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Aprendé a cocinar y evitá el “gato por liebre”

Cocinar te obliga a comprar, a probar, a oler, a elegir tu dieta según tu ética, gustos y salud. Pero sobre todo, a ser un consumidor exigente

Pexels.com | Creative Commons

María Portillo

2 de agosto 2016

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Me cuentan que en algunos países de Europa hay clases de “educación para la vida” donde los muchachos (de ambos géneros) aprenden a cocinar, entre otros oficios del hogar. Nadie llega a independizarse, en esos lugares, sin saberse hacer un huevo frito.

Acá, de este lado del charco, somos muchos quienes, amparados en la “mamitis” y otros fenómenos sociales y económicos, salimos a la independencia con alguna de las siguientes consignas:


• Algo cocino pero me da pereza para mí solo
• No sé hacerme ni un huevo frito (de los mismos autores de: hasta el agua hirviendo se me quema)
• Tuve que aprender a la carrera a cocinar cuando me casé
• Mi mamá me sigue alistando comida una vez a la semana
• Para cocinar está mi esposa (o cualquier otra mujer de la casa)
• No tengo ni idea de por dónde aprender a cocinar
• Es que mi trabajo me obliga a comer mucho en la calle
• En mi cocina solo hay microondas y refrigerador

¿Te identificás con alguna?

Quiero insistir que aprender a cocinar no solo nos ayuda a controlar mejor lo que comemos cuando lo preparamos en casa (razón de ser de www.comidologia.com) sino también nos ayuda a ver si otras personas que preparan alimentos para nosotros nos están metiendo “gato por liebre”.

No hay nada peor que ir a comer fuera y pagar una bola de plata por que te den costillas de cerdo con salsa BBQ que proviene de una botella llena de químicos. Nada peor que salir a comerte un “auténtico” ceviche peruano al que le ponen maíz de lata. Nada peor que te vendan algo con hojas verdes frescas y que sepas, solo con verlas, que tienen días marchitándose en el refrigerador. Nada, pero nada peor, que darte cuenta de que te sirven un hash brown que no es hecho a mano, sino que está recién sacado de un paquete congelado.

¿Cómo te das cuenta de todo eso? Sabiendo cocinar. Cocinar te obliga a comprar, a probar, a oler, a meter las patas, a hacer preguntas, a elegir tu dieta según tu ética, gustos y salud; a ser un consumidor inteligente y exigente.

Mandáte a cocinar. No tenés nada que perder.

Para eso te dejo una receta fácil.


Consulte el blog de la autora. 

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María Portillo

María Portillo

Periodista venezolano-costarricense. Asesora en comunicación y prensa para la industria de alimentos y bebidas; colaboradora de diversos medios de comunicación.

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