26 de abril 2025

La pretensión de disciplinar al periodismo

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A menos de 100 días, la economía es el talón de Aquiles en su segundo mandato: sólo un 38% aprueba su gestión económica y 56% desaprueba
Bolsos portaarmas enjoyado y otros objetos coleccionables de Donald Trump a la venta durante una exhibición de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) en Atlanta, el 25 de abril de 2025. // Foto: EFE/EPA/Erik S. Lesser
A menos de 100 días de haber retomado las riendas de la Casa Blanca, el presidente Donald Trump enfrenta una realidad incómoda: su segundo mandato ha comenzado bajo el signo de la desconfianza ciudadana, el desgaste prematuro y una economía que, lejos de fortalecerse, se ha convertido en su principal flanco débil.
Según la última encuesta de Fox News, solo el 44% de los votantes registrados aprueba su gestión, mientras que el 55% la desaprueba. Para cualquier presidente en el inicio de un nuevo período, esta cifra sería motivo de preocupación. Pero tratándose de un mandatario tan polarizante como Donald Trump —reelecto en medio de una sociedad dividida y un mundo en reconfiguración—, estos números representan una señal de alerta temprana.
La encuesta revela un patrón claro: mientras el presidente conserva un sólido respaldo en materia de seguridad fronteriza, con una aprobación del 55%, su gestión en casi todos los otros ámbitos clave es severamente cuestionada. En el área económica —el núcleo del contrato social entre un líder y sus gobernados— la evaluación es particularmente dura. Apenas un 33% aprueba su manejo de la inflación, y solo el mismo porcentaje respalda su política arancelaria. En cuanto al estado general de la economía, apenas un 38% lo aprueba, frente al 56% que lo desaprueba. La tendencia se repite en los temas fiscales y tributarios.
La persistencia de la inflación, el impacto regresivo de los nuevos aranceles impuestos bajo su renovada política proteccionista y la incertidumbre macroeconómica han minado no solo la confianza de los ciudadanos, sino también la de los mercados. El eslogan de campaña de 2024 —centrado en restaurar la “grandeza económica” frente a lo que describía como caos demócrata— comienza a desvanecerse bajo el peso de la realidad.
En el ámbito migratorio, su gestión genera sentimientos encontrados. Si bien su política de seguridad fronteriza mantiene una aprobación neta positiva, con un margen de +15 puntos, la evaluación general sobre inmigración se encuentra virtualmente empatada: 47% de aprobación frente al 48% de desaprobación. Esto indica que, más allá del control físico de las fronteras, la narrativa migratoria de Donald Trump sigue dividiendo profundamente al país, especialmente por sus implicaciones humanitarias y su enfoque confrontacional.
En política exterior, el panorama no mejora. Con una desaprobación del 54%, frente a apenas un 40% de respaldo, Donald Trump enfrenta cuestionamientos tanto por sus tensas relaciones con aliados históricos como por la falta de resultados tangibles en sus políticas hacia China, Rusia o América Latina. La imagen de Estados Unidos como actor global fiable continúa erosionándose.
¿Qué implicaciones tiene este escenario para la gobernabilidad y para las elecciones intermedias de 2026? La respuesta es doble. Por un lado, Donald Trump conserva su núcleo duro, afianzado en torno a su retórica migratoria y de orden. Pero por otro, su incapacidad para ampliar su base y, sobre todo, para ofrecer resultados económicos tangibles, puede derivar en un bloqueo legislativo, una pérdida de control en el Congreso y una mayor polarización social.
La Casa Blanca se enfrenta así a un dilema estratégico: cómo recalibrar su narrativa y sus políticas económicas sin traicionar los pilares ideológicos que sostienen su legitimidad ante su base. Es una tarea delicada que exige, como mínimo, una revisión profunda del rumbo actual.
En síntesis, cuando falta muy poco para cumplir sus primeros cien días de gobierno, Donald Trump gobierna sin capital político suficiente en los temas que más preocupan al ciudadano común. Su liderazgo está más polarizado que nunca y su margen de maniobra, notablemente reducido.
De momento, los frenos a las políticas caóticas y disruptivas de Donald Trump no provienen del ámbito institucional (salvo algunos jueces a los cuales el presidente ignora), ni de los demócratas, que siguen sin brújula ni liderazgo, ni del Congreso bajo control republicano, sino del mal manejo de la economía y de sus pobres resultados, los cuales impactan negativamente en su nivel de popularidad, afectando el bien más preciado por Trump: su ego.
Como recordaba la célebre frase que inmortalizó la campaña de Bill Clinton en 1992: “It’s the economy, stupid”. Treinta años después, sigue siendo la economía —y la percepción sobre su manejo— el factor que decide la suerte de los Gobiernos.
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Investigador senior del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile. Es doctor en Derecho Internacional y Gobierno y Administración Pública. Máster en Gerencia Pública, Derechos Humanos, y Diplomacia. Es miembro del Consejo Asesor del programa para América Latina del Woodrow Wilson International Center for Scholars.
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