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Bukowski y la enfermedad de escribir

El rechazo de los editores no melló su espíritu. Su primer y último compromiso fue con la escritura

Charles Bukowski, la enfermedad de escribir

Las cartas de Bukowski revelan a un escritor comprometido con sy oficio. Foto:

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A los poetas Salvador Zambrana y Bismarck Bodán Bravo, sus fieles devotos.

“No hay mayor recompensa que escribir. Lo que viene después es secundario.”
Charles Bukowski


I

Sobre Charles Bukowski se han lanzado toda clase de epítetos, los más circunspectos han osado llamarle, maestro del realismo sucio, narrador incombustible, misógino, machista, maestro de la prosa de alcantarilla, soez, borracho, etc. Nadie asimiló mejor la descarga que el propio Bukowski. Dueño de un temperamento inclinado a la mordacidad, proclamó: nada vende más que hablen mal de un escritor. Los lectores salen en busca del facineroso. El mismo compilador de sus cartas, Abel Debritto, en tono elogioso lo llamó, viejo verde de las letras estadounidenses. Desde antes de convertirse en un escritor de tiempo completo, a los cuarenta y nueve años de edad, había desatado torrentes de emociones controvertidas. Su manera de encarar los temas obligó a seguidores y detractores a tomar partido a favor o en contra. Nadie quedaba frío ante sus desplantes.  

Cómo no sentirse atraído por quien, siguiendo a los poetas y escritores malditos, hizo de la escritura su forma de vida. Bukowski consideraba escribir un acto imprescindible, como respirar y comer lo es para nosotros. No se sabía fuera del imperio maravilloso de las letras, pasión desbordante que volcó con entusiasmo frenético. Todo quedaba encuadrado en su entrega total al arte de pergeñar una palabra después de la otra. En una de sus cartas dirigidas a Jack Grapes, editor de la revista Onthebus, el 22 de octubre de 1992, a escaso año y medio de su fallecimiento, confesó que escribir le había salvado la vida. Evitó que acabase en un manicomio, suicidándose o matando a alguien. Nunca desmayó en su decisión irrevocable por dedicarse únicamente a la escritura. Sin saber el futuro que se avecinaba, renunció a todo lo que no tuviese que ver con la literatura.

La publicación de parte de su correspondencia con escritores, poetas y editores (La enfermedad de escribir, Anagrama, tercera edición, agosto 2022), nos ofrece la oportunidad de adentrarnos en su intimidad. Las cartas son un espacio donde podemos expresar lo más profundo de nuestros sentimientos y animadversiones. Un ámbito donde no es necesario fingir, a no ser que se trate de seres duales, algo impensable en Bukowski. La autenticidad fue una de sus grandes cualidades. Sus cartas reflejan afinidad entre lo que escribía y practicaba; cuestionaba la incongruencia de muchos escritores estadounidenses. La dicotomía entre lo que decían y hacían le era fatal. Al repasar dos mil páginas de correspondencia, la selección hecha por Abel Debritto, abre infinitas puertas para asomarnos a sus filias, fobias y a su amor desmedido por la creación literaria.

Escritor quisquilloso, abominaba los errores tipográficos, se quejaba de los editores y su falta de cuidado. ¿Cómo no sentirse herido si sus novelas, cuentos y poemas, era lo más querido entre sus seres queridos? Antiacadémico y antigramatical, no veía con buenos ojos a quienes enseñaban a escribir poesía. ¿Será que pudieran hacerlo como si se tratase de armar una silla? No era partidario de incluir vocabularios explicativos al principio o al final de sus novelas. Invitado a dar clases en Napora Institute, rechazó la oferta. Lo fundamental para él era emborronar cuartillas y la pantalla de su ordenador. Dos veces inició estudios universitarios y las dos veces desertó de las aulas. Lector inculto, como sostenían quienes le adversaban, para su contrariedad, sabía de memoria pasajes de Shakespeare y Witman, versos medioevales olvidados y aforismos de Nietzsche.

Asumió con toda intensidad la máxima de Rainer María Rilke: escribir como si le faltase el oxígeno. Agnóstico confeso —no creía en Dios— hizo de la creación su propio credo. Le profesaba un amor entrañable, especial, especialísimo. Vivió la vida de manera muy particular. Jamás ocultó su alcoholismo. Más que misógino, se trataba de un ermitaño. La escritora mexicana, Paola Tinoco, corrige el error. Se pregunta convencida, ¿cómo juzgar de misógino a un escritor que se convirtió en vegano por amor a una mujer, a quien confió ordenara su paso por la tierra? Las etiquetas son una moda antiquísima. Bukowski irritaba a los insulsos. Sabía a lo que se atenía. “Los políticos y los periódicos no dejan de hablar sobre la libertad, pero en cuanto la pones en práctica, ya sea en la vida o en el arte, irán por ti y acabarás entre rejas, ridiculizado e incomprendido.”  Algo muy cierto.

II

El manojo de cartas sirve para comprobar, que jamás se rindió ante el desaliento. El rechazo de los editores no melló su espíritu. Su primer y último compromiso fue con la escritura. Se jactaba de ser un tipo peligroso cuando estaba frente a una máquina de escribir. En las cartas reconoce que él mismo era producto de sus antecesores. El creador nunca parte de cero. “… no hay nada que parta de cero. Toda creación parte de otra. Un objetivo se convierte en diez mil propósitos diferentes.” En su arte poético destaca los aportes recibidos de quienes le precedieron. Se pregunta, para responderse: ¿Acaso crees que la inspiración se trata de algo nuevo? Nace de siglos de creaciones de ideas.” Una invitación a buscar aliento entre quienes se nos adelantaron en el uso de la palabra. En literatura no existe la generación espontánea. Una locurita que solo repiten escritores petulantes y engreídos.  

Las esquelas recogidas en La enfermedad de escribir, revelan a un Bukowski de cuerpo entero. Debemos de leerlas para ser consecuentes con el oficio. A quienes se animan denostando en su contra, debemos oponerle los adjetivos que se desprenden de la lectura de sus cartas. Bukowski era la sumatoria de un ser inconforme, rebelde, auténtico, ácido, mordaz, fanfarrón, incómodo, huraño, indómito, irascible, transparente, provocador, entusiasta, malhablado, disciplinado, generoso, etc. Su correspondencia es imprescindible para conocer su personalidad. En su condición de víctima maldijo las injusticias cometidas por las editoriales y su favoritismo por determinados autores. Pensaba “seguir perdiendo, pero dudo mucho que deje de luchar”. Sumemos a lo anterior, su crítica descarnada al modo de vida de la sociedad estadounidense. Era un hombre antisistema.

Bukowski seguirá siendo un escritor controversial

Con esa concepción de la vida no fue casual que inclinara su canto a favor de los desheredados de la tierra, los que pasaban hambre y desencanto. El secreto residía en haber padecido iguales miserias y dolores. Sus poemas, cuentos y novelas resumen su vida. Los pobres y olvidados, encontraron un lugar privilegiado en sus creaciones. Dijo a Jean y Veryl Rosembaum, editores de la revista Outcast, en carta fechada el 11/7/1966, que los poemas sobre putas y borracheras tuvieron su momento de gloria y que no podía pasarse la vida escribiendo más de lo mismo. Enrostró a los pacifistas aparecer en escena de manera tardía. Bukowski fue una golondrina durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando publicó sus escritos y diatribas contra la guerra, nadie le acompañó. En esa época no era popular hacerlo, tampoco estaba de moda. Para él todas las guerras son funestas.

Pasaron cuatro décadas para que la revista Poetry publicara sus engendros. Tuvo la dicha de vivir el acontecimiento. Al hacer el recuento de los estipendios obtenidos durante los primeros veinte años dedicados a la escritura, quedamos pasmados. Obtuvo un total de cuarenta y siete dólares. Él mismo saca la cuenta. La cantidad equivalía a dos dólares anuales, sin meter los gastos en papelería, sellos postales, sobres, cintas, divorcios y máquinas de escribir. Nada halagador. El lobo solitario labró su propio camino. Nunca perteneció a ningún grupo de escritores. Ajeno a cenáculos literarios, contra viento y marea, logró conquistar un sitial honroso dentro de la literatura universal. Vivió momentos angustiosos. La seca, el mal que aqueja a los escritores, lo atrapó durante diez años. Un período en que escribió muy poco. Una tragedia. Casi se va en blanco.

A casi treinta años de su muerte, la disonancia entre ciertos críticos y lectores, todavía perdura. Mientras los primeros continúan blandiendo sus armas contra Bukowski, los lectores siguen profesándole un cariño especial. Los jóvenes se acercan de manera fervorosa a sus páginas, mientras sus detractores, empecinados en cuestionar sus creaciones, no logran abollar su armadura. Seguirá siendo un escritor polémico y controversial. Para evitar las zancadillas que le propinan las feministas, la escritora, guionista y editora mexicana, Norma Lazo, pide no juzgar “una narrativa que se corresponde con otra época, en la que ni siquiera se cuestionaba esto”, con los nuevos paradigmas en construcción. Una propuesta decorosa, para un escritor que, pese a evidencias en contrario, ha sido tratado con muy poco decoro. ¿Podrá conseguirlo algún día?

III

Sus desplantes tuvieron un efecto emponzoñador, provocaron rechazo en contra de su vida y producción literaria. Algunos no perdonan sus borracheras y lenguaje procaz. Reconocimientos, fama y dinero le llegaron de manera tardía. Esto no perturbó su sueño. La primera biografía y estudio crítico sobre su obra, fue publicada en 1969 por Gerald Dombrowski. Encaró frontalmente a los escritores con quienes disentía y no tuvo reparos en elogiar a quienes creía merecedores. Un grupo de mujeres salió en su cacería: pidieron censurarlo. Miembros del Movimiento de Liberación de las Mujeres, solicitaron a Robert Head y Darlene Fife, no publicar sus trabajos, (19/8/1970). La respuesta de Bukowski fue contundente. Sobre todo, ahora que los políticamente correctos, se la están poniendo cada vez más difícil a los creadores: “Un escritor debería poder hablar de lo que quiera.”

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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