Quisiera comenzar dándole las gracias a todas las personas que nos acompañan hoy en este momento tan doloroso para nuestra familia.
Agradecemos profundamente a las autoridades de Costa Rica y al Departamento de Estado de los Estados Unidos por su pronta condena del asesinato de nuestro padre, y por su disposición a colaborar con las autoridades costarricenses para alcanzar justicia, al Gobierno de España, quien le otorgó a mi padre la nacionalidad tras ser desnacionalizado por el régimen Ortega-Murillo.
Muchas gracias a las incontables personas que han expresado su solidaridad hacia nuestra familia. Diputados costarricenses, congresistas estadounidenses, expresidentes latinoamericanos, activistas, periodistas, y amigos han alzado la voz con nosotros, denunciando este crimen y exigiendo justicia.
Nuestro papá, Roberto, o Bobby como le llamábamos por cariño, nació en Jinotepe, Carazo, Nicaragua. Era hijo de Esperanza Ruiz y Arturo Samcam. Se formó como ingeniero industrial en la UNI, y obtuvo estudios de posgrado en administración de empresas en la UCA, donde durante muchos años fue docente. En los últimos años, cursaba otra maestría en Seguridad, Defensa y Geoestrategia aquí en Costa Rica.
Fue mayor en retiro del Ejército de Nicaragua y ocupó cargos de gran responsabilidad. Fue jefe de operaciones de artillería, jefe de brigadas, y jefe del batallón de lucha irregular (BLI) más grande de Centroamérica. Pero fue también un hombre de pensamiento. Fue miembro fundador del Grupo Patriótico de Militares Retirados, autor de cuatro libros, ensayista incansable, y comentarista político. Su activismo y firmeza moral lo obligaron al exilio en el 2018 cuando recibió amenazas claras de muerte. Poco después, nuestra casa fue vandalizada. Nuestro hogar.
Crecimos viéndolo alzar la voz. Desde antes que yo naciera, él ya denunciaba la corrupción, las injusticias y los abusos del poder en Nicaragua. Recuerdo sus entrevistas, sus columnas semanales, su programa radial que mi hermana y yo escuchábamos camino a clases de inglés todos los sábados. Todos esos espacios empezaban con la canción “Yo te amo, Nicaragua”. Esa canción no era una simple intro para él, era una declaración de amor profundo a su tierra y un anhelo de que Nicaragua volviera a ser República.
Mi papá será recordado por su alegría, su humildad, y su compromiso con los demás. Fue un hombre de convicciones firmes, que jamás actuó en contradicción con sus principios. Encarnó el tipo de integridad que este mundo necesita: alguien dispuesto a hacer lo correcto, sin importar las consecuencias. Cuando le preguntaron si alguna vez dejaría de denunciar para protegerse, respondió con claridad: nadie, ni persona, ni gobierno puede quitarme el derecho de hablar por mi pueblo.
Era generoso. Recuerdo un diciembre en el que ganó un enorme canastón navideño en una rifa en nuestra parroquia. Sin pensarlo dos veces, la donó entera al asilo de ancianos de Jinotepe. Así era él. Así vivía su vida.
Pero su voz era tan fuerte como clara. Denunció públicamente el rol del Ejército en la represión del 2018. Testificó como experto ante el Tribunal de Conciencia sobre crímenes de lesa humanidad cometidos a manos del régimen Ortega-Murillo.
En los últimos años, mi padre denunció la expansión de la represión más allá de las fronteras de Nicaragua. Denunció una nueva ola de represión transnacional y ataques a exiliados políticos en el extranjero. Su última aparición pública fue apenas un día antes de su asesinato. En una entrevista, advirtió que células de inteligencia del gobierno de Nicaragua operaban en tierras costarricenses con la meta de vigilar y atentar contra refugiados políticos. Mi padre urgió medidas cautelares para salvaguardar la vida de nicaragüenses. Menos de 24 horas después, fue brutalmente asesinado por sicarios.
Por eso, mi familia y yo hacemos un llamado urgente al Gobierno de Costa Rica, al Gobierno de España y a la comunidad internacional: les pedimos que actúen con firmeza para proteger a la comunidad exiliada y garantizar que lo que le ocurrió a mi padre no vuelva a repetirse jamás.
Le pedimos al Gobierno de Costa Rica que acepte la ayuda ofrecida por Estados Unidos para agilizar la investigación de este crimen, y dar así con los responsables materiales, pero, sobre todo, con los autores intelectuales. Es imprescindible identificar y expulsar a estas redes de represión, y defender el suelo costarricense para que continúe siendo un territorio de paz.
Al despedirnos de Roberto, padre, abuelo, hermano, tío, amigo, maestro, mentor, recordémoslo como lo que fue: un padre amoroso, un esposo considerado, un amigo leal, y un hombre que vivió con una fuerza inmensa, una voz potente, y una gran dignidad. Nos enseñó que la integridad no se negocia, que la verdad no se calla, y que vale la pena luchar por lo justo.
Su legado no ha muerto. Vive en quienes seguimos luchando. Vive en cada palabra escrita, en cada memoria, y en cada acto de valentía que brote de este dolor. Su cuerpo descansará temporalmente en tierras costarricenses, en el mausoleo de la Casa España como le corresponde por ser un nacional español, hasta que Nicaragua vuelva a ser República. Nosotros no lo olvidamos, y nosotros no nos rendimos.
¡Roberto Samcam, Presente!
*Palabras de agradecimiento en memoria de Roberto Samcam Ruiz, en la misa de cuerpo presente celebrada el domingo 22 de junio 2025 en San José, Costa Rica