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Batallas culturales en Nicaragua

Autoridad/Cuerpo/Nación, los patrones de autoridad en Nicaragua (1930-1943)

Juan Pablo Gómez.

2 de abril 2016

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Autoridad/Cuerpo/Nación: Batallas culturales en Nicaragua (1930-1943) analiza la configuración de patrones de autoridad centrados en 1) la figura del hombre—fuerte—gobernante y su núcleo familiar, y 2) en el uso político de la religión y de la familia heterosexual como soportes de autoridad política y elementos cohesionadores de la cultura nacional. Mi apuesta analítica es posicionarme entre 1930 y 1943 para localizar un contexto significativo en el proceso de sedimentación de un patrón de autoridad. En particular, 1933 marcó un momento inédito en la historia política nicaragüense. Como país tuvimos un panorama mínimamente alentador en términos de poder construir un proyecto de nación con instituciones apartidistas, sin guerras civiles ni intervención extranjera. Sin embargo, sabemos que el rumbo que tomamos como sociedad no fue democrático. En la primera oportunidad que nos ofreció el siglo veinte, optamos por reforzar un modelo político y cultural autoritario y no uno democrático.

Me intereso por la autoridad como un campo de relaciones que informan del carácter y cultura de la sociedad. En base a ello, analizo cómo distintos sectores de la sociedad contribuyeron a la sedimentación de un patrón de autoridad como reacción a los cambios predicados por las principales corrientes culturales del momento, la lucha entre la modernización norteamericana y el socialismo. Analizo tres sectores sociales: los intelectuales del Movimiento Reaccionario, las ciudadanías modélicas católicas y la Guardia Nacional.


El Movimiento Reaccionario realizó una importante contribución al concepto de autoridad. El momento disparador fue cuando pusieron a circular la siguiente pregunta: ¿Cuál es la forma de autoridad y gobierno más adecuada para la cultura nicaragüense? Su respuesta postuló que la dictadura era la única que podía asegurar el orden y la paz social en el país. Uno de sus principales expositores, Pablo Antonio Cuadra, abogó por el caudillo como el modelo de autoridad más adecuado, y vio en Francisco Franco un ejemplo a seguir. Mientras, por ejemplo, descalificaba a Raúl Haya de la Torre en Perú. Los Reaccionarios vieron en Somoza la figura política y militar local que podía llenar el vacío de autoridad que, según ellos, el país arrastraba desde la independencia. De esto último me interesa subrayar una demanda por la dictadura existente desde antes de la llegada de Somoza García al poder. Eso sugiere la necesidad de explorar más a fondo las complejas y aparentemente empáticas relaciones que la sociedad nicaragüense tiene con el fenómeno dictadura.

La segunda ruta a través de la cual el libro indaga por la formación de patrones de autoridad es analizando las ciudadanías católicas y militares. Con respecto a la primera, el libro se detiene en analizar las relaciones entre autoridad, teocracia y patriarcado, y en estudiar los encadenamientos entre catolicismo y nación, y cómo tales encadenamientos produjeron ideales regulatorios de hombres y mujeres que se convirtieron en estrategias de administración de la sexualidad y erótica masculina y femenina. Los cuerpos, tanto masculinos como femeninos, fueron terrenos de defensa de la nación católica frente a las consideradas amenazas foráneas –la cultura modernizadora norteamericana y el socialismo soviético. Nicaragua podía librar una batalla contra sus enemigos culturales en la medida en que los cuerpos de las juventudes nicaragüenses dieran fe con su conducta de que éramos una nación católica. Las masculinidades castas y las feminidades pudorosas son dos ejemplos de ideales reguladores que analizo a profundidad a través del estudio de revistas de cultura católica.

De los cuerpos católicos paso a los militares. La última parte del libro interroga la Guardia Nacional como un campo de configuración de ciudadanías útiles al proyecto de nación que se edificó una vez finalizada la intervención norteamericana en el país. Me concentro en la figura del soldado –pues sobre su cuerpo recayó la consolidación de la institución militar –como el sujeto alrededor del cual mapear la formación de un patrón de hombría más útil y susceptible de administrar para los propósitos institucionales. La lucha por formar este sujeto representó un ejemplo de la búsqueda del soporte humano de una moral de autoridad, tal y como el varón casto y la joven pudorosa fueron para la cultura católica.

Los tres sectores sociales –intelectuales, católicos y militares–se consideraron inmersos en batallas culturales en las que se definía el futuro de la nación. Como parte de sus estrategias de lucha, los tres sectores reforzaron las masculinidades dominantes como principal sostén de la nación. Si para los intelectuales Reaccionarios Somoza García como el hombre-símbolo y la ‘ruta de salvación nacional’, la cultura católica y la militar vieron en los cuerpos de los jóvenes católicos y los soldados las ciudadanías sostenedoras de la nación. El reforzamiento del gran hombre fue complementado con el de la hombría de los soldados, en cuyo disciplinamiento e higiene radicaba la ‘fecundidad de la patria’, y en los jóvenes dechados católicos, en cuya castidad radicaba la energía vital de la nación.

*Investigador del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica, Universidad Centroamericana (IHNCA-UCA)

 


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