16 de enero 2025

Me arrebataron todo, mi vida entera

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La negociación y el esfuerzo multilateral es lo menos visible en este caso, pero lo más influyente. Nada más, pero nada menos
Personas transitan por una calle decorada con banderas de Cuba en La Habana, el 15 de enero de 2025. // Foto: EFE / Ernesto Mastrascusa
Las decisiones que acaban de anunciar Cuba y Estados Unidos son limitadas, pero muestran el valor de la negociación y el interés que el conflicto tiene para terceros países.
Muy diferente a la gran expectativa que abrió la normalización de relaciones hace una década, los anuncios del martes 14 de enero de 2024 parecen destinados a una revisión cautelosa.
Cualquier cálculo requiere el contraste con el cataclismo político y social que el mundo espera a partir del 20 de enero.
Pero igual que en los anuncios de 2014, vuelve a operar ahora el mecanismo de acciones simultáneas, aunque formalmente separadas (cese de regulaciones agresivas por excarcelaciones).
También está presente hoy el interés por una solución negociada de países latinoamericanos y del Vaticano, como revelan los comunicados de la Casa Blanca y del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba y una conversación de un alto funcionario de Washington con reporteros.
En 2014 el acuerdo abrió un corto ciclo de medidas de confianza que se alimentaron mutuamente, hasta que la burbuja estalló antes de la llegada de Trump. Ahora el horizonte es brumoso.
Biden revirtió tres de las decisiones más importantes que en su primer mandato impuso Trump contra Cuba. Nada garantiza que el próximo jefe de la Casa Blanca se abstenga de regresar el estado de cosas a su peor versión.
Durante cuatro años Biden pudo mejorar la relación con Cuba o incluso regresarla al estado en el que la dejó Obama en 2017. Pero el presidente demócrata decidió mantener casi completa la batería de agresiones que lanzó el republicano contra la isla.
De cualquier forma, las decisiones de última hora de Biden son un respiro para Cuba.
Al salir de la lista de países “patrocinadores del terrorismo”, quedar congelada la legislación que permite demandas de estadunidenses por expropiaciones y desaparecer la relación de empresas y personas cubanas proscritas para tratos con Estados Unidos, Cuba gana un margen de acción económica y financiera y en su entorno de negocios.
La otra cara es el tiempo que duren esos márgenes, la capacidad del devastado aparato productivo cubano para aprovechar los resquicios y la pervivencia del entramado de agresiones económicas de décadas contra la isla.
Para un sector de la población cubana también será un alivio la excarcelación de centenares de personas, incluso detenidas en las protestas sociales del 11 de julio de 2021, lo que en realidad es un fuerte giro en el horizonte de vida de cientos de familias.
Ya en el pasado Cuba ha liberado a grupos numerosos de presos políticos en respuesta a gestiones de personajes extranjeros, varias veces como gesto de buena voluntad hacia el Vaticano.
También en este caso el tiempo pesa: ¿Cuánto durará el beneficio sin que nuevos manifestantes vayan a prisión por expresarse en la vía pública o incluso en el ciberespacio? ¿Cuánto habrá que esperar para que este u otro Papa vuelva a interceder por ellos?
La negociación y el esfuerzo multilateral es lo menos visible en este caso, pero lo más influyente. Nada más, pero nada menos.
*Este artículo se publicó originalmente en Medium.
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Periodista mexicano. Autor de "Cuba. El futuro a debate". Escribe sobre México, Centroamérica, el Caribe y temas globales.
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