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China y Rusia: ¿amistad sin límites?

Esta unión se funda en el proyecto de ambos países para crear un orden mundial multipolar en contraposición al orden liberal internacional de EE. UU.

El presidente ruso, Vladímir Putin (der.), y su homólogo chino, Xi Jinping, durante una cumbre en Pekín. Foto: EFE

Constantino Urcuyo F.

17 de junio 2024

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La visita de Putin a Pekín profundiza la amistad sin límites que se prometieron Rusia y China antes de la invasión a Ucrania. A pesar de apretones de manos la alianza está sujeta a las contradicciones de un matrimonio de conveniencia geopolítica enfrentado a la hegemonía unipolar norteamericana.

El motor de este acercamiento es la agudización de la rivalidad y competencia entre potencias, generada por el ascenso chino, las ambiciones neo imperiales de Moscú y el declinar relativo de Washington.


Al inicio de la década de los años setenta los amigos de hoy vivían la ruptura del movimiento comunista, lo que llevó a confrontaciones armadas en el Norte de China. Esta pelea es hoy un recuerdo, el presidente Mao estará revolcándose en su tumba ante las muestras de afecto entre Xi Jinping y el nuevo zar del Kremlin. El enfrentamiento pasado llevó a los chinos a caracterizar al régimen soviético como social imperialista en lo externo y social fascista en lo interno. El Partido Comunista soviético acusó a los chinos de ser instrumentos de la CIA, luego del acercamiento con Nixon y Kissinger.

El acercamiento estratégico entre las dos potencias permitió el ascenso de China y el dominio unipolar de los Estados Unidos (EE. UU.) tras la implosión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) a inicios de los años noventa. Actualmente las relaciones sufren un cambio. La reciente visita de Putin a Pekín marca el encuentro 43 desde la llegada de Xi al poder en marzo de 2013, los enemigos de antaño se abrazan hoy.

Esta unión se funda en el proyecto de ambos países para crear un nuevo orden mundial multipolar en contraposición al orden liberal internacional norteamericano percibido por ellos como decadente.

El nuevo orden rechaza los valores individualistas, sustituidos por un nacionalismo radical que practica la dominación autoritaria del Estado y una visión de lucha permanente contra el imperialismo norteamericano.

Algunos se han hecho ilusiones sobre la posibilidad de ensanchar grietas históricas entre culturas y territorios (Asia Central), pero como lo ha señalado el editorialista de Le Monde, Alain Frachon, la pareja sinorusa no está cerca del divorcio. Alexander Gabuev, director del Centro de Eurasia del Carnegie Endowment, advierte sobre la futilidad de tratar de separar a ambas potencias y señala que los occidentales deben estar preparados para un periodo de confrontaciones simultáneas con las dos grandes potencias.

La retórica del último encuentro entre los líderes del Kremlin y del Zhongnanhai refleja la solidez de esta alianza, centrada políticamente en la denuncia de la “política norteamericana hostil y destructiva”, añadiendo que la estrategia indo-pacífica de los EE. UU. tiene un impacto negativo en la paz y estabilidad regional.

En el plano de las relaciones político-diplomáticas de ambas, su presencia en el Medio Oriente es importante, tanto por la participación rusa en la guerra en Siria y su cercanía con Irán, como por el papel chino en la promoción del restablecimiento de relaciones entre Irán y Arabia Saudita.

En las instituciones multilaterales han existido diferencias, pues la posición china es penetrarlas y orientarlas en una dirección reformista, mientras que los rusos buscan transformarlas radicalmente, ambos las utilizan para oponerse a la diplomacia de Washington.

Tanto Moscú como Pekín han desarrollado nuevas instituciones como es el caso de los BRICS y su reciente ampliación, así como la Organización de Cooperación de Shanghái y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura.

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En el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ambos países votan en conjunto la mayoría de las veces y ejercen de igual manera el derecho de veto.

China siempre insiste en presentarse como un país del Tercer Mundo, no obstante, es hoy la primera o segunda economía mundial y trata de asumir el papel de líder del llamado Sur Global, concepto difuso pero que refleja voluntades de no alineamiento o de multialineamiento (India).

A pesar de tanta cercanía, China no ha seguido todas las iniciativas de Moscú al pie de la letra, es así como no apoyó abiertamente la invasión a Ucrania, no reconoce la anexión rusa de Crimea y del Dombás, y se ha manifestado contra la utilización de armas nucleares tácticas, amenaza favorita del zar Putin.

La construcción nuevo gasoducto ruso, (Poder de Siberia 2) se ha estancado, revelando diferencias sobre precios y oferta del producto, no todo es miel sobre hojuelas en el matrimonio.

En lo económico, la relación se ha fortalecido, pues ante las sanciones contra Rusia por la invasión a Ucrania, China se ha transformado en un mercado atractivo para los hidrocarburos rusos que antes se vendían en Europa y que los chinos compran hoy a precio reducido. El mercado ruso ha sido inundado con productos chinos como maquinarias, automóviles, celulares y baterías eléctricas. En esta relación asimétrica Rusia exporta materias primas y China productos de alto valor agregado.

En 2022 el comercio bilateral creció 36% (190 000 millones de dólares), mientras que en 2023 el intercambio comercial alcanzó la suma de 244 000 millones de dólares, aunque el comercio bilateral ha aumentado, la interdependencia china es con los mercados occidentales.

En el campo militar, han crecido las operaciones conjuntas, sin alcanzar altos niveles de interoperabilidad, pero la cooperación entre fuerzas armadas ha provocado fuertes reacciones occidentales. La exportación de maquinaria china para la fabricación de armamentos, así como los repuestos para los aviones de combate rusos, la exportación de semiconductores de uso dual (civil y militar) y el intercambio de informaciones satelitales ha provocado gran inquietud en el Pentágono.

Las relaciones sinorusas son estables, autosuficientes y sólidas, los países occidentales están ante la necesidad de construir una estrategia de largo plazo para mantener la paz mientras compiten con Rusia y China. Occidente debe mantener su capacidad de disuasión equilibrándola con medidas de confianza para evitar peligrosos enfrentamientos, derivados de accidentes, malas percepciones o desinformaciones.

La alianza de los dos gigantes euroasiáticos ha demostrado las limitaciones del poder de los Estados Unidos para poner de rodillas a Rusia, pero a su vez también ha puesto de relieve el punto débil de China que no puede arriesgar su acceso a los mercados de occidente por una amistad sin límites con un amigo débil políticamente y con un mercado pequeño, China no puede darse el lujo de una desconexión (decoupling) con las economías occidentales.

*Artículo publicado originalmente en El financiero.

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Constantino Urcuyo F.

Constantino Urcuyo F.

Abogado, académico e investigador costarricense. Director académico del Centro de Investigación y Adiestramiento Político Administrativo (CIAPA). Cuenta con títulos en Relaciones Internacionales, Cooperación Internacional y Sociología Política. Fue director de la Escuela de Ciencias Políticas, profesor invitado en diversas Universidades y diputado a la Asamblea Legislativa.

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