóptero se convirtió en el primero de su clase y en una eficiente arma en las batallas del Pacífico durante a II Guerra Mundial: el “Sirkosky R-4”).

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El culto a la personalidad eliminó el desarrollo del liderazgo en todos los niveles; la crítica desapareció y la autocrítica se volvió en una auto condena bajo la represión, y la libertad de movilización que durante años sirvió para la defensa frente al espionaje y los sabotajes de las potencias occidentales que se propusieron “ahogar al niño en su cuna”, por los errores y las desviaciones se transformaron en ausencia de la propia libertad. Los errores y las desviaciones de los principios socialistas se volvieron aberrantes y, al final, unas de las causas de muerte de la experiencia socialista en Rusia y en las quince repúblicas soviéticas que la integraban.

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Por extensión, también fueron causas del nacimiento y de la muerte a la vez de las democracias populares de Europa el Este, adonde llegó un falso socialismo en la punta de las armas soviéticas victoriosas sobre el ejército nazi alemán. Craso error: con ello se cortó el desarrollo autónomo de la lucha social de cada uno de esos países, y se impusieron leyes y prácticas burocráticas con los errores ajenos y los propios. Así se evitó el desarrollo de la conciencia revolucionaria de esos pueblos, de conformidad a su propia historia, de su realidad social y su cultura, lo que facilitó el trabajo político de las fuerzas locales reaccionarias vinculadas al ejército invasor alemán y la posterior restauración de viejos regímenes, ahora unidos con la OTAN gringa europea contra su antiguo aliado, Rusia.

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La experiencia de Cuba es otra cosa, en nada semejante a ninguna otra experiencia socialista europea, más bien su antítesis, salvo en la práctica de la solidaridad. Cuando se desintegró la URSS, el principal mercado y colaboradora de la economía de la isla, sus adversarios se relamían de alegría al pensar en la restauración semi colonial, pero a sus primeros 32 años de frustraciones –pese a invasiones, bloqueos, asesinatos, sabotajes, embargo y conspiraciones— tienen que sumar 26 años más de sueños perdidos. Y esperando la realización de las presiones gringas para derrotar la revolución, suman ya 58 años –¡más de medio siglo!— y los que les falta para seguir esperando verla derrotada por la potencia imperial más grande de la historia y la más próxima de la isla. Solo en sus sueños –o pesadillas, según el caso— desde hace 58 años la están viendo “caer a pedazos”.

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En el caso cubano, no hay ningún milagro de por medio, sino digna resistencia de la revolución, ni bendiciones bíblicas, y tampoco brujerías afrocubanas, pero sí, mucha lucha, incluso contra errores y desviaciones. Sencilla y heroicamente, los cubanos han sabido resistir todo y conducir el proceso revolucionario bajo miles de dificultades –la mayoría impuestas desde el vecindario—, logrando avances sociales, educativos, médicos y culturales inverosímiles, incluso en países del primer mundo, porque han sabido corregir errores a tiempo y han cortado muy pronto cualquier intento de desviación respecto a los principios; no toleran pasivamente la burocracia y no se hace nada, absolutamente nada, sin la participación consciente de un pueblo organizado. Fidel sobrevivió a más de 600 intentos de asesinato de parte de la mil veces experimentada agencia de crímenes (la CIA estadounidense), porque nunca se apartó de las masas populares en toda su vida adulta, ni en su muerte: el pueblo cubano lo acompañó durante sus funerales, comprometiéndose a no olvidar su ejemplo y seguir la lucha por la dignidad nacional, su soberanía y por el socialismo.

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Esta fusión, más que mera identificación pueblo-dirigente no tiene secretos: el apego, el respeto, el conocimiento y la continuidad de las raíces históricas cubanas de la lucha por la independencia; el conocimiento, el seguimiento y la aplicación de las ideas humanistas de José Martí, más el culto a la memoria de todos los héroes de la lucha contra el colonialismo español; una correcta interpretación del marxismo y bien utilizado para el análisis de su propia realidad, sin copiar a nadie, y en lucha frente al imperialismo; la solidaridad sin condiciones –pese a sus propias limitaciones— con todos los pueblos del mundo empobrecidos y explotados, expresada en todo terreno. Todo lo esencialmente humanista, sin engañosas consignas; se hizo conciencia en la mayoría de seis millones de cubanos que impulsaron la primera etapa de su revolución y, en su continuidad, se agregó la mayoría de los once millones de cubanos de hoy.

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No dejaremos sin ejemplos del fenómeno cubano: la disolución de la URSS, metió a Cuba en las más grandes dificultades de su historia –limitaciones sin eufemismos y apagones de hasta 20 horas diarias durante el decenio de los 90—; prácticamente, en condiciones propicias para sus enemigos. Pero no perdieron la voluntad de lucha, y superaron las desviaciones y los errores con decisión. En esa situación, un burócrata cualquiera hubiese recurrido a la demagogia y al populismo, pero no Fidel. Además de que siempre le habló al pueblo con la verdad, con gran previsión y confianza plena en la ciencia, hizo consultas con un científicos cubanos sobre el costo de la instalación de un centro de investigación genética; le respondieron con sinceridad, creyendo que lo “volverían” a la realidad: ¡unos mil 600 millones de dólares!

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Suficiente para desanima a cualquier burócrata, pues significaban los recursos para superar muchas dificultades inmediatas quizás para varios años, pero Fidel calculó que después de “comerse” esa cantidad solo superaría muchas limitaciones por un tiempo, pero después continuarían por tiempo indefinido, y hasta podrían causar la derrota de la revolución… y esos mil 600 millones sirvieron para instalar laboratorios modernos, por cuya producción y exportación de medicinas proporciona al país grandes ingresos, y junto al turismo (más de 4 millones de visitantes en el 2016), contribuyen a la estabilidad económica y a la solución de necesidades inmediatas.

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La reanudación de las relaciones diplomáticas con USA, solo es una de sus victorias, porque obligó a su imperial vecino reconocer sus fracasos y a cambiar sus tácticas de agresión. Y nada de claudicaciones. Cuba ha demostrado, sigue demostrando, que ninguna agresión produce retrocesos en ningún país en revolución cuando esta es verdadera, porque, como lo sentenció Fidel: “Revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado”. No necesita ni admite falsos “cambios” desde afuera.

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  • En la reunión del Ejecutivo del Foro de Sao Pablo, Nicolás Maduro presentó a su esposa como “Cilia, La Bonita”, Rupertó…
  • Daniel no es capaz de cometer esa broma, Rupertá…
  • Ni su Rosario sería capaz de aceptarla, Rupertó!
  • ¡Suficiente con la copia del vestido de la duquesa, Rupertá!

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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