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El riesgo político en América Latina en 2024

Un maratón de seis elecciones: El Salvador, Panamá, República Dominicana, México, Uruguay y Venezuela

América Latina tiene tsunami electoral en 2024

América Latina vive tsunami electoral en 2024. // Foto: Freepik: ang-karanik

Daniel Zovatto

24 de enero 2024

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El 2024 se perfila como otro año complejo e intenso para Latinoamérica, enmarcado en un escenario internacional caracterizado por una creciente fragmentación y policrisis, con grandes incertidumbres y volatilidad geopolítica y económica.

Habrá que poner especial atención a la evolución del conflicto Ucrania-Rusia, Israel-Hamás y China-Taiwán, la rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China, y el tsunami electoral con alrededor de 80 procesos electorales en unos 70 países.

La elección en Estados Unidos del 5 de noviembre y el posible retorno de Trump a la Casa Blanca revisten una importancia mayúscula, no solo para los EE. UU., sino también a escala mundial y regional.

En el ámbito económico, las perspectivas globales del Banco Mundial adelantan una desaceleración con un crecimiento en torno al 2.4 % del PIB. Por su parte, nuestra región crecerá menos que el promedio mundial (un 1.9 % según la Cepal) y acaba de cerrar el año pasado una segunda década perdida (2014-2023), con un crecimiento anémico promedio regional anual del 0.8 % del PIB.


En el terreno electoral, América Latina se prepara para un maratón de seis elecciones presidenciales que pondrán fin al superciclo 2021-2024: El Salvador, Panamá, República Dominicana, México, Uruguay y Venezuela.

Esta intensa agenda electoral no debe desviar la atención del estancamiento y deterioro democráticos que afectan a varios países latinoamericanos. La desinformación (agravada ahora por el potencial mal uso de la inteligencia artificial), la polarización, la inseguridad y la penetración del crimen organizado y la narcopolítica desempeñarán un papel crítico en varios de estos procesos.

Se anticipa un debilitamiento del voto de castigo a los oficialismos y un mayor balance entre continuidad y cambio. La prevalencia de gobiernos de izquierda o centroizquierda (marea rosa) que existía en América Latina a principios del 2023 se vio reducida por los triunfos de mandatarios de derecha o centroderecha en Paraguay, Ecuador y Argentina.

Consecuencia de todo ello, el mapa político regional a fin de este año tendrá mayor diversidad ideológica sin mareas rosas ni olas azules predominantes.

Primeros cinco lugares en América Latina

En materia de riesgos políticos, el reciente informe del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile, cuya lectura recomiendo, Riesgo político América Latina 2024, muestra que el crimen organizado, con el narcotráfico a la cabeza, se mantiene por segundo año consecutivo como la mayor amenaza para la estabilidad y seguridad en Latinoamérica.

La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito señala que aproximadamente la mitad de los homicidios en la región son atribuibles a esta lacra. Ecuador es un caso emblemático: pese a su pasado relativamente pacífico, ha visto cómo su tasa de homicidios se disparó de 6 a 46 homicidios por cada 100 000 habitantes en los últimos cinco años. Costa Rica, sin llegar a estos extremos, también experimentó un aumento significativo durante el período 2020-2023: de 11.2 a 18 homicidios.

La corrupción y la impunidad, un mal endémico en muchas naciones latinoamericanas, ocupa la segunda posición. A pesar de los esfuerzos por combatirla, sigue siendo un obstáculo significativo para el desarrollo económico y social. La región está por debajo del promedio mundial y estancada en la lucha contra este grave flagelo.

La apatía hacia el régimen político y el deterioro democrático se ubican en tercer lugar. La mayoría de los latinoamericanos parecen indiferentes al tipo de gobierno, siempre que estos “resuelvan sus problemas”.

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La mayoría de los países oscilan entre democracias incompletas, regímenes híbridos y dictaduras. La gobernabilidad bajo presión (cuarta posición) se ve amenazada por la rápida pérdida de apoyo a los mandatarios y una aguda crisis de representación política. Los partidos tradicionales enfrentan una confianza menguante, y nuevos liderazgos, varios de ellos populistas y autoritarios, emergen sin la estructura, experiencia necesaria o compromiso con la democracia.

El incremento de la migración (quinto lugar) representa otro grave riesgo. El aumento de estos flujos hacia los EE. UU. y dentro de la región fueron mayúsculos durante el año pasado y todo indica que seguirán aumentando.

De la protesta social al cambio climático

Las protestas sociales están en la sexta posición. En un ambiente de desconfianza hacia las instituciones y una economía estancada, representan un riesgo político significativo. La radicalización podría intensificarse en el 2024.

La inestabilidad internacional (sétimo lugar), con conflictos como Ucrania-Rusia e Israel-Hamás y la rivalidad entre Estados Unidos y China, influyen en el contexto latinoamericano. América Latina no es ajena a estas tensiones globales, que afectan tanto su política interna como sus relaciones exteriores; tensiones que añaden desafíos, pero también abren oportunidades.

El deterioro del clima de negocios se ubica en la octava posición, pero las ventajas naturales de Latinoamérica y su ubicación geográfica alejada de los principales focos de tensión mundial la colocan (si lo sabe aprovechar) como una región que ofrece soluciones concretas a las necesidades globales; sin embargo, persisten obstáculos como la falta de certeza jurídica y políticas atractivas para atraer flujos de capital. La burocracia excesiva y la falta de un discurso sólido en pro de la inversión extranjera son barreras significativas que deben ser revertidas con urgencia.

En noveno lugar encontramos la tecnología y su impacto en la política y las elecciones a través de la manipulación de la opinión pública mediante el mal uso de las redes sociales y ahora también de la inteligencia artificial.

Finalmente, la vulnerabilidad al cambio climático (décima posición) es un riesgo que no puede ser subestimado. Fenómenos como El Niño amenazan con agravar problemas como la escasez de recursos hídricos, la seguridad alimentaria y la capacidad de respuesta a eventos climáticos extremos, que afectan desproporcionadamente a las comunidades más desfavorecidas.

Tiple crisis en 2024

En resumen, la región se ve afectada por una triple crisis: 1) de representación, de falta de confianza en las élites y de gobernabilidad, que colocan la democracia bajo tensión; 2) de expectativas de una ciudadanía exigente y crecientemente frustrada; y 3) de certezas, resultado de un alto grado de incertidumbre.

La combinación de las tres trae como consecuencia un aumento de la inestabilidad, volatilidad y riesgo político.

Pero no todas son malas noticias. También hay brotes verdes. América Latina ofrece oportunidades únicas a partir de sus ventajas competitivas en la agenda del siglo XXI, dada su disponibilidades de minerales críticos y su mayor potencial para el desarrollo de energías renovables, la digitalización, el cambio climático, la tecnificación en la producción de materias primas y las oportunidades que trae el nearshoring y friendshoring.

Así lo entienden las grandes potencias, que han seguido mirando con atención la región a través de iniciativas globales como la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas de Estados Unidos, la Franja de la Ruta y la Seda de China y la iniciativa Global Gateway de la Unión Europea. El liderazgo político tiene la palabra.

*Este texto se publicó originalmente en La Nación, de Costa Rica, con el título: Riesgos y tendencias en un año decisivo

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Daniel Zovatto

Daniel Zovatto

Investigador senior del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile. Es doctor en Derecho Internacional y Gobierno y Administración Pública. Máster en Gerencia Pública, Derechos Humanos, y Diplomacia. Es miembro del Consejo Asesor del programa para América Latina del Woodrow Wilson International Center for Scholars.

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