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Abril 2018, un parteaguas que cambió la historia de Nicaragua

caricatura 18 de abril

Silvio Prado

26 de abril 2023

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Dicen que cuando la Historia ocurre con mayúscula, entra en la casa de todos. Eso fue lo que sucedió en Nicaragua hace cinco años. Después de aquel abril todo ha cambiado de manera tan drástica que hoy se puede decir que el 19 de abril es otro parteaguas en nuestra historia; un antes y un después, como lo fue el 25 de febrero de 1990 y el 19 de julio de 1979. No hay nicaragüense que no sepa dónde estaba en aquella fecha. En lo macro y en lo micro, para lo general y lo personal, todo cambió porque la Historia entró en nuestras casas y ya no es posible volver atrás. Como dice una amiga: ese país no volverá. 

Nada ha vuelto a ser igual

En Nicaragua nada ha vuelto a ser igual desde entonces. Cinco años y 355 asesinatos después, casi 300 000 exiliados y desterrados, un poco más del 5% de la población nacional, con comarcas, caseríos y barrios despoblados el país es otro. Hace cinco años se abrió la mayor crisis de derechos humanos en tiempos de paz y no parece que haya tocado fondo: la persecución a la religión católica, la expulsión de sacerdotes, el encarcelamiento de monseñor Álvarez, el despojo de conventos, la prohibición absurda de las procesiones en semana santa y los encarcelamientos arbitrarios, demuestran que el apetito represivo de la dictadura no se ha saciado. Ya no hay pan de cada día; en su lugar receta la prisión de cada día.

Cambió el Estado


Como señala el Informe del GHREN, el Estado nicaragüense no empezó a cometer graves violaciones de los derechos humanos en 2018; pero a partir de la fecha se convirtió en un conjunto de aparatos articulados para ejecutar “una política discriminatoria para perseguir y silenciar sistemáticamente a toda persona y desarticular a toda organización cívica o política que mantenga posturas diferentes a la del Gobierno, o que sea percibida como crítica o adversaria del mismo”. Con ello dio el paso definitivo hacia una organización que en vez de cumplir con la obligación de proteger a su pueblo de violaciones y abusos más bien fue (y sigue siendo) el principal perpetrador por acción y omisión de crímenes tan horrendos.

Cambió la sociedad

La explosión social sacudió hasta el último cimiento de la sociedad que encontró en 2018 el cauce para liberar la rabia después de más de once años de abusos y de agravios. El miedo tanto tiempo contenido rompió las amarras que la mantenían en un letargo parecido a la apatía. Pero todo saltó por los aires: los estadios llenos, el “bacanal” de cada fin de semana y el “yo no me meto en nada porque la política no me da de comer”. Esa misma población salió a las calles en riadas humanas ignorando que meses más tarde tendría que emigrar por la fuerza. Si en un rasgo puede verse el cambio profundo en la sociedad es en el exilio, en particular hacia Costa Rica. Es la foto más clara de que somos una sociedad rota, por la separación, por el dolor y por la destrucción de miles de proyectos de vida.

Y cambió la economía

A pesar de la recuperación en 2021 y 2022 informada por fuentes oficiales sin verificaciones independientes, después de dos años de tasas negativas de crecimiento, la economía también cambió por la retirada de la cooperación externa en señal del rechazo por parte de los países donantes a la represión, y por la puesta en práctica de una política exterior aislacionista que llevó a la dictadura a romper relaciones con algunos de ellos. Un sector en el que ha sido más evidente este cambio fue el turístico, donde antes de 2018 se estaban abriendo perspectivas prometedoras alentadas por el marketing de ser el país más seguro de Centroamérica, pero que en poco menos de un año pasó a incluirse entre los más inseguros y el de menor fiabilidad jurídica para las inversión externa.

Cambiaron los partidos políticos

Como no podía ser de otra manera, la rebelión pasó por encima de todos los partidos políticos. Los encontró fuera de lugar. Por eso fueron incapaces de capitalizar las protestas ni figuraron en las mesas del diálogo. Más bien se vieron obligados a sumarse como vagón de cola a las plataformas (Alianza Cívica y UNAB) formadas por las decenas de grupos surgidos al calor de las protestas. Las penosas disputas internas en 2021 y las posteriores oleadas represivas terminaron de hacer el trabajo de demolición. Hoy los partidos son escombros, botes a la deriva, anteproyectos que se reúnen en sesiones colectivas para lamer sus heridas, pero nada más. Cinco años después, cada uno dice que el otro es peor y todos tienen razón.

Cambió la cultura política

Derivada de la crisis de los partidos surgió la autoconvocatoria, el mayor revulsivo que ha tenido la cultura política nicaragüense en los últimos tiempos. La participación en primera persona y la acción directa, hace cinco años se convirtieron en valores que se impusieron a los tradicionales llamados a movilizarse de las organizaciones políticas y sociales, y con ello se pulverizó el factor de la representatividad como fuente de la legitimidad política. Paradójicamente, el cuestionamiento de la representatividad sigue siendo una de las piedras en las ruedas del carro de la unidad. Asimismo, a lo largo de estos cinco años se han ido asentado los derechos humanos como un valor cardinal de la cultura política que nadie se atreve a marginar por los acuerdos políticos.

Cambió la sociedad civil

Por supuesto, también cambió la sociedad civil. La movilización generalizada de la población también ocurrió al margen de las organizaciones de la sociedad civil hasta entonces conocida. Ello abrió las puertas a una sociedad civil de nuevo tipo, siguiendo el formato de otras protestas que habían ocurrido antes en América Latina, donde la estructura autónoma no era tanto a nivel de su organización interna como de su grado de movilización en torno al eje del cambio político. Visto así, el nacimiento de esta nueva sociedad civil ocurrió en directo y en el espacio público con toda la energía social liberada, pero también con todas las debilidades derivadas de la otra cara de la sociedad civil como espacio de conflicto entre sus distintas corrientes y agendas. Por último, es imposible ignorar el impacto de la desaparición del tejido asociativo de las más de 3,000 organizaciones no gubernamentales de distinta naturaleza.

Cambió la dictadura

Pero también cambió el proyecto de la dictadura. Las protestas hicieron colapsar el formato de diálogo y consenso sobre el que la dictadura pretendía construir su proyecto hegemónico, y ello la obligó a optar por la dominación pura y dura. El resultado fue convertir todos sus aparatos de movilización en instrumentos de la represión. Esto implicó transformar el corporativismo de Estado y sus agentes, la Juventud Sandinista, la Unión Nacional de Estudiantes Universitarios de Nicaragua (UNEN), los sindicatos y los Consejos del Poder Ciudadano (CPC), en engranajes de la violencia estatal y no estatal, reconvirtiéndolos en paramilitares con el agregado de policías en activo de civil y de exmilitares.

Cambió la forma de vivir

Este régimen represivo y su decisión de meter en la cárcel y desterrar a cualquiera, también cambió la forma de vivir en Nicaragua. Son cambios en la sociabilidad por quedarse sin amistades que se han ido al exiliado o que han emigrado en procura de una vida mejor; cambios obligados en lo laboral por temor a que la profesión esté entre las criminalizadas por el régimen, como sociólogos, periodistas, médicos, artistas, entre otras; desconfianza en los demás, entre vecinos, entre las personas de una cola, en al autobús, en los de la mesa vecina y hasta entre los miembros de la familia. En síntesis, cambios destructivos de las bases de lo que se conoce como el capital social.

La oportunidad del cambio

Pero el aluvión de abril, como todas las crisis, también abrió ventanas de oportunidad. La agudización de las contradicciones con la dictadura también nos ha colocado ante mejores horizontes que antes de 2018. De la desafección hemos pasado al compromiso, y del silencio al testimonio de todos, cada día y en cualquier lugar. No hay cambios históricos que no traigan oportunidades para acabar con la tiranía.

En palabras de Galeano, “Ninguna historia es muda. No importa lo mucho que la quemen, la rompan y mientan sobre ella, la historia humana se niega a cerrar su boca”.

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Silvio Prado

Silvio Prado

Politólogo y sociólogo nicaragüense, viviendo en España. Es municipalista e investigador en temas relacionados con participación ciudadana y sociedad civil.

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